—Si vienes a visitarme en persona, lo que implica que abandonaste la casa de mi amigo Sigmud, tu operación, debes tener algo realmente importante que decirme...
Un hombre de unos sesenta años, con facilmente contables arrugas y un blanco bigote que hacía perfecta pareja con el blanco intenso de su desgastado cabello, dirigía sus palabras a quien irrumpía en su oficina. Para oír la respuesta se volteó con confianza, sabiendo quien era aún sin haberlo visto ni oído previamente...
—Me parece que quien debe tener algo realemente importante que decir eres tú, Hex.
La luz de un rayo entrando a través de las ventanas de aquel séptimo piso en la inmersiva noche dejaba ver ambas caras con claridad. Jacob Slash enfrenta en la oficina directiva del departamento cuarenta y uno a Hex Lockbought, director general del recinto privado.
—No lo comprendo...—el experimentado Lockbought desvió la mirada.
—¿No lo... comprendes?—Jacob dió un duro golpe en la mesa—¡Nos enviaste a una misión con reporte falso, maldita sea!
—¿En serio? Esto debe haber sido un malentendido...
—No te hagas el idiota conmigo, anciano. Te conozco bien...—Jacob dejó ver su furia.
Justo cuando Jacob Slash iba a comenzar a quejarse nuevamente, pero con aún más furia, Hex Lookbought alzó su mano izquierda. A pesar de verse como un movimiento totalmente ajeno a la situación y que parecía no tener ningún sentido, provocó el silencio en el investigador Slash.
Jacob intentó buscar respuestas. Observó intensamente los azules ojos del director general. Intentó leerlos, ver a través de ellos para poder comprender ese gesto. A pesar de intentarlo, no lo logró en absoluto. Pero algo en su interior le decía que se detuviera. Quizás era su inconsciente, pues conocía tan bien a Hex Lookbought tras tantos años a su lado, que muy en el fondo creía imposible que a Hex se le pasara por alto esta situación, permitiendo a novatos asistir a una misión fraudulenta. Era algo simplemente impropio de él. Después de todo, el hombre que fue capaz de cambiar su vida para siempre no podía cometer un error de tal magnitud ni tener la maldad de hacerlo sin motivo.
Trás un extraño silencio, Hex habló:
—Regresa ahora mismo a tu trabajo. Jamás creí que podrías faltarle el respeto de esta manera al mismo directo general de este flamante departamento privado.
Sin rechistar, Jacob parecía obedecer dejando la oficina de una vez por todas. Trás cruzar en silencio esa puerta, mientras esperaba afuera, lo suficientemente cerca de la habitación cómo si fuera lo único que le importaba en ese momento, cómo si sintiera que algo más iba a pasar; Felicia Helena, investigadora privada superior, se cruzó en su camino mientras deambulaba por el pasillo principal del séptimo y último piso del departamento número cuarenta y uno.
—No te ves muy bien hoy, Jake— mencionó la mujer de ojos y cabello negro vistiendo su camisa blanca y pantalón de uniforme.
—¿Tanto se me nota?
—¿Ocurrió algo con tu pupilo novato?—preguntó ella.
—No. Frank se encuentra en una operación con Levin hoy.
—Y... —Felicia esperaba que Jacob continuara—...imagino que no me dirás la verdad.
—No lo haré. Pero si mis sospechas son ciertas, te enterarás pronto, Fel—culminó Jacob.
—No negaré que me duele un poco ya no ser la persona a la que le cuentas todo lo que sientes...
—Deja el pasado atrás, Fel. No lograrás nada molestandome—respondió firme Jacob con la mente en otro lado.
—Como quieras —rió ella sutilmente continuando con su caminata.
Trás un desahogador suspiro de Jacob, finalmente ocurrió. Hex Lookbought salió de su oficina y lo primero que vió fue la intrigante mirada de Slash que deseaba fuertemente que de verdad hubiera una explicación racional. Sin más demora, el director general rompió el silencio:
—Me estan espiando.
Mientras tanto, de regreso en la casa amarilla de Sigmud Van Strike, Benedict, Theodoro y Fred habían estado conversando por varios minutos frente a la intacta escena del crimen.
—A mí también me parece extraño que el investigador superior Slash haya tenido que irse de repente— comentó Theodoro.
—Imagino que esto solo provoca que tu odio por él aumente...—continuó Fred.
—No realmente. Creo que trás ver este cuarto logré entender a lo que nos enfrentamos, con lo que un investigador privado debe lidiar. Por más que lo vea como una injusticia, creo que yo también hubiera elegido llegar aquí a tiempo antes que perseguir a un ladrón.
Pocos segundos después que el pelirrojo y el de corte de taza hayan acabado su conversación, Benedict Vett, quien se encontraba alejado del resto analizando una gran biblioteca dentro de esa habitación, encontró algo:
—Oigan chicos, creo que deberían ver esto...
Fred y Theodoro se acercaron. Benedict sostenía un libro. Sin portada ni título. Observaban una página en específico...
—..."La cripta, donde los colores ayudan a los muertos a descansar"—leyó Vett en una de las páginas.
—¿Una cripta? ¿Colores?—dudó Fred.
—Pero... ¿Acaso crees que hay una relación entre ese libro y el asesinato?—dedujo Theodoro.
—Yo... no lo sé—concluyó quien sostenía el libro.
Nuevamente, a las afueras del departamento número cuarenta y uno, cerca del muro pero lejos de la puerta donde iban y venían personas constantemente, conversaban Jacob Slash y Hex Lookbought bajo el nublado cielo.
—Encontré micrófonos en mí oficina.
—Entiendo...¿Tienes alguna sospecha?—preguntó Slash.
—No de momento... —respondió estresado el director general.
Trás un extenso silencio entre ambos, mientras la noche gritaba sin cesar que se acercaba una tormenta, las palabras se mostraron de nuevo:
—Sobre lo de tu operación... sí, por supuesto que era consciente de que la información era falsa. De hecho, fue parte de un plan entre Van Strike y yo.
—¿Un plan? Explícate—exigió Jacob sin comprender.