Maggie y su tía Judith estaban sentadas en el mismo lugar en donde habitualmente solían disfrutar de una tarde de té y de largas charlas de cotilleo. Se ponían al tanto de lo que había acontecido estos últimos días en Londres. Su tía siempre contaba con algunos chismes para contarle a su sobrina, y ella con gusto estaba dispuesta a escucharla con atención. De hecho, su tía Judith habituaba comprar los periódicos que solían contar con una larga lista de cotilleos, y por supuesto, también compraba el tan famoso diario: "The Wolf", que escribía únicamente sobre la familia McLaren. Las calles londinenses siempre estaban al pendiente de Maggie y su familia; y aunque nada más relataban sobre la vida cotidiana de su familia, no podía negar no sentirse interesada en aquellos escritos. Siempre era mejor estar informada por su propio medio, antes que descubrir la verdad mediante bocas terceras; eso era un hecho. Después de todo, la familia McLaren gozaba de un público extenso, gracias a ciertos chismes que escribía aquel diario, pero a decir verdad, para ella estaban extremadamente exagerados y no contaban siempre la verdad, pero que de igual manera, cumplía su función que era entretener aún cierto público.
Sin embargo, a pesar de que Maggie mantenía una conversación animada con su tía aquella tarde, no podía negar que en su mente rondaban otros pensamientos alejados de los cotilleos o todo lo relacionado a la alta sociedad. Era como si su mente estuviera lejos de aquel salón. Su pensamientos estaban puestos en otros asuntos, y desde luego, esos asuntos se debían a: ¿qué decisión tomaría para su futuro? Tenía dos opciones: decidir continuar con su plan, el de casarse con un hombre mayor al que no tenía ni la más mínima estima o, abandonar aquella loca idea de contraer matrimonio sin importarle que fuera su única opción para no terminar siendo una solterona para toda la vida. Además, agregar que aún debía de pensar en su amigo Bukayo y su deseo de querer ayudarlo, para que así, él pudiera conseguir una vida mucho mejor de la que tenía. Su intención era ayudarlo a entrar en la empresa de carbón que le pertenecía a sir John Lucas. Sin embargo, eso únicamente lo conseguiría si llegaba a contraer matrimonio con aquel hombre, y allí entraba de nuevo la decisión de aceptar a sir John Lucas como marido.
Suspiró con cierto pesar para sus adentros, al notar que no tenía muchas otras alternativas para escoger.
Su mente en ese instante era todo un disparate a tal punto de encontrarse totalmente confundida y agobiada.
Quizá debería empezar a replantearse de nuevo la idea de casarse esa misma temporada. Necesitaba tiempo para poner su mente en orden, sin embargo para lograr eso, debía de sacarse ciertas dudas que venían atormentando sus pensamientos durante largas noches de insomnio. Había una pregunta en especial que se había formulado en su cabeza, luego de que su cuerpo empezará a experimentar sensaciones extrañas que antes nunca había sentido. Luego de esas sensaciones vividas, ella empezó a recordar sobre la pregunta que le había hecho su tía días atrás, en donde le preguntó: sí alguna vez se había planteado la idea de cómo venían los bebés al mundo. Aquella duda había quedado flotando en el aire, y no, ella nunca antes se había hecho esa pregunta, pero ahora todo eso había cambiado, Maggie sí se lo planteaba, a todas horas y en todo momento, y más en los días en donde sir John Lucas la venía a visitar. Se sentía incómoda o alterada al tener que permanecer a su lado. Antes nunca lo había hecho, sin embargo todo había cambiado luego de aquella noche en la que ella se había encontrado sola con Jude en el carruaje. Aquella noche había cambiado su manera de ver y percibir las cosas. Recordó sus manos paseando y acariciando cada rincón de su cuerpo de una manera tan… íntima. Pensó entonces, que sí llegara a cruzar aquella línea del placer que le había demostrado Jude aquella noche, experimentaría más sensaciones que aquella vez. Esa noche sintió calor en donde antes nunca había percibido. También quería ser besada, tocada, acariciada, reclamada por él, hasta su mente se había nublado aquel día, no pensaba con claridad, pero todo eso solamente lo había logrado experimentar porque estaba a lado de Jude. En verdad, no creía que otro hombre fuera capaz de lograr hacer que ella sintiera tantas sensaciones juntas. Nada más lo hacía Jude. Él era como su antídoto para despertar aquel placer escondido, ese sentimiento que todas las mujeres deben de vivir el día en que se encuentran solas en la habitación junto con sus esposos.
Sin dudas, Maggie quería descubrir más sobre el placer antes de dar el paso del matrimonio. No lo quería descubrir ese mismo día, lo quería hacer ahora mismo. Quería dejar de ser ignorante, deseaba, ansiaba querer saber más sobre el placer de dos amantes. De igual manera, quería saber si aquel acto de placer era el producto por el cual los bebés nacían. Tenía tantas dudas sin contestar, tantas preguntas, tantas y tantas cosas en la cabeza que por segundos pensaba que iba a salir corriendo hacia un lugar que nunca nadie la encontraría. Sin embargo, eso no sería posible.
Suspiró con fuerza para sus adentros. Debía de armarse de valor si quería tocar esos temas con su tía. No tenía idea de si su tía Judith se animaría a confesarle o aclararle todas sus dudas con respecto al placer, pero sí tenía la certeza clara de que preguntarle a su tía sería mucho mejor que preguntárselo directamente a su madre. Estaba casi segura de que su madre quedaría con los ojos bien abiertos, como si sus pupilas fueran a salir de su lugar.
Además, era hora de poner fin a todas esas dudas que acechaban en su cabeza. Quizá, cuando lo sepa, sea mucho más simple tomar una decisión para su futuro. Pero, también se preguntaba si sería bueno rechazar al único hombre que no había espantado, al único hombre que se animó a convertirla en su prometida. Pero, por otra parte, se preguntaba sí en verdad conseguiría la felicidad casándose con un hombre al que no amaba.