Los campos que unen la Ciudad de Córdoba con las localidades de La Calera y Carlos Paz; equivalen a más de 15.000 hectáreas. Más grande que el ejido urbano de la propia ciudad de Córdoba. La natural tendencia urbanística de extender las construcciones residenciales hacia el oeste, encontró en estos campos un tapón ecológico protegido por el Estado gracias a su status de reserva natural.
Allí, y en la parte más cercana a la Ciudad, se alzan los edificios del Comando de la Segunda División del Ejército Argentino: “Ejercito del Norte”. Más al sur, a menos de diez kilómetros, la Escuela de Aviación y la Fábrica Militar de Aviones, representa otro bastión de las Fuerzas Armadas en el centro del país.
No es de extrañar entonces de que el Gobernador Pascolli haya sido evacuado a esos predios. Si bien el desarrollo residencial había alcanzado hacía ya rato los alrededores del Regimiento, la distancia con el centro de la ciudad daba un margen de maniobrabilidad mucho mayor.
Desde que había llegado, casi dos meses antes, el centro de la toma de decisiones provinciales se instaló allí. Por frecuencias de radio militares pudieron comunicarse con las autoridades nacionales que también se encontraban evacuadas en distintos edificios y bases militares, aunque el paradero del Presidente aún se mantenía en un estricto secreto, todas las ordenes y novedades se hacían a través de los principales ministros y altos mandos militares.
Los soldados pertenecientes a la II Div. Del Ejército, se dividían en Comandos de Paracaidistas, Batallones de Inteligencia y Comunicación. Todos ellos se habían encargado de peinar y limpiar gran parte de las zonas aledañas. Entre los preparativos logísticos previos a la infección, se habían mandado a hacer vallados de hormigón de 4 metros de alto. Los mismos fueron prolijamente colocados alrededor de los edificios castrenses en donde se instaló el centro de mando.
En su momento, muchas personas que no habían sido alcanzados por la infección, se refugiaron en el lugar, por lo que tuvieron que montarse enormes carpas de campaña para albergar a los más de 1200 refugiados, entre civiles y familiares de los políticos y soldados que prestaban servicio en el lugar. Uno de los proyectos del Gobernador era limpiar y proteger la zona del barrio militar para poder distribuir a estas personas en las distintas residencias.
Ese trabajo era algo más complicado. El barrio militar se encontraba a poco más de dos kilómetros, siempre dentro de los predios controlados por el Ejército. El problema era que el barrio se encontraba muy cerca de donde comenzaba la urbanización de la ciudad, por lo que el peligro de encontrarse con zombis era muy alta. Sin embargo, era una opción para no desechar ya que las más de 300 casas que había en el lugar representaban una excelente opción para descomprimir la zona puramente militar, reduciendo las posibilidades de brotes peligrosos y por otro lado, brindarle a los refugiados un lugar decente para vivir hasta que se solucionaran los problemas.
En la oficina contigua a la del General López, Pascolli se encontraba ojeando unos informes de suministros. Esperaba a que se hiciera la hora de la reunión pactada con sus ministros y algunos altos mandos militares a los que había incluido en las esferas de toma de decisiones. Su secretaria entró y le entregó unas hojas mecanografiadas
Dando un suspiro de fastidio, cerró el informe que estaba leyendo, se guardó su lapicera en el bolsillo del saco y salió del despacho. Desde que sucedió lo de la infección, odiaba las reuniones de gabinete. Antes nadie se atrevía a contradecirlo en nada; de hecho, él mismo había nombrado a ministros que sirvieran como brazo ejecutor de sus políticas. Ahora y desde que el General López criticaba todas sus medidas, gran parte de sus funcionarios lo contradecían públicamente. Cada reunión se terminaba convirtiendo en una batalla dialéctica.
El gobernador ingresó a la sala dispuesto a que la reunión no se convierta en algo interminable. Siempre odiaba eso, para él, la política era acción pura y no un grupo de viejos amargados sentados en grandes sillones y hablando de cosas sin sentido. Marcos sabía lo que la gente quiere y eso le ayudaría a él con sus aspiraciones presidenciales. Cuando un funcionario estorbaba, simplemente le pedía la renuncia. Ahora la situación estaba complicado y tendría que mantener su gabinete de emergencia.
Luego de saludar con un leve movimiento de su cabeza a todos, se sentó en la punta de la gran mesa de la sala. En su lado derecho estaba José Ignacio Olmos, su Jefe de Gabinete y persona de confianza. A la izquierda se encontraba Luciano Márquez, un, hasta ese momento, casi ignoto ministro de seguridad que ahora había tomado importancia por la situación por la que atravesaba la ciudad. El problema de Pascolli no se circunscribía a su gabinete político, sino al poder que ejercía el General López quien insistía en ser parte de la toma de decisiones.
Editado: 19.06.2018