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Julian alzó la cabeza, había hojas y ramas por doquier, con la luz del sol filtrándose escasamente por los espacios que estos dejaban. Una imagen de paz arruinada por los tintineos metálicos que lo rodeaban, rodeado de seis soldados que lo escoltaban, mientras él caminaba encadenado.
¿Cómo había terminado así?
Preguntárselo le resultaba casi desvergonzado. Quería ser un héroe, la estúpida idea de Katria le había parecido la oportunidad perfecta, si hubiese salido bien, hubiese sido un héroe, dinero y mujeres jamás le faltarían. Pero todo había acabado mal, viendo la muerte de Trek a manos de dos soldados que le habían enterrado sus espadas sin piedad alguna.
Es culpa mía pensó Julian.
Trek y David lo habían seguido a él, eran amigos suyos, no de Katria o Mirah. Y habían encontrado su final en el bosque mientras Julian escapaba, como un cobarde. Había escapado solo para ser capturado por un grupo de soldados que no le habían dicho nada luego de apresarlo.
¿Cómo sería ejecutado? La duda y el miedo lo mortificaban.
La barba también le picaba, llevaba demasiado sin afeitarse y los gruesos y escasos pelos en su mentón le pinchaban. Eso hacia aún más largo el viaje, pero justo ese día, después de tres días de marcha como prisionero, la luz del sol acaricio su rostro, sin ser detenida ni mitigada por la copa de los árboles. No era un claro, estaba saliendo del bosque.
Uno de los seis soldados que lo escoltaban se quedó atrás. Julian no sabía que estaba pasando, al voltear vio como simplemente volvía a internarse en el bosque. Entonces alguien tiró de la cuerda que sujetaba su cintura y Julian se detuvo, miró al soldado que lo había hecho, lo miraba fijamente.
El silencio lo volvía loco, esos hombres no hablaban nada. Y él tampoco se atrevía a hacerlo ¿Lo matarían si decía algo incorrecto? ¿O si simplemente hablaba? Tres enloquecedores días de marcha, sin escuchar ni un solo murmullo de ellos, solo sentía las pisadas a su alrededor y el tintineo de las armas que los hombres llevaban encima. De pronto los soldados se pusieron firmes, mirando al frente, era el líder. Un hombre de porte regio, vistiendo una brillante armadura de placas con varios adornos azules e insignias que demostraban su alto rango militar. Julian bajó la mirada.
—Es solo un niño asustado —dijo aquel hombre—. Dime, muchacho ¿Qué hacías en el bosque?
Iba a matar a al jefe de esos magos, a tu aliado…. Pero solo vi morir a mis amigos.
Julian guardó silencio. Entonces alguien tomó su hombro desde atrás y lo zamarreo.
—Te ha hecho una pregunta, niño —dijo aquel soldado—. Más te vale responder.
Julian tragó saliva ¿Qué debía decir? Quizá querían averiguar quien más sabía el secreto antes de matarlo, si lo llevaban hasta las otras naciones… seguro perderían la ventaja de la sorpresa.
—Perdí a muchos buenos hombres —dijo el hombre, entonces Julian levantó la mirada. Aquel sujeto se veía imponente, pero no feroz, ni siquiera parecía ser un hombre duro—: Dime, muchacho. ¿Qué hacías ahí? ¿Qué relación tienes con esos hombres? ¿Quién dirigió el ataque? ¿Quién autorizó que podían atacar a su príncipe?
¿Atacar al príncipe? De pronto todo cobró un nuevo sentido. Por eso había podido escapar, por eso durante ese día, en medio de la espesa niebla se escuchaba una batalla, una cacofonía de gritos y del metal contra el metal. Dos grupos se habían enfrentado.
¿Y la carta que había leído Mirah? La que decía que el mismo emperador y el ejército imperial estaban involucrados. Algo no calzaba.
—Yo… —dijo Julian, vacilante y asustado—. Yo no era de ellos…. Señor.
—Majestad —corrigió uno de los soldados, un hombre de mediana edad, alto, de rulos negros y algo canosos—. Te diriges a su majestad imperial, el príncipe Jonas Creiff. Recuérdalo la próxima vez que quieras mentir para salvarte, niño.
—Jhon —dijo Jonas—. No es necesario que lo asustes más, el niño de verdad está asustado. Ahora déjame tratar con él.
—Es verdad —dijo Julian, casi gritando—. Yo vine… vine porque una…
¿Cómo explicar que había escapado del fuerte? Había desertado y luego había aceptado alzar su espada contra el mismo emperador. No podía salir bien ¿Pero acaso podría empeorar?
—Continua —dijo Jonas mirándolo fijamente, ahora amenazante—. No te mentiré, niño. Tu vida está perdida, pero me es evidente que sabes más de lo que nos quieres contar. Lo sabremos, quieras o no. Ahora habla.
—Majestad —tartamudeo Julian—. Lo juro, yo escapé del fuerte, seguí a una chica, salvamos a algunos amigos de esa chica de los esqueletos que atacaron Morcal…
—¿Estuviste en Morcal? —preguntó el príncipe, con evidente asombro—. Los sobrevivientes informaron que los esqueletos se detuvieron de golpe.
—Los controlaba un hombre, un encapuchado —dijo Julian—. Eso me dijo Mirah, lo juro… majestad.
Jonas dirigió una mirada Jhon que aguardaba en silencio atrás de Julian.
—Los guardias que sobrevivieron informaron que encontraron un cadáver —aseguró Jhon—. Pero mis hombres no pudieron encontrar nada que lo identificara o relacionara con nadie. No tenemos idea de quien podría ser… ¿Y tú los sabes?
Editado: 18.03.2020