Mirah no podía dejar de culparse y maldecir lo débil que era. Miraba las baldosas del baño y la pulcra bañera de cerámica en la que estaba, le parecían hermosas, le sorprendía estar en un lugar así, y también le agradaba. El agua caliente se sentía demasiado bien, si no fuese por la incómoda sensación de culpa que aquejaba por disfrutar de las atenciones de quien causó todo, si no fuera por eso, estaría en el relajo total. ¿Cuándo su cuerpo se había sentido tan bien?
¿Papá en verdad tiene toda la culpa? Se preguntó. La idea no dejaba de lastimarla. Si su viaje hubiese salido bien, si Katria hubiese tenido éxito en su venganza… entonces la habría visto matando a su padre. Sacudió la cabeza. No. Es papá, seguro me habría visto y se hubiese hecho a un lado… no me mató.
Pero mató a Katria susurró una voz en su interior.
Aquel hombre había tenido en su momento tanta paciencia y cariño para Mirah, para su madre y para su abuela. Pero también las había dejado solas.
Solas para que muriéramos una por una.
Golpearon la puerta, Mirah se encogió, cubriéndose los pechos con las manos y mirando hacia el lado contrario. Volvieron a golpear.
—Señorita —dijo la voz de una mujer tras la puerta. Mirah no respondió—: ¿Está ahí? ¿Puedo entrar? Le traigo toallas y ropas.
—Si —dijo Mirah, asustada.
Mirah seguía mirando a la pared, cubriéndose mientras escuchaba como la puerta se abría. Escuchó los pasos de la mujer aproximarse a ella, entonces Mirah la vio por el hombro. La chica, vestida de sirvienta era bajita, mucho más que Mirah, e incluso parecía más joven, también tenía… cabello de violeta, como el color de algunas flores y orejas ligeramente puntiagudas… ¿Cómo?
La sirvienta le dirigió una mirada a Mirah, los ojos violetas de la sirvienta eran feroces y amenazantes, llenos de tanto odio que Mirah se paralizó pensando que la chica saltaría a matarla. En lugar de eso, la sirvienta apartó la mirada y con voz calmada dijo:
—El señor me dijo que le trajera esto. ¿Necesita algo más? —apuntando con la mirada las toallas que había dejado en una silla.
Mirah, incapaz de decir nada solo negó con la cabeza, la sirvienta asintió y se marchó, cerrando la puerta.
¿Qué era esa muchacha? ¿Y por qué la miraba así?
Había varias cosas que incomodaban a Mirah, la muchacha había llamado a su padre “Señor” ¿Qué tanta autoridad tenía en ese lugar? ¿Acaso le había hecho algo tan horrible a esa muchacha que, al ser una petición de él y al ser su hija, le guardara rencor a ella también? Mirah estaba segura de no haber imaginado la mirada de la chica, era como la mirada de un Grande, aunque mucho más hermosa, pero igualmente amedrentadora.
Tantas cosas. Pensó Mirah, dando un profundo suspiro. Ya no podía seguir disfrutando de ese baño, salió del agua, se secó y vistió. Cuando estuvo lista aún faltaba mucho para que su padre volviera. Había preguntas que quería hacer, y algo dentro de ella le decía que debía tener mucho cuidado en que y como preguntaba.
Katria repetía una y otra vez la voz en su cabeza. Cada vez que ocurría el pecho de Mirah se oprimía, pero tenía tanto que hacer, tanto que saber y que preguntar que podía mantener su mente ocupada.
Suspiró mientras se miraba en el enorme espejo introducido en la pared. Su nuevo vestido azul se le hacía demasiado extraño, demasiado suave, igual que su ropa interior. Una parte de ella quería acostumbrarse a ello, pero la otra, para la cual la muerte de sus amigos aún era una herida abierta y sangrante, le era imposible estar a gusto.
Ellos son los culpables.
Sacudió la cabeza y sonrió al ver su largo y desordenado cabello castaño. Se preguntaba sí la ondulación de su cabello era así, como su padre o era como su madre y estaba tan enmarañado que parecía ondulado. No lo sabía, pero estaba segura de que su desordenada cabellera no calzaba con el hermoso vestido que llevaba.
Solo te preocupas de estupideces, Mirah.
Salió del baño, pasó un buen rato mirando lo libros, sin examinarlos de verdad, su mente estaba ocupada, preguntándose si la puerta principal estaba abierta, si era una invitada o una prisionera. No se atrevió a acercarse, en lugar de eso volvió al dormitorio y abrió el ventanal, daba a un amplio balcón.
La vista la dejó boquiabierta, saliendo por ese balcón pudo distinguir que estaba en un castillo, a por lo menos diez metros del suelo y que se extendía al menos, otros veinte para arriba con dos torres que alcanzaba a ver, incluso en el ángulo que miraba. Abajo había gente circulando, el castillo, al menos por el lado en que estaba parecía estar rodeado por casas comunes, las cuales, a su vez, estaban salvaguardadas por una muralla.
Afuera de las murallas se veían árboles, por un momento pensó que aún estaba en el bosque blanco, pero los árboles no subían en punta hacía arriba, sino que parecían ser de copas redondas. La habían llevado muy lejos… ¿Dónde? ¿Cuánto tiempo había estado dormida?
Examinó el balcón, no había nada raro en él, era de piedra tan firme como cualquier bloque del resto del castillo. Si conseguía una cuerda lo suficientemente larga y resistente, podría usarla para bajar, la duda la aquejo de nuevo.
Editado: 18.03.2020