La Corona Sangrienta

1

—¡Es hora de levantarse mi pequeño Roiz! —anunció una mujer con el característico humor de quien le sonríe a cada mañana.

Los primeros rayos del sol, acompañados por el irritante ruido de las cortinas al abrir, golpearon su infantil rostro sin reparo. Y como cada vez, no podía evitar compararlos con la bofetada de una  dama resentida.

—¿Otra vez te quedaste leyendo hasta muy tarde?

Ignorando el interrogatorio de la mujer, él se dirigió al lavabo que reposaba sobre el pequeño mueble de madera negra.

—Deberías de arreglar ese mal habito tuyo —dijo la mujer mientras recogía los libros que yacían regados por el suelo y encima de la cama.

—No considero que expandir mis horizontes sea un mal habito Lady Madelaine —respondió Roiz mientras continuaba con su aseo matutino.

Madelaine Ornella Darcosco no pudo evitar suspirar. Entendía mejor que nadie que no podría ganar en una guerra de palabras contra su hijastro.

Tanta elocuencia en un niño de cuatro años, pensó Madelaine, mientras colocaba los libros en su correspondiente sección del librero. Si no lo hacía de la forma correcta, terminaría por incurrir en la ira de Roiz.

—Sabes que eso no es a lo que me refiero. ¿No crees que te estás esforzando demasiado para ser tan joven?

—Es porque aun soy joven que lo hago.

—A veces me gustaría que actuaras más como un niño de tu edad.

Fingiendo no escuchar eso último, él camino hacia al armario, pero antes de que estuviera por escoger el conjunto del día.

—Permíteme.

Fue interrumpido por su madrastra.

—Probemos este el día de hoy —expreso ella con una dulce sonrisa.

Roiz solo se limito a asentir. Después de todo, cada pieza en su armario había sido seleccionada por la misma Madelaine. Hasta él aceptaba que tenía un buen gusto al escoger ropa para caballeros.

—No tiene porque hacer esto cada mañana, para eso está la servidumbre.

—¿Otra vez con eso?

—Es que siento que solo le hago desperdiciar su tiempo.

—No digas eso Roiz —dijo ella, y con cierto recelo se aventuro a preguntar—: ¿Soy acaso una molestia para ti?

 Se tomo unos segundos antes de responder. Pero ese pequeño lapso de vacilación, fue suficiente para entorpecer los movimientos de Madelaine.

—¿Es por qué no soy tu verdadera madre, la razón de que me trates de forma tan fría?

Al no recibir una pronta respuesta, ella opto por abrazarlo mientras temblaba ligeramente.

—¿Llegara el día en que te escuche llamarme madre alguna vez?

El corazón de una madre es tan frágil como un molusco sin su caparazón.

—Solo deme un poco más de tiempo —Fue la única respuesta que él pudo darle.

Pudo sentir como su temblor cesaba gradualmente.

—¿No crees que cuatro años fueron más que suficiente?

Madelaine era sin duda una mujer persistente.

—Tendrá mi respuesta en el día de mi quinto cumpleaños —dijo él finalmente.

—¿Me lo prometes? —pregunto ella.

—Le doy mi palabra.

—Eso es suficiente para mí.

Seria ese día, el que marcaría el rumbo que su vida tendría que tomar. Roiz apretó con fuerza sus pequeños puños para mostrar su resolución, al mismo tiempo que sentía la calidez de Madelaine.



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En el texto hay: politica, drama

Editado: 07.11.2018

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