✓Giovanni
Elena había guardado silencio, absorta en sus pensamientos, después de algunos minutos su precioso rostro se volvió pálida y su expresión no transmitía absolutamente ningún tipo de sentimientos.
De un momento a otro se tiró en el piso, parecía estar en otra dimensión.
Su cuerpo estaba presente, pero su cerebro no.
Al principio pensé que era algo normal, pero luego observé como se hacía daño.
Hice todo lo posible para que se estuviera, pero tenía una fuerza sobrenatural e indescriptible.
Empecé a hablarla, pero al parecer no me escuchaba.
Elena estaba ahorcándose ella misma.
Sus ojos empezaron a cerrarse, pero ella parecía luchar para que eso no pasará, pero al cabo de algunos segundos se cerraron.
Entré en pánico.
No sabía que fue lo que le había pasado, aún tenía pulso.
Salí de la biblioteca.
Fui en busca de la vidente de la aldea que vivía a unos treinta minutos de aquí.
Había dejado a Elena en la biblioteca, la puse en una posición que nadie sospechase de que está desmayada.
Llegué a la casa de la vidente. Tocó la puerta una vez.
Después de esperar algunos segundos apareció una mujer de unos sesenta años de edad con cabello negro rizado.
—Joven, que se le ofrece?, —interrogó curiosa.
—Necesito tú ayuda, —respondí.
—Vaya, vaya!!, —soltó como si no se lo creyera.
Después de eso le expliqué lo que había pasado. Le conté todo sobre Elena, desde los más pequeños detalles hasta los ataques de pesadillas y el no poder dormir en las noches.
Ella había dicho algunas palabras sin sentido, bueno, para mí no tenían sentido, ya que no entendía a lo que se quería referirse.
*********
✓Elena
Al abrir mis ojos, sentí un dolor intenso por todo mi cuerpo.
Mis manos me estaban temblando y no sabía el motivo.
Estaba tratando de recordar lo que había sucedido.
Geovani.
¿Dónde está Geovani?
¿Porque se había ido?
¿Me dejó sola?
¿Está vez que hice mal?
Me cuestioné a mi misma.
Estaba apunto de salir de la biblioteca pero justo vi a Geovani con una señora de unos sesenta y alguito años.
Antes de que pudiera decir algo Geovani me envolvió en un abrazo.
Aquél abrazo era tan reconfortante.
—Despertaste, —me dijo, parecía estar aliviado por eso.
Geovani me contó todo lo que había sucedido y me presento a la señora que por cierto es una vidente.
—Tu tienes un don, —expresó la vidente que por cierto se llama Grace.
—¿Cómo eso es posible?, —cuestionó sin poder cerrarlo Geovani.
Él estaba bastante asombrado.
—Y es muy poderoso y a la vez peligroso, si no lo sabés controlar. —continuó ella, haciendo omiso a la pregunta del chico.
—Esa es la razón por la cual tienes ataques de pánicos, pesadillas y alucinaciones. —dijo por último.
No sabía que decir, al principio quería decirle que estaba loca.
Abrí la boca para decir algo pero ella habló antes, —Las pesadillas no son cualquier pesadillas.
Al escuchar eso me quedé algo confundida, no entendí a lo que se estaba refiriendo.
—¿Qué quieres decir con eso?, —pregunté arrugando la nariz.
—Que tienen significado, que tus pesadillas trata de decirte algo. —me hace saber.
Geovani, tanto como yo, no sabíamos que decir. Yo estaba confundida y al mismo tiempo sorprendida. Creo que Geovani estaba igual.
—Hasta acá llegó mi trabajo, no puedo hacer nada más, si estás por preguntar¿cómo controlar tu don?, Pues la respuesta es simple, tú debes averiguarlo por ti misma. —expreso la vidente llamando mi atención.
Estaba apunto de marcharse pero se detuvo.
—Oh, casi lo olvido. —dejo salir y me dio un cofre de madera.
—No lo habrás, solo hazlo si en realidad lo necesitas. —dijo como si estuviera advirtiendo algo.
Era difícil de entenderla porque no decía nada en concreto.
—Está loca, —soltó Geovani.
Simplemente ignoré el comentario de Geovani.
La vidente dijo que todas las pesadillas que tuve y tendré tienen significado.
Y otra cosa es que tengo que saber controlar mi don. Y ni siquiera se que clase de don tengo.
¿Cómo sabré controlar?, Si ni siquiera se clase de don tengo.
Sentí que debía volver a casa, no puedo estar huyendo de mis padres.
Es algo patético.
—Geovani, creo que es momento de volver a casa, —expresé.
Por más que no fue por mucho que había huido de casa.
Creí que era necesario volver.
Él entiendo.
Durante el trayecto aproveche para preguntarle quién era Cailin.
Pues el me comentó la historia de la niña, era aterrador y triste al mismo tiempo.
Al llegar a la casa me despedí de Geovani y me disculpé por la molestia que hice al aparecer de noche en su casa y también por haberle preocupado.
Después de eso toque la puerta un par de veces.
Parecía que no había nadie en la casa.
Muy raro.
¿Será que habían salido a buscarme? o tal vez pensaron que huí a la ciudad de Carolina del Norte?.
—Maldición, —solté en voz alta.
No tuve opción que sentarme a esperar a que regresen.
Había pasado un buen tiempo y aún no regresaban.
Me empecé a preocupar, pero para que? Si ellos saben cuidarse las espaldas por si solos.
Me dolía todo el culo por estar sentada tanto tiempo.
Me levanté y empecé a caminar por la aldea.
Durante ese lapso de tiempo pude socializar y ayudar a algunos de los aldeanos, lo que nunca pude hacer en un principio.
Eran bastante humildes y honrados.
Se que había estado acá más de quince días y solo había socializado con Geovani.
Pude conocer muchísimas cosas más acerca de los aldeanos, sus culturas, religión, creencias, mitos y leyendas.
Y así pasé el resto del día.
Como ya estaba oscureciendo, decidí que era mejor volver a casa.