Julio piso Primero A
Esas son las primeras palabras escritas en su hoja. Durante unos segundos estuvo haciendo memoria de lo que había hecho ese domingo.
El día había amanecido gris, con ese gris de tormenta. Las gotas mojaban la ventana del salón. Era la segunda semana que dormía en el sofá. Su mujer Babi sabía que su marido tenía una relación extramatrimonial, pero por más discusiones que tuvieron nunca le dijo la verdad. El resultado de esos problemas fue dormir en el salón, tener que hacerse la comida para él y prepararse su ropa.
Cuando salió a desayunar al bar de la esquina se tropezó con Luis. Estaba tan huraño, desafiante y desagradable como siempre, así que para no tener problemas había optado por no hacerle caso y seguir su camino a la calle. Cuando estaba abriendo la puerta le dijo.
— Lo sé.
Se gira y le pregunta — ¿Qué sabes?
— Lo que te pasa con tu mujer.
— Eso no es problema tuyo, ni de ningún vecino. Es algo que solo le incumbe a Babi y a mí.
Se gira de muevo con intención de no hacerle caso y seguir su camino hacia el bar.
— Por supuesto... ¿pero le has hablado de Anabel?
Oír ese nombre ha sido como si dentro de él hubiera saltado un resorte, antes de que la puerta terminase de cerrarse ya tenía a Luis sujeto por el cuello y le había golpeado contra la pared del portal.
— ¿Qué demonios dices?
En la cara de Luis se ve una sonrisa sarcástica.
— No sé, dímelo tú. Quizás a tu mujer le interese.
Vuelve a cogerle y le golpea un par de veces más contra la pared. Le suelta y este se cae al suelo medio aturdido.
— Ni se te ocurra meter mierda en mi matrimonio, sino te juro que será lo último que hagas en esta vida. ¿Me entiendes?
— Si Julio, tranquilo, sólo era un comentario.
— Pues no quiero oír ningún otro comentario porque la próxima vez será la última.
— Tranquilo machote.
Julio se va del portal mientras Luis intenta levantarse. Esa no fue la última vez que lo vería.
Recuerda que por la tarde se vio unos minutos con Anabel en las carboneras, su cuerpo reaccionó con una erección, a sus cuarenta y cinco años, como cuando tenía dieciocho años. Sentia una atracción desconocida con esa mujer que era diez años mayor que él.
Le contó lo que le había pasado con Luis y que tenía miedo de que dijera algo a alguna de sus parejas sólo por fastidiar.
— Tengo miedo Luis, si Joaquín se entera de lo nuestro no sé cómo va a reaccionar.
— Le he amenazado de que si se va de la lengua será lo último que haga.
— Amor, no nos podemos fiar de un tipo tan ruin.
— Ya Anabel, pero no podemos hacer otra cosa.
— Siempre hay algo que se puede hacer.
— ¿No sé a qué te refieres?
— Si no estuviera aquí no podría hablar.
— ¿Y a dónde se iba a ir?
— Dejar de existir.
— ¿Matarlo?, no, no, yo eso no lo haré nunca.
— Ni por mí.
— Amor, no me pidas eso.
— ¿Y si te lo pidiera?
— Lo siento, no podría hacerlo.
— ¿Eso es lo que me amas?
— Amor, no me lo pidas.
Unos ruidos en el segundo piso les asustó y se fueron de allí.
Volvió de sus recuerdos y continúo escribiendo después de su nombre y piso.
La mañana la pase en casa hasta la hora del café que me fui a leer el periódico al bar. Al mediodía comí con mi mujer y la tarde la pase en el salón durmiendo la siesta, el día no estaba para mucho.
El grito de María nos asustó y al mirar por la ventana vimos el cuerpo de Luis tirado en el patio. Sería sobre las nueve cuando sucedió lo de salir a la ventana. Luego ya fueron los avisos de reunión y hasta este momento.
En todo el día no vi a Luis, salvo cuando ya estaba muerto. Y mi mujer puede confirmar que salvo el momento del bar siempre estuve con ella.
Una vez terminado se fija que su mujer tiene mucho más escrito. ¿Qué estará escribiendo?, y los demás también, no paran de escribir, salvo Sebas y Tino que están hablando entre ellos.
Babi Primero A
Hace memoria de lo que ocurrió ese día. Era un domingo de esos de invierno, de los que gusta estar en la cama hasta la hora de comer abrazada a su marido... pero no, su marido prefería el calor de otro cuerpo.
Hacia las nueve de la mañana sintió que la puerta se cerraba, rápidamente se fue al salón a comprobar que se había ido. Tras los cristales del salón, que dan a la calle, estuvo mirando si salía solo, tardo un buen rato hasta que por fin le vio caminando hacia el bar de la esquina. Por instinto abrió la puerta para ver quien subía por las escaleras, había una posibilidad de que su amante viviera en este mismo edifico. Al abrir se encontró con Luis que subía las escaleras, tenía sangre en la mano y se tocaba la nuca.
— ¿Qué pasa? — le preguntó Luis con esa áspera y desagradable voz.
— No pasa nada, oí ruidos en el portal y salí a ver si era algún vecino que necesitaba ayuda.
— Pues soy un vecino que necesita ayuda, como puedes ver.
— Tú eres una rata, y así te mueras. Me dan ganas de empujarte por las escaleras y rematar lo que te haya pasado.
— Muy violentos sois los del primero A.
Luis se acerca a la puerta de Babi. — Hubo un tiempo en que me buscabas.
— No me hagas recordar esos desagradables momentos.
— ¿Le contaste a tu marido lo que hacías en la casa cuando estaba fuera?
— Era necesidad. Él se había ido a trabajar al extranjero y no me podía enviar dinero.
— Había otras maneras de ganarse el dinero, pero tú optaste por la más placentera.
— Que sabrás tu lo que yo he sufrido, lo que he tenido que hacer para sobrevivir.
— Si lo sé, y cuando me toco a mi vi que no te desagradaba. ¿Quieres que pase y revivimos esos momentos? Te pagaré bien.
— Puto cabrón.
Editado: 09.06.2021