Kamika: Dioses Guardianes

8. Una Vida Casi Normal

Cuando desperté supe de inmediato que me encontraba en la habitación de Sara, recostada en su cama. Las suaves mantas de lana cubrían completamente mi frio cuerpo, brindándome una cálida sensación. Sin embargo, sabía a la perfección, que el que me encontrara ahí, no era una buena señal.

Sentí un cosquilleo en mi columna vertebral, algo paralizante pero familiar; esa sensación era lo que sentía ante la intensa y penetrante mirada de Andrew. No tuve que verlo para saber que estaba ahí, y que me observaba.

—No vuelvas, escúchame bien, no vuelvas a hacer eso —dijo con severidad, y enojo. Debía estar enojado, considerando que lo golpeé para escapar de él.

Me senté en la cama, con las mantas ahora sobre mis piernas. Y posé mi cansada mirada sobre aquel chico de ojos oscuros; estaba parado frente a la cama, recostado en el closet con los brazos cruzados y los ojos como un ogro a punto de comerme.

—Lo siento, yo…

Él resopló, sin apartar la mirada de mí.

—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?

—¿Ah? Sí, me encuentro bien. ¿Cuánto tiempo estuve dormida? —quise saber.

Me pregunté qué había pasado para que llegara hasta la casa de mi amiga, que yo supiera no caminada dormida. Además, pensar en la expresión de Sara al enterarse de lo que hice me generaba escalofrío.

—Tres días —respondió sin dejar de mirarme.

¡¿Qué diablos?! ¿Cómo que tres días? Oh, no, Sara sin duda me iba a matar en cuanto me viera.

—¿Qué pasó mientras estaba dormida? Mis padres…

—Creen que estás en un viaje escolar con Sara —me interrumpió—. O al menos eso les dijo ella; dijo que era un viaje en representación de la preparatoria. Por suerte los padres de Sara están en un viaje de negocios.

—¿Qué fue lo que me pasó? No recuerdo nada después de… —«Caer en tus brazos»— de que el conjuro terminara.

Desvió la mirada bruscamente hacia la ventana. La luz del día iluminaba sus detalladas facciones, dándole un lindo brillo a su miel cabello. Su entrecejo estaba fruncido, y su mandíbula tensa.

—¿Nunca se te pasó por la cabeza que las advertencias se debían a algo? —No apartó la vista de la ventana, pero me miró de reojo.

—Te pregunté lo que ocurrió, no quiero tus reproches.

—Si serás tonta —murmuró.

—¿Qué?

—Nada —Se volvió hacia mí—. Debido a tu total inexperiencia, cabeza hueca, y a tu falta de sentido común, quedaste atrapada en el tiempo.

—¿Atrapada?

—Así es, atolondrada, gracias a tus ansias de información no supiste manejar el conjuro y sobrepasaste el tiempo límite para éste. Pudiste haberte quedado para siempre en el pasado, ¿lo entiendes?

—¿Cómo logré salir?

Él hizo un movimiento con el brazo para ocultarlo de mi mirada; sin embargo, pude notar la herida que tenía lugar ahí.

—Eso no tiene importancia —Supe que se percató de mi mirada sobre su brazo.

No sabía lo que había hecho para ayudarme, pero de seguro lo puso en peligro. Me sentí culpable por su herida, después de todo si yo no hubiera hecho el conjuro, él no estaría herido.

Tal vez sí debí escuchar, al menos, las advertencias de él.

—Gracias —Me miró a los ojos—, por salvarme aún después de golpearte.

—Quizá debí dejarte ahí, como venganza —Una de las comisuras de su labio se elevó, dando paso a la primera casi sonrisa que había visto de él—. Pero los demás no me lo perdonarían.

—¿Cómo llegué aquí? —pregunté.

—Después de que terminó el conjuro, te desmayaste. Faltaba poco para que tu madre llegara, así que llamé a Evan para que fuera a ayudarme.

»Un rato después llegó, con Sara. Te trajimos aquí en su auto, luego Sara habló con tus padres y desde entonces has estado dormida en su habitación. Por supuesto que me hicieron muchas preguntas, así que les expliqué lo que ocurrió.

—¿Todo?




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