Kamika: Dioses Guardianes

28. La Voz de la Razón

 

El amor era cálido, dulce, y ameno. Era hermoso, como una flor saliendo de su capullo, o el primer rayo de sol de la mañana, o el canto de un ave. Sublime, perfecto, redondo. El amor te daba fuerza, alegría, motivación, esperanza…

Enamorarse era diferente, era como cortar una rosa esperando que sus espinas no te lastimaran, como entrar a una jaula de leones hambrientos con no más que buenas vibras para no ser devorado. Excitante, interesante, peligroso; sabes que te puede lastimar pero decides correr el riesgo por la recompensa al final.

Ahora entendía el sentimiento de Cailye, su miedo ahora era mío. Nunca debí arriesgarme a cortar la rosa, nunca debí entrar a la jaula sin protección.

Y ahora lo sentía, ese sentimiento que era una mezcla extraña entre tristeza, desilusión, impotencia, frustración, vergüenza, y anhelo por volver a ese punto donde me equivoqué y remediarlo todo.

En las ocasiones pasadas, cuando estaba enojada con Andrew y no quería verlo ni en pintura, se me hacía fácil evitarlo, y los demás siempre estaban ahí para que volviéramos a hablar. Pero ahora… Ahora era como si se hubiera evaporado. No lo volví a ver desde esa noche, hacía ya más de un día, y de igual forma nadie lo mencionada.

Desde entonces permanecí encerrada en la habitación, por temor a topármelo si ponía un pie en el pasillo. Se podía considerar huir, y en definitiva huía de Andrew como una plaga. No tenía valor suficiente para verlo a la cara, no tenía fuerza ni para intentar salir de mi cama, y la sola idea de escuchar lo que diría me generaba un miedo inmenso en mi pecho.

Recordaba la sensación de sus labios todo el tiempo, como una lejana memoria que representaba mi sueño roto. Al menos ese momento, ese instante en que estuvimos tan cerca el uno del otro, perduraría en mi memoria por siempre. Nos besamos, y por mucho que sintiera que si tuviera la oportunidad evitaría ese acontecimiento, no me veía capaz de borrar aquel segundo de mi vida.

Me debatía internamente entre hablarle o dejar las cosas así, por muy extrañas que fueran, ya que sentía que ambos estaríamos incomodos respecto a eso, más que cuando lo vi desnudo, al menos eso fue un accidente, y el beso no. Y aunque me hubiera encantado decirle que todo era un mal entendido, de alguna forma que ni yo podía pensar, no podía mentirle respecto a eso.

Pero ¿qué podíamos hacer? ¿Qué debía decirle si ni siquiera podía verlo a la cara? Era un desastre, un completo desastre con las relaciones amorosas. Y para colmo, no teníamos idea de dónde estaba Astra aun después de dos noches. No sabíamos cuándo volvería o cuándo nos iríamos del hotel. Estaba varada en un hotel tres estrellas con mi mejor amiga odiándome, un chico que me evitaba como si tuviera viruela, un chico con quien tenía que hablar sobre sus sentimientos, y las otras dos personas ignorando la situación como si todo estuviera igual que siempre.

Las cosas no podían estar más extrañas.

Y por si eso fuera poco, también tenía que hablar con Evan sobre lo que él sentía, no podía solo ignorar algo que le dolió. Pero hacerlo estaba fuera de mis planes hasta que mi ánimo volviera a subir, ahora me encontraba muy confundida con lo de Andrew, y eso sin mencionar la otra lista de problemas, como para pensar en siquiera hablar de ese tema con Evan.

Subí las piernas a la cama y las abracé, estrujándome en mis rodillas como si con eso pudiera esconderme de la tristeza que sentía. Me sentía como un pedazo de idiota por haberme arriesgado con Andrew de esa forma, y me sentía humillada por la forma en que me rechazó, aunque siendo honesta, lo hizo de forma humana.

¿En que estaba pensando cuando intenté besarlo? Comprendía que él y yo nunca podríamos estar juntos. Más allá de nuestras diferencias y nuestras discusiones, los dos vivíamos vidas muy diferentes. Además, él ya tenía novia; en coma, internada en un hospital al otro lado del mundo, y con pocas posibilidades de despertar pero la tenía. Él la amaba, la amaba por haber estado para él cuando se sentía solo, por apoyarlo y entenderlo mejor que nadie; y yo no era nadie para interferir en su relación aunque ella no pudiera estar con Andrew. Además sería muy bajo de mi parte intentar arrebatarle el novio a una persona que estaba semimuerta, eso sonaba ridículo y cobarde.

Suspiré. En serio estaba cansada, cansada de todo, de los enredos amorosos, de las discusiones, del misterio, de todo.

Y todavía debía pensar en mi posición en el equipo, lo que le diría a Astra y a Sara para que me perdonaran, de nuevo; en decirles lo que Louis me advirtió… de pronto me entró sueño al pensar en lo complicada que se había convertido mi vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.