La clave de Sol

Epilogo Parte II

Los sombreros blancos pueblan el patio y mi acompañante parece contento por tantos ojos mirándolo. Mi bandoneón suena como agrietado, algo le falta, aunque nadie parece notarlo. Don Elmiro canta con la voz tomada por la borrachera y la gente lo aplaude como si los estuviera agasajando. Quizás sea por eso de confundir un poco el tango con música del tiempo de los barrios bajos, pero grandes concertistas lo sacaron de su estatus callejero para volverlo un baile de sociedad, de salones finos y palabras rebuscadas. Goyeneche y Piazzolla, Gardel y Castaña, y que el mundo se ve lindo desde la ventana de mi casa, allá en La Boca. Yo no sé ni cómo explicarte.

—Gracias, muchachos. Con todos ustedes, mi hijo mayor: ¡Tahiel! —presenta papá sonriente por tantos regalos en la fecha de su cumpleaños. Los invitados en la finca siguen con sus aplausos ceremoniales mientras mi voz les llega desde la orilla de un cuerpo sin conexión con esta tierra.

«Porque yo la tuve entre mis brazos, y llevándola hacia mi pecho el corazón se me hizo polvo». No parecen entender que no les estoy contando una de esas mentiras que uno suelta por la radio para que suene a canción. Sonríen, no sé por qué.

«Me tiró al suelo y salvó mi vida, y se volvió su risa inefable despedida. Cielito lindo, no me dejes. El corazón se me hace polvo, no me dejes».

Ríen y comen, beben cosas que yo no entiendo. Me costó mucho dejar las drogas como para rendirme a otros vicios..., ya aprendí: soy débil.

Bajo de la tarima que oficia de escenario y me alejo pasible del aplauso de la gente. Papá viene a abrazarme, algo que no puedo evitar. Nos amigamos con el paso de los años, y siempre que ando por la zona paso a visitar.

—Qué placer tenerte acá, los invitados están muertos de envidia.

—No conozco a ninguno, pero si a vos te hacen bien, a mí también. Me contaste al menos una cosa buena de cada uno por teléfono.

—Es que hay veces que tenés algo bueno escondido, pero no te das cuenta. Míranos a nosotros: yo tenía a un talentosísimo músico como hijo y no tenía idea. —Sacó un habano de su saco y me lo ofreció, pero yo me apuré en rechazarlo.

—La última vez que prendí un cigarro maltraté a una enfermera. No quiero ser así con la gente. Mejor no ceder ni un paso.

—Pero un cigarrillo no te va a ser cambiar, no te presiones tanto. Tomá, tu celular estuvo sonando mientras cantaba Elmiro.

Me abarajó el aparato mientras se iba con sus comensales y yo lo desbloqueé sin gran emoción hasta que vi de quién se trataba. Entonces, feliz, corrí hacia el primer rincón calmado que pude encontrar y devolví la llamada. La voz de René me contestó desde el otro lado.

—¡Por fin, che! Ya temía que te hubiera secuestrado algún gaucho de por allá y te olvides que tenés amigos en Buenos Aires. Dicen que algunos tienen un cuchillo grandote como...

—¡Hola, Ranita! Tanto tiempo —interrumpí sabiendo a qué se refería.

—Y sí, obvio que pasó tiempo, si no venís más a visitar a tus amigos. Apenas te acordás de tu ahijada.

—¿Cómo anda Minu? ¿Ya empezó el colegio?

—No, nada que ver, salame, si apenas está aprendiendo a caminar, tiene un año. Y sí, ya sé que hay salas de tres y a veces menos, incluso estuvimos discutiendo con su papá sobre a qué colegio mandarla cuando sea el momento porque él dice que como somos famosos la van a acosar, pero desde que mi hermano y vos se fueron de Los Zorzales la cosa no fue tan grosa como antes. Está Domingo, que canta muy bien, pero cambiar a la cara de un grupo siempre causa esto.

—Y bueno. Él quería ser mi representante, pero yo no quiero saber más nada con andar cumpliéndole a nadie. Vos ya sabés como soy.

—Sí, igual se me hace muy loco que puedas vivir yendo por ahí, sin un cronograma, programando tus conciertos en grupos de Facebook y así y todo te alcance para vivir bien. ¿Estás seguro que no vendés?

Rei con pocas ganas y ella no lo notó.

—La gente me quiere. A donde voy, me cuidan hasta lo que como porque se hizo público lo de la diabetes; y si no tengo dónde tocar, me consiguen. Una vez, hace dos semanas, estaba en Ecuador sin un peso y les pedí si no tenían el teléfono de un estadio que hacía rato trataba de contactar y no podía. A las dos horas me llamaron porque tenían dos horitas libres ese mismo jueves y querían ver si las podía ocupar de telonero para otra banda. Mis fans que iban a tocar ahí se bajaron por mí, pero yo preferí tocar con ellos y todos salimos ganando.

—¡Mierda, chabón! ¿Les pagaste por eso?

—Allá afuera el mundo se trata de algo más que solo plata.

—Bueno, como sea, tenés que venir a tocar con nosotros.

Una petición así, tan de repente, o era algo muy bueno, o era algo desastroso.

—Convenceme.

—Bueno: mi hermano se está sintiendo mejor y Mingo dijo que quería que tocáramos todos los que éramos de la vieja banda juntos en un reencuentro después de dos años.

—A ver: Mingo es el cantante de una banda grosa y sale con la nueva representante, así que prácticamente los maneja él. Vos te embarazaste de uno de los médicos que cuidaban a tu hermano, y ahora tienen una hija preciosa. Milán sigue en la misma, pero es un pelotudo, otra no le queda. Fabi se está recuperando de a poco, hace mas de un año desde que salió del coma. Entonces, si todos ya tienen su lugar ahí, ¿qué pito toco yo?



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En el texto hay: romance, drama, musica y romance

Editado: 26.11.2020

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