La clave de Sol

24. Estado de shock

 

Caminé a la habitación tratando de apagar mis pensamientos, teniendo presente que mi sorpresivo estado de embarazo es algo que no debo experimentar sola, no cuando tengo una pareja tan maravillosa. Reviso la última conexión de Tahiel, e intento llamarlo sin éxito nuevamente, otra vez por fallas en la cobertura de señal telefónica; quién sabe en qué pueblo se habrá metido este individuo.

Antes de dormir, miro mis mensajes encontrando uno de parte de Domingo, en el que me avisa que no pasará esta noche en casa, tal y como lo mencionó más temprano Fabián. Al parecer, mi amigo también estará desconectado del mundo porque mis mensajes no le llegan.  Rememorando sus curiosas palabras de esta mañana, tomo una foto de las pruebas de embarazo y se las envío junto un mensaje para que se recuerde de hacerme compañía apenas pueda.

«Profeta de pueblo, al parecer tenías razón. Te quiero demasiado, cuídate».

Contemplo la idea de enviarle un mensaje a mi novio, él me pidió espacio para enfrentar la incógnita que es su padre, pero de alguna forma deseo recordarle que siempre cuenta con mi infinito apoyo; asi que después de meditarlo un poco, al final le envío un mensaje voz de sencillo, que encapsule mis sentimientos por él.

«Te amo, cielo».

Vencida por la fatiga, caigo en los brazos de Morfeo agradeciendo el hecho que aún no he lavado las sábanas, y gracias a ello, su perfume está aún impregnado en ellas, regalándome un poco de paz.

Tahiel suele decir que mi nombre me hace honor, que soy su Sol; pero se quita méritos tirandoselas de mártir, porque todo él me regala todos los días algo más importante: Me da paz.

Esa es una de las muchas razones por las cuales le amo.

En la madrugada, me despierta el sonido persistente de timbres cortos, nuevamente notificaciones. Estiro con lentitud mis brazos buscando ahuyentar la flojera de este cuerpo glorioso y trabajador, en el proceso un bostezo se escapa de mis labios. Estiro mi mano a tientas en la oscuridad buscando mi celular, que recuerdo haber dejado en la mesa de noche. Me percato de que apenas son las cuatro de la madrugada pasadas, pero incluso antes de saber de qué se trata tanta insistidera, un malestar se instala en mi pecho, augurio de malas noticias.

Inquieta desbloqueo mi teléfono, me sorprendo al ver que siguen siendo emails de Macarena a estas horas de la vida, sigo mis instintos de ignorarlos, de lidiar con ellos después. Me propongo en cambio, revisar mis mensajes esperanzada por una posible respuesta sea de Tahiel o de Domingo, pero de inmediato recibo otro correo que se abre automáticamente obligándome a leerlo sin querer.

«Ayúdame», «Por favor» y «Perdóname», son los asuntos escritos en mayúsculas que predominan en todos estos correos.

Definitivamente, Macarena siempre ha sabido cómo llamar mi atención.

Deslizo mi dedo por la pantalla del celular, bajando la larga lista de correos sin leer aquellos que contienen una verdad inmediata a la que no me deseó enfrentar. Intento ser egoísta y seguir durmiendo, porque a veces eso es todo lo que ahora mi frágil paz mental necesita, pero antes de poder bloquear el celular el recuerdo de tres personas advirtiéndome sobre el mal estado anímico en que vieron a mi hermana, desarma por completo mis intenciones; realmente yo no quiero cargar con culpas que en realidad no deberían corresponderme, ni sentimientos ajenos a mí. 

No puedo pretender iniciar una nueva vida, con una fosa llena de suposiciones en mi pasado, cargando en mi espalda tanta incertidumbre.

Llega un último correo, decidida lo abro de inmediato sin vacilar, uno el cual mi composición psíquica y emocional no me permite ignorar. Macarena me pide ayuda, dice que hay algo mal con su bebé y me adjunta una dirección.

¡Malaya sea!

Al final de cuentas es cierto aquel refrán de mi gente, él cual dice que la sangre siempre llama.

El reloj marca ya las cinco de la mañana, pido un taxi mientras me doy una ducha rápida para salir de inmediato. Mentalmente me repito una y otra vez que, hago esto por mi sobrino, el nieto de mis padres, por ella y quizá muy en el fondo por mí.

El sonido del claxon del servicio de taxi, suena de fondo recordándome que lo pedí demasiado pronto. Deslizó sobre mí un vestido largo de falda vaporosa, el cual acompaño con un abrigo práctico para la brisa mañanera. Nuevamente suena el claxon y salgo apurada a la puerta, recojo de camino mi celular, y una pequeña cartera con dinero que siempre tengo para emergencias. Le explico la dirección que adjuntó Macarena en el correo, el taxista menciona que se trata de un condominio de apartaestudios de alquiler a media distancia.

En el camino verifico mi cartera y me alegro al saber que tiene el dinero suficiente, pero me estreso un poco al recordar que debí guardar ahí también mis documentos de identificación, pero con tanto afán lo olvidé.

Enciendo el GPS de mi celular, para que en todo caso Domingo pueda ubicarme tal como lo pidió hace semanas, pero ajá, recuerdo que posiblemente está de escapada romántica así que evito molestarle. Me viene a la cabeza el reciente ofrecimiento de Fabián y preventivamente le comparto los datos del taxista y mi ubicación en tiempo real por mensajería instantánea.

No logran pasar más que un par de minutos cuando recibo de vuelta una llamada de su parte.



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En el texto hay: romance, drama, musica y romance

Editado: 26.11.2020

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