El reloj mental de Julieta la hizo levantarse como un resorte de la cama, vio a todos lados y no encontró a Elena. “¡Oh por Dios! ¿Qué hora es?”, se dijo a sí misma.
Busco desesperadamente por la habitación su reloj de pulsera Gucci, el cual dejo esparcido en la tumbona donde se relajó antes de dormir intermitentemente. Las manchas oscuras alrededor de sus ojos, daban fe de ello. Era relativamente temprano, después que realmente la vio la hora. Nada de qué preocuparse, aún tenía tiempo suficiente para ir a su casa a ducharse pero no para ir a dar un breve trote por el Central Park.
—Hola… ¿Dónde estás? —pregunto a la otra chica de la línea. Como no quería empezar a buscarla como loca por el gigantesco pent-house, decidió acortar la pesquisa con una simple llamada telefónica. Mucho más eficiente en estos tiempos.
—En la cocina, haciendo café ¿Quieres? —contesto somnolienta Elena.
—Si, por favor.
—Voy —Colgó la llamada.
Escasos minutos después, aparece la joven rubia con dos tazas espumantes de café recién hecho. ¡El olor era fascinaste!
Ambas mujeres tomaban su café, recostadas en la amplia y cómoda cama, una más despierta que la otra.
—Aun me da tiempo de ir a casa y ducharme —pensó en voz alta, haciendo el movimiento para levantarse, dejando sobre la mesa de noche la taza—. Me largo ya. Tengo reunión a las 9h00.
—Estás loca, son las 8h30 y debes estar en la oficina a las 9h00. —Le informo, levantándose tras ella.
—¿Queeee?
—Si señorita.
—¿No te creo? —No era que no creyera en su amiga pero no podía ser. Por tanto, verifico la información—. Vi mal la hora ―se justificó y agrego—: para que se es jefe entonces —recordó Juli con monería.
—Ja ja ja, eso aplicaría contigo, si lo hubieses hecho desde un principio, pero ya no puedes porque todos te conocen por ser tan puntual que asusta.
—¡Ay no seas mala! Es algo que no puedo evitar… —Hizo pucheros.
—Vamos levántate, te prestare ropa. Lo prometí.
—Pero…
—Mujer tranquila, deja la pena.
—Vale
—Perfecto, sígueme. Puedes tener lo que quieras.
Elena llevo a Juli al enorme vestiers, diseñado especialmente por Ethan para su hermanita. Otro capricho que cumplía Ethan para ella. Era un chico arrogante pero con su hermanita, era todo un manojo de encanto.
Julieta hizo una revisión rápida, se decidió por un blazer color blanco a juego con una blusa blanca y jeans azul claro, corte alto que se ajustaba a su cuerpo y que estaba segura, quedarían estupendos con sus Louis Vuitton color nude.
—Dúchate aquí. Yo me duchare en la habitación de invitados. Así salimos a tiempo —propuso Elena.
—Pero, yo me puedo duchar allá y tu acá.
—Es lo mismo. Ambos cumplen la misma función —replico—. Apúrate que, vas tarde.
Tanto Julieta como Elena corrieron apresuradas a lo suyo.
Juli coloco música en su teléfono como hacía en su casa todas las mañanas. Solo que allá encendía el sistema de sonido integrado que inundaba el departamento por completo. De esa forma se despertaba con todas las buenas energías para su extenso día de trabajo. La playlist de Juli retumbaba mientras se duchaba, con ritmos latinos y americanos. Se sentía renovada y capaz de comerse el mundo.
Salió de la ducha y se envolvió en las formidables toallas dispuestas ordenadamente en la encimera del baño. Empezó a mover el culo disimuladamente cuando con alegría y algarabía empezaba una samba de lo más rítmica. Se enfundaba los jeans en el proceso de baile. Era una cosa divertida de ver, así como lo estaba disfrutando Ethan, quien entro silenciosamente a la habitación para despertar a su hermana y se encontró con semejante espectáculo. Él sonrió con malicia, siendo juicioso que no era su hermana. Hizo nota mental de agradecerle a su hermana de traerle algo bueno de ver.
—Hola preciosa —saludo Ethan seductoramente, después de observarla detalladamente por unos largos minutos que, le parecieron la gloria.
“Tiene un culo perfecto, piernas fuertes y largas. Y se mueve condenadamente bien, con sea lo que sea que este bailando.”
Ver aquella mujer bailar tan libre y con ese cuerpo tan perfecto le hizo endurecer la polla inmediatamente. Fue consciente de que no estaba tan satisfecho como pensó que lo estaba hace unas horas, después de aquella mamada que le dio una joven universitaria, bastante atrevida en uno de los cubículos del baño del club.