Era una tarde tranquila y como era usual en Timotes, -un pequeño pueblo al norte del estado Mérida- el trabajo abundaba. Con sus extensos sembradios y su ganado, siempre había algo que hacer. Éste día no había sido diferente y después de un largo trabajo en la granja de mi tía Eliza, mis amigos y yo sólo queríamos llegar a casa.
-Eh chicos, ¿ven eso? - preguntó Leo mientras señalaba algo.
Max, Carlos y yo volvimos nuestras miradas hacía donde su dedo apuntaba.
Estábamos caminando en medio de la carretera a la que todos llamaban 'El Otro Lado' y que teníamos que pasar para poder llegar al puente que nos llevaría a nuestras casas. El otro lado era una carretera poco concurrida, no sabía si era por la montaña que se elevaba en uno de sus costados y que parecía que en cualquier momento se vendría abajo o por los extensos árboles en su otro costado que parecía que albergaba una serie de extraños animales. Quizás era por el siniestro sonido que emitía el río que estaba después de los árboles.
Al principio de una curva y casi cubierta por la abundante neblina de la noche que ya estaba llegando, había una mujer, una chica. No podía verla completamente, solo su rubio cabello, casi tan blanco como la nieve.
A causa de la neblina rápidamente la dejamos de ver.
Podía escuchar las exclamaciones de sorpresa y miedo de mis amigos, yo también estaba igual pero no podía dejar de mirar fijamente al frente viendo sorprendentemente como la neblina se extinguida de forma rápida, pareciendo huir de algo inexplicable.
-Tranquilos...-escucho decir a Leo tratando de mantener la calma como intentaba hacer siempre.
-Si...-ríe nerviosamente Carlos. -A lo mejor es alguna loca esperando a su novio.
-Seguro es tu novia Leo y te está esperando -se burla Max mientras golpea con su codo a Leo. -A usted lo tienen es vigilado, hermano.
Sin poder evitarlo una risa nerviosa salió de nuestras bocas. La novia de Leo era una controladora de lo peor.
-Estúpidos.- murmura el susodicho.
Olvidando lo ocurrido hacia solo unos minutos los cuatro seguimos nuestro camino entre burlas y risas.
Ya habíamos pasado frente a la excavadora abandonada que estaba entre los árboles cuando oímos un ruido.
To c, T o c, T o c.
Sorprendidos giramos hacia la dirección del extraño sonido y paralizados por el miedo observamos como al lado de la vieja y abandonada excavadora y entre los árboles estaba parada la chica de cabellos casi blancos. Ella nuevamente estaba de espalda.
Salimos de nuestro estado de shock al escuchar un llanto y pasos que se alejaban rápidamente. No tenía que mirar para saber que era Carlos el que se alejaba corriendo y nos dejaba abandonados. Siempre había sido un pequeño cobarde.
Sin perder tiempo copiamos sus pasos y empezamos a correr apresuradamente.
Podía escuchar los jadeos de mis amigos y sabía que estaban tan, o más asustados que yo.
Ya había caído la noche y después de unos minutos que parecieron horas, pudimos por fin cruzar el puente y divisar a lo lejos las pequeñas luces de las casas.
Sentí de repente un frío que parecía que podía congelar mis huesos y una sensación que hizo que mirara por un momento a mis espaldas.
Me arrepiento de haberlo hecho, porque allí estaba ella, parada en el otro lado justo enfrente del puente, como si no pudiera cruzarlo. Jamás voy a olvidar su expresión, su rostro era pálido y sus ojos se veían tan vacíos como un cuerpo sin alma, y lo peor de todo era su sonría, cruel y cínica, que parecía burlarse de mi.
Siempre me voy a preguntar cual fue la palabra que pronunció cuando, antes de irme, movió sus labios y me apuntó.