Júlia acudió a Espacio Profundo. El local estaba tan lleno como era habitual.
Subió las escaleras, y se encontró con los dos guardas de seguridad.
Uno de ellos le hizo un gesto afirmativo, y la doctora avanzó por el pasillo.
Una de las puertas se abrieron y un hombre con los brazos tatuados la miró de arriba a abajo mientras se dirigía a la salida.
Al parecer los tatuajes estaban de moda en La Cubierta, hasta el sastre los llevaba.
Giró el pasillo, y se encontró con la puerta negra.
Apretó el timbre y lo mantuvo así, mientras el sonido agudo del mismo sonaba sin descanso.
Por fin, la puerta se abrió. Una mujer bajita y delgada la miró con ojos entrecerrados. Llevaba el pelo muy corto y sin flequillo, destacando su amplia frente y unos ojos oscuros y brillantes. Se enmarcaban por unas sus cejas muy delgadas y puntiagudas y unos labios que estaban pintados del color de las cerezas.
El traje era de un rojo brillante que se ajustaba perfectamente a cada curva de su cuerpo. Lo complementaba un cinturón ancho y violeta que conseguía que destacara todavía más su estrecha cintura.
-¿No te han explicado que el timbre no se toca nunca?- preguntó llevando las manos a la cintura.
-Es una emergencia- indicó Júlia intentando mirar más allá de la pequeña figura de la mujer- Necesito hablar ahora mismo con el Jefe.
La mujer la miró de arriba a abajo y asintió.
-Espera aquí- dijo cerrando la puerta.
Pasados unos minutos, la mujer le indicó que la acompañara.
Júlia avanzó por una serie de paneles de madera bellamente trabajados y decorados con tapices de temática naturales.
Estaban colocados de tal forma que impedían ver que se escondía detrás de ellos.
La mujer menuda movió uno de los paneles y atravesó el espacio. Detrás, una gran librería que ocupaba toda la pared y enfrente de ella, una mesita baja con un juego de ajedrez y dos cómodas butacas orejeras, de formas sinuosas situadas sobre una alfombra gris.
Júlia pisó la mullida alfombra y se sentó junto a Jaime.
Al parecer, le había interrumpido la partida.
-Doctora, le presento a mi mujer Nerea- dijo mientras movía ficha y sin apartar la mirada, la otra mujer movió el panel a su posición original y desapareció de su vista.
-¿Y bien?
-Esta noche he estado en la tienda de Jamal. Me ha escondido en uno de los probadores y he podido escuchar la conversación que ha mantenido con dos mujeres y un hombre. Iban a ir a una fábrica de hielo que está a una distancia de unas ocho horas de aquí. Allí, van a facilitar uno de los dos componentes que se necesitan para fabricar una neurotoxina. Con ella, los Caucasianos pueden atentar sobre un único objetivo, o armar una bomba y atacar una zona habitada… como La Cubierta.
-¿Qué papel juega nuestro sastre?
Júlia se lamió los labios secos y tragó saliva.
-No estoy segura- dijo Júlia, intentando rememorar todo lo que había oído y visto- Él… consiguió extraerles la información durante la conversación.
Jaime se mesó la barba y llamó a Nerea.
-¿Y qué hacían allí esos tres? No creo que quisieran un traje nuevo.
Su mujer entró pasados unos segundos.
-No estoy segura- repitió Júlia, sopesando sus palabras y mirando fijamente a Jaime- Tenían prisa pero le aseguraron que pensaban volver.
Jaime giró la butaca y habló con su mujer nombrando a varias personas por su mote y usando nombre en clave. Lo único que Júlia entendió fue algunos materiales que pidió que preparasen y un par de vehículos.
-Como siempre, ha sido un placer doctora. Ahora si nos disculpa, tenemos que salvar el barrio de su aniquilación más absoluta. Siga siendo la sombra de Jamal- añadió mientras se levantaba y le señalaba la salida- y no vuelva a cuestionar mis órdenes. La próxima vez deje el papel en el buzón tal y como le indiqué.
Nerea la acompañó hasta la puerta y Júlia se quedó en el pasillo durante unos instantes, confusa y algo humillada.
Salió hasta la puerta del bar y se dirigió andando hasta su casa. Pasó por la tienda del sastre, pero estaban las luces apagadas y la puerta cerrada.
Suspirando entró al piso, desnuda y sin desmaquillar se metió en la cama y cerró los ojos.
Mañana sería un largo día.
Cuando llegó a la consulta, abrió el despacho y estuvo revisando la información que tenía sobre agentes químicos, detección, tratamiento, etc.
Si finalmente Jaime y su gente eran incapaces de detener a los Caucasianos podía encontrarse con un problema médico que iba mucho más allá del ámbito local.
Preparó planes de contingencia y revisó los protocolos médicos que otros países habían seguido ante casos así.
Tuvo un par de visitas, hasta que recibió una llamada en el móvil. Era el Jefe.
-Doctora, tengo buenas noticias. Crisis superada- Júlia suspiró aliviada- No hay nada que una mente bien ordenada no pueda superar, ¿no cree? Por cierto, hay dos heridos de bala y uno de arma blanca que están camino de la consulta. Haga lo que pueda por esos héroes. Si necesita algo más, no dude en decírmelo.
Júlia se quedó estupefacta mirando durante unos segundos el salvapantallas del móvil.
Llamó a Rosa y le pidió que acudiera lo antes posible a a la consulta.
Cuando llegaron los tres hombres, les acompañaba Antonio al que al parecer su padre enviaba como una ayuda adicional.
Júlia examinó al que había recibido dos proyectiles y sangraba profusamente. Tuvo que entrar directamente al quirófano y empezó a operarle junto a Rosa. Mientras, Antonio estaba haciendo pruebas al otro herido de bala para poder ver si tenía algún órgano dañado y era necesario que también entrara en cirugía.
Al tercero, el herido por arma blanca, el improvisado enfermero le puso unos parches y le cosió hasta que pudiera hacerle más pruebas. La herida era en el hombro y los brazos, y no parecía repercutir especial gravedad.
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Editado: 04.07.2021