Los sueños a veces se acaban cumpliendo, sin embargo, no todos acaban realizándose. Es lo que Lisa Greene cree, cuando solo piensa en su futuro. Su vida es la hípica y los caballos, un hecho que nunca podrá tocar, ya que su padre, William Greene, se lo ha prohibido, por el simple hecho de ser mujer. Solo podía observar su deporte favorito a través de una valla, una televisión o en su propio rancho.
Ella admiraba a un jinete, un ídolo, al que llamaban el Salvaje. Él es un campeón en el mundo de la hípica, que compite junto a su hermano. Ambos habían forjado una amistad y siempre que podían, quedaban para tomar un café, en sus cafeterías favoritas. Su hermano no podía invitar a su amigo a su propia casa, por el desprecio que su padre tenía hacia aquel muchacho, por ser nativo americano.
Ella se torturaba con el mismo pensamiento, de que nunca podrá montar un caballo y correr en las competiciones, como hace su hermano y así, estar cerca de aquel a quien llamaba ídolo.
Deseaba poder acercarse a él y confesarle, lo que ella sentía cuando lo veía galopar y decirle a la cara, que él era su referente en el mundo de la hípica.
Pero… ¿Cómo iba a cumplir ese deseo si su padre es machista y al mismo tiempo un racista?