—Venga, Maggie, ya no llores, tus ojos terminarán hinchados si sigues llorando. —Le consolaba su doncella mientras Maggie se encontraba acurrucada cerca de ella, mientras Emily le acariciaba la cabeza, para aliviar su temor y su llanto—. Sé que la imagen que presenciaste anoche ha sido bastante dura y escandalosa, pero… Tú sabías muy bien en qué lugar te estabas metiendo. ¿Es que acaso tu tía Judith no te advirtió de las consecuencias? Sabías en qué terreno te estabas introduciendo. Además, lo que viste anoche en esa casa es lo más común entre las parejas casadas. No es para tenerle miedo o recelo, ya que todas las mujeres pasan por lo mismo.
Maggie gimoteo sobre el regazo de su doncella que continuaba consolando su temor. Se acurrucó aún más a ella y negó en un movimiento de cabeza.
—¡Por supuesto que sí, Emily! —exclamó entre sollozos exagerados—. Tú no lo has presenciado como yo sí lo hice. Aquello fue tan… tan… ¡espeluznante! —exclamó, y volvió a largarse a llorar.
Emily frunció ligeramente el ceño, fastidiada.
—¿Espeluznante? ¿No te parece una palabra bastante exagerada para describir un acto frecuente en un matrimonio?
Maggie agitó su cabeza de un lado a otro con fuerza mientras mantenía los ojos bien cerrados, negando la pregunta que le acababa de hacer su doncella.
—¡Desde luego que no! Esa descripción le queda perfectamente. ¡Es espeluznante, asqueroso y…! ¡Por todos los cielos! ¡Vergonzoso! —Volvió a exclamar, mientras se tapaba la cara con ambas manos, sintiéndose avergonzada.
Su rostro se había teñido de un color rojo bastante exagerado ante el recuerdo de la imagen de anoche. Aquella pareja disfrutando y entregándose al placer del momento.
¿Será una verdad? ¿Será placentero aquel momento?
¡Ni hablar! ¿Cómo podía serlo? ¡Daba miedo!
Arañó su vestido con sus uñas de solo recordar la imagen inmoral que vio. No quería recordar, nada más quería olvidar lo que había presenciado; sin embargo, ya no había marcha atrás, ya lo sabía y se preguntó, ¿cómo es posible aquello?
El hombre… sí, el hombre, la tomaba entre sus fuertes y poderosas manos y embestía contra la mujer y ella se llenaba de gozo.
¡Qué espantoso! ¿Cómo podría llenarle de gozo ese acto tan bochornoso? No lo comprendía.
Suspiró y se quedó al lado de su doncella, bien pegada a ella mientras las lágrimas continuaban saliendo de sus ojos sin poder llegar a contenerlas.
Se sentía avergonzada y no tenía ni idea del porqué.
Ella no había hecho nada malo, ¿verdad? Solamente observó. Sí, miró y eso no es nada malo.
No obstante, cuando presenció aquel momento, ella de inmediato comenzó sentir miedo; demasiado miedo.
Nunca antes se había imaginado, ni siquiera planteado, que así se diera un encuentro en la intimidad entre amantes.
Placer: “es una experiencia que se siente bien, que lo disfrutas, que lo saboreas”, las palabras de Jude retumbaron de golpe en su mente.
Abrió sus ojos lentamente y veía todo borroso a causa de las lágrimas que cubrían sus iris.
Placer…
Tuvo que reconocer que aquella palabra le atraía. Aquella noche dentro del carruaje a solas con Jude, recordó no haberse sentido de esa manera, es más, sintió un cosquilleo placentero en su interior.
Fue confuso y extraño, sí, pero no era algo malo, ni tampoco sintió temor esa vez. De hecho, quería más y más… Sin embargo, Jude se detuvo.
¿Por qué Jude se había detenido?
Abrió aún más sus ojos, llena de sorpresa, al descubrir algo.
Reconoció que ahora mismo ya no era una chiquilla ignorante que no conocía en dónde estaba parada. No. Ella sabía lo que le rodeaba, lo que le esperaba dentro de un matrimonio, lo que tenía que ofrecer, lo que toda esposa tenía que hacer por obligación.
Lo hizo su madre y lo tiene que hacer ella también.
Así que reflexiono en que así mismo vienen los bebés al mundo, y los hombres buscan esposas para tener bebés y dejar herederos.
Jude se detuvo en ese instante porque no quería tener bebés, era evidente, no quería comprometerla bajo ninguna circunstancia.
“Emile me matará”.
¡Por supuesto!, pensó.
Sus ojos se iluminaron por segundos.
Su mente se había abierto y había dejado atrás aquella venda negra que tapaba su mundo, mostrándole de esta manera, lo que debía hacer y no hacer con un hombre.
Se sentía más libre, pero, sin embargo, esa libertad le aterraba.
Volvió a recordar lo de anoche y su cuerpo no pudo evitar sentirse avergonzado. Su cuerpo había cambiado. Ahora sentía una oleada de calor en partes que antes no conocía
Por un momento, deseó pasar su mano por todo su cuerpo, pero se contuvo. No lo haría. Jamás.
Así que meditó y llegó a la conclusión de que el placer atrae a los bebés. Por eso Jude no quería demostrarle aquella noche todo lo que los amantes hacían en la intimidad, sin embargo… Jude había tenido muchas otras amantes y Emile, su hermano, también había tenido varias amantes.
¿Y sus bebés donde estaban?
Algo no encajaba en su teoría de cómo venían los bebés nacían. Volvió a meditar mientras cerraba sus ojos con fuerza y arrugada su frente llena de incertidumbre.
Estaba confundida. Era todo muy confuso.
El placer atrae a los bebés, pero, ellos no tienen bebés… ¿O sí?
Su mente de pronto se volvió todo un vaivén y un caos.
Estaba agobiada, aturdida y con sentimientos encontrados.
No sabía en verdad cómo sentirse ante este descubrimiento nuevo para ella.
Uno era el miedo, desde luego. Otro, era la confusión y el tercero era la duda.
Bajo la mirada hacia sus manos y las observó mientras se mantenía pérdida en sus pensamientos.
Ahora bien, si quería casarse con sir John Lucas, le tenía que ofrecer… “eso”.
Bien, eso le llegaba a aterrar y mucho miedo. Escalofríos y vergüenza.
Porque ella no lo amaba, ni lo quería, tampoco soportaba el hecho de que ese hombre pusiera un solo dedo sobre ella.