Son las siete de la mañana, el tenue sol cubre la ciudad de Madrid y la estación de Alcalá de Henares se llena de personas, cada una dedicada a sus labores, unos van a la escuela, la universidad o el trabajo, otros solo se dirigen a lugares aleatorios, con la intención de romper su rutina.
En el mismo tren de siempre se encuentra Ana, jugando con el pequeño José. El niño no se despega de la muchacha cuando se sienta junto a ella, a su lado izquierdo ésta el señor Rogelio, que como es costumbre; habla de los planes para el pronto grado de su hijo, quien se graduara con honores.
Dylan compra su boleto para el tren y en cuanto sube a el, no puede evitar caminar hasta el lugar que está frente a Ana, por fortuna desocupado. Su mirada se clava en ella y en el pequeño, con el que realiza algún tonto e infantil juego de palmadas. Junto a Dylan, se encuentra Dora, quien va a visitar con ilusión a su esposo.
La señora se percata de la mirada del chico en Ana, igual que el jueves anterior, los jóvenes entablan un juego de miradas y suspiros, pero no rompen el silencio que reina entre ambos.
Ana aprovecha cada segundo para desviar su mirada justo frente a ella, como siempre, Dylan está impecable, tan elegante, con su cabello sutilmente engominado, dejándolo levemente despeinado, esta vez lleva zapatos deportivos, pantalones azules y camisa blanca, luce increíblemente sexy, al menos para ella. De repente rondan en su mente las mismas preguntas que Dylan se hacía el día anterior ¿Debería hablarle? ¿Y si esta es mi oportunidad para llamar su atención?
Pero al mirarlo de nuevo y percatarse de que él tiene la mirada fija en la chica que está a sólo un par de asientos de distancia... cada pregunta queda sin respuesta.
Dylan, Pretendiendo como cada día desviar su mirada de Ana, busca en cada rincón algo de distracción y es cuando su mirada se clava en una despampanante rubia, que se encuentra separada de la castaña por solo tres asientos. Deja su mirada fija en ella, quien se sienta de manera provocativa enseñando sus largas y tonificadas piernas, al notar la mirada de Dylan en ella le lanza una sonrisa coqueta a la que él no responde, regresa su mirada a Ana, que luce un suéter color crema, un pantalón vino tinto, ajustado a su cuerpo y unas botas color caqui, aunque la chica tiene la cabeza baja, él imagina sus profundo ojos y su perfecta sonrisa, ella le parecía perfecta, le parecía hermosa.
Pero Ana no tiene en ese momento la hermosa sonrisa en la que Dylan piensa y sus profundos ojos comienzan a llenarse de lágrimas ¿Qué te está pasando Ana? Se recrimina a sí misma.
En cuanto el tren se detiene en la estación de Atocha, Ana baja del tren, no es su parada final, pero no aguanta un segundo más sentada frente a Dylan, verlo y sentir como su corazón se parte en mil pedazos, pues ella no es lo suficiente guapa ni lo suficiente lista para acercarse a él, ella no es como esa rubia que robo su atención hace unos minutos.
Dylan mira a Ana, ahora tiene su gesto contraído y sus ojos enrojecidos, cuando la chica baja del tren el no duda en seguirla, sabe que algo le pasa, esta no es su parada, aunque puede estar equivocado, ella puede dirigirse a otro lugar, pero aun así fue tras ella, la chica va directo al baño, él la siguió, sin importarle nada ni nadie, Ana entra en un cubículo y cierra con fuerza la puerta, en cuanto Dylan entra al baño se ubica junto a la única cabina que estaba ocupada y la escucho, la escucho llorar y le dolió, le dolió no tener la fuerza para consolarla, sin siquiera imaginar que él es la causa de ese llanto.
Ana se recuesta a la fría y fina lámina que divide los dos cubículos, Dylan hace lo mismo, ambos separados por la delgada pared de aluminio, separados por sus miedos e inseguridades.