La constelación de Orión

12. El gusto por una mujer.

El sábado siguiente, Román aparcó su coche en el aparcamiento del parque de atracciones y por el espejo retrovisor vio a Orión quitarse el cinturón y salir corriendo del vehículo. 

 

— ¡Orión! — Lo regañó y al bajar él también del coche, vio como su hijo era agasajado por Emilio. 

Un suspiro profundo escapó de su boca y regresó dentro del coche para sacar las llaves, luego cerró y se acercó a ellos. 

 

— Hola. — Saludó Rebecca con una sonrisa y con Orión abrazado a ella. 

 

— Hola. — Respondió Román y miró a su hijo. — No salgas así del coche. 

 

— Lo siento, papá. Tenía muchas ganas de verlos. — Se disculpó Orión. 

Román se relajó y sonrió a los agentes. 

 

— Gracias por aceptar venir en vuestro día libre. — Les agradeció. 

 

— A usted por invitarnos. — Respondió Emilio, a lo que Rebecca asintió. — Aunque somos un tanto grandes para las atracciones. — Se rió. 

 

— ¡Yo no! — Dijo Orión que levantó un brazo y soltó a Rebecca para ir hasta su padre, al cual se abrazó también. — ¿Cuándo vienen los primos? 

Román observó alrededor sin ver a su hermana Penélope, pero sí vio su coche de familia. 

 

— Su coche ya está aquí. Déjame llamarlos para ver donde están. — Le pidió Román y miró a los agentes fuera de servicio. — Un momento. 

Rebecca le asintió y vio como se alejó para llamar por teléfono. 

Emilio aprovechó para agacharse e interrogar a Orión. 

 

— ¿Cómo te trata? 

 

— Emilio. — Protestó Rebecca que lo miró seria. 

 

— ¿Qué? ¿Tú no quieres saberlo? 

 

— Obviamente, sí, pero no puedes ser tan directo. 

 

— Soy policía. Mis preguntas siempre son directas. 

Orión los miró cómo un partido de tenis y se acordó. 

 

— ¿Y mi regalo? — Los interrumpió el niño. 

Los dos policías los miraron y Rebecca se inclinó apoyándose en sus rodillas. 

 

— Está en el coche, te lo daremos antes de irnos, ¿de acuerdo? — Le dijo y Orión asintió. Rebecca contempló entonces que Román miraba su teléfono tras colgar la llamada y se adelantó a que volviera. — ¿Te encuentras bien viviendo con Román? 

 

— Sí. — Sonrió Orión. — Papá me trata muy bien. 

Rebecca sonrió satisfecha y levantó la mirada a Emilio. 

 

— Me vale. — Asintió Emilio. 

 

— Mi hermana y cuñado están esperando dentro… — Comentó Román que regresó y Orión se agarró a su mano. 

 

— ¡Vamos corriendo, papá! — Lo animó Orión y los agentes se quedaron viendo a padre e hijo ir hacia la entrada del parque. 

 

— Se ven felices. — Se alegró Rebecca por ellos, pero sobre todo por el pequeño Orión. 

 

— Rebecca, Emilio, ¡vamos! — Los llamó Orión, agitando una mano en el aire y mostrando una sonrisa en la cara. 

 

 

Orión se alejó con sus tres primos, Rafa, Jaime y Yael, para subirse en una atracción cercana. 

 

— ¡Niños, no os alejéis más! — Les pidió Irene y sonrió luego a la pareja que acompañaba a su hermano mayor. — Hay que tener cien ojos en ellos. 

Rebecca sonrió y Emilio arqueó una ceja mirando en dirección a los niños, literalmente, se encontraban a unos diez pasos de ellos. 

 

— No tengo hijos, pero soy partidario de que hay que darles un poco de cuerda a los críos. — Opinó Emilio y recibió un codazo de Rebecca en el brazo. 

Irene sonrió. 

 

— ¿Son pareja o solo compañeros de trabajo? — Les preguntó Irene y sonrió a su marido que le trajo una bebida fría. 

Román dejó en la mesa tres bebidas más, para los agentes y para él. 

 

— No te inmiscuyas en su vida privada. — Regañó Román a su hermana. — Lo siento, le gustan demasiado los programas del corazón que pasan por la televisión. 

 

— No pasa nada. — Dijo Rebecca y miró a Emilio. — Somos novios desde hace cuatro años, pero no está permitido en la comisaría salir entre compañeros y lo llevamos en secreto. 

 

— ¿En serio? — Preguntó Irene, agarrándose las manos con emoción. — ¿Qué pasaría si se descubre? 

 

— Iríamos a la calle. — Musitó Emilio, con desgana y mirando hacia los críos mientras bebía de la bebida que Román trajo para él. 

 

— Seríamos suspendidos por el capitán y uno de los dos sería también transferido a otra comisaría. — Explicó Rebecca más concretamente. 

 

— Qué injusto… No deberían cortar el amor de dos personas. — Lamentó Irene. 

Su marido Billy sonrió a su lado. 

 

— Ya le habéis dado tema para todo el día. — Comentó Billy e Irene le azotó el brazo con la mano. 

 

— No seas malo. — Le dijo ella y Billy la abrazó por la espalda. 

Román observó a la pareja que no había perdido el amor después de varios años casados y teniendo un hijo de siete años. 

Miró también a la pareja de agentes, secretamente enamorados y arriesgando su puesto de trabajo. 

Él era el único que estaba solo, las relaciones amorosas nunca se le dieron bien, no porque no fuese físicamente atractivo, lo era y tenía cierto éxito, lo que no tenía era el valor de lanzarse a cortejar a una mujer. 

 

— ¿Por qué no la has invitado? — Le preguntó de pronto su cuñado Billy y Román reaccionó de sus pensamientos. — Héctor me dijo que estabas conociendo a una chica. 

 

— No es precisamente conociendo, ya la conocía y es ella la que intenta que le dé una oportunidad. — Habló Román, incómodo. 

 

— ¿Y por qué no se la das? — Preguntó Irene. — Hace mucho que no tienes una relación y estoy segura de que extrañas ese sentimiento. 

 

— Está Orión… No es un buen momento. 

 

— Orión siempre va a estar, cuñado. — Le hizo ver Billy. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 04.08.2023

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