ANDREA
Seco el sudor que me perla la frente con el antebrazo. Llevo unas tres horas encerrada en esta habitación que me he encargado de revisar milímetro a milímetro. He buscado en cada botón, cajón, cojín y superficie donde pudieran esconder una cámara o micrófono con el que mantenerme vigilada, pero, afortunadamente, no he encontrado nada. Está limpia.
Según el rubio que me dejó aquí, deberían haber venido a decirme cómo funcionarán las cosas a partir de ahora, mas no he tenido noticias. Sé que están en la casa, se escuchan los pasos nerviosos de alguien dando vueltas en el piso inferior. Podría jurar que es Dan, algo me dice que el chico no está demasiado de acuerdo con lo que está sucediendo. Pero, ¿qué está sucediendo exactamente? ¿Por qué arriesgarse a secuestrar a alguien como yo?
Mi cuerpo rebota en la superficie mullida cuando me dejo caer en la cama. Un suspiro pesado brota de mis labios.
Hay cosas que no terminan de encajar. Han sido muy descuidados al asesinar a dos personas en un callejón cercano a una calle residencial muy transitada. Entiendo que eran altas horas de la noche, pero eso no evita que haya gente en la calle que pudiera haberlos visto. Sin embargo, mi secuestro parece estar calculado al milímetro. Ni siquiera se han preocupado de que me puedan estar buscando, de lo contrario no me habrían llevado en la parte delantera del coche, arriesgándose a que fuera vista.
Las palabras de la chica que asesinaron resuenan en mi mente desde que me secuestraron. «¡No, por favor! ¡Juro que no sé dónde está!» ¿A quién o qué están buscando que es tan importante como para acabar con la vida de los personas?
La puerta de la habitación se abre y una ráfaga de aire fresco me azota con ferocidad. Me incorporo apoyándome sobre los antebrazos para comprobar si ha sido el viento o uno de los tíos que piensan que será sencillo mantenerme cautiva. El moreno de pelo desordenado y mirada oscura me observa desde el umbral con una ceja enarcada que vuelve a su sitio en cuanto nota mi mirada. El aire se vuelve más espeso, mi corazón comienza a latir a una velocidad vertiginosa.
Me pongo en pie de un salto, preparándome para todo.
—No te cortes. Puedes ponerte cómoda, vas a pasar una larga temporada aquí —dice como si nada.
Frunzo el ceño ante sus palabras. Confieso que confiaba en que fueran un trío de desgraciados que se habían puesto nerviosos al ver a una testigo y no habían tenido oportunidad de pensar en las consecuencias de un secuestro, pero veo que no es así o no quieren dejármelo ver.
—¿Qué quieres?
Su mirada sigue sobre mí, casi como si no se hubiera percatado del desastre que hay en la habitación. Los pocos libros que había en la estantería están en el suelo, los cojines de las butacas azules tirados sobre la cama y las puertas del armario y cajones de las mesas de noche abiertas. Sin embargo, su mirada sigue fija en mis ojos, logrando ponerme un poco más nerviosa de lo que me gustaría.
Con un movimiento de cabeza me ordena salir del cuarto. Quiero hacerlo, salir de aquí no es una mala idea, pero mi cuerpo no responde. Los segundos pasan y el silencio se vuelve más tenso, más desafiante, casi pareciera una lucha de poderes que no estoy interesada en ganar aún.
Observo cómo su mano desaparece en la parte trasera de su cintura y vuelve a aparecer empuñando un arma que mantiene apuntando al suelo.
—Vamos.
Mi corazón late frenético. A pesar de todo, nunca me acostumbré a las armas ni a la violencia.
Trago fuerte siguiendo el camino que el cañón de su pistola traza frente a él. Lo hago en silencio, bajando la mirada y evitando el contacto visual. Eso es lo que él quiere: sumisión total, sentirse todopoderoso y se lo voy a permitir si así me gano su confianza. Tengo que encontrar la forma de salir de esta casa.
—Cuando necesites algo por la mañana, Dan se encargará de proporcionártelo —comienza a explicar a mi espalda mientras descendemos al piso inferior—. Si fuera por la tarde, Lorenzo y si quisieras algo por la noche, tendrás que acudir a mí.
Río. ¿Acudir a él o Lorenzo —entiendo que es el cuarentón del que desconocía el nombre—? No, gracias. Prefiero morir de inanición. Sé que con ellos no conseguiré nada, la pieza clave es Dan. Ese rubio es el punto más débil del trío, por eso le dejan la primera guardia, la más sencilla, en la que menos errores puede cometer.
—No saldrás de tu habitación a menos que sea en compañía de uno de nosotros. Excepto cuando quieras bajar a la cocina, es el único área que tienes permitido pisar sin nuestra supervisión. —Enarco una ceja en su dirección, sorprendida, eso es un fallo de principiante. Podría ser lo que necesito para escapar—. No te emociones, siempre habrá alguien en el salón, vigilándote.
Asiento volviendo a mirar la estancia.
La ausencia de paredes hace que el espacio sea más diáfano de lo que me gustaría. No hay puntos ciegos. Desde el salón -separado de la cocina por una gran isla- pueden ver toda la planta inferior.
Mis ojos analizan las posibilidades de huida que se reducen a ninguna. Claro que, si no hubiera nadie vigilando, podrían elevarse a varias decenas. Las puestas correderas que dan al jardín, la principal, la trasera y las ventanas que hay aquí y allá. Escapar no parece tan difícil, mas si hablamos de sobrevivir en un bosque de miles de hectáreas sin móvil ni posibilidad de pedir ayuda, las cosas cambian.
Siento unos ojos repugnantes sobre mí y no son los del moreno. Frunzo el ceño en busca del dueño de tal mirada, encontrándolo en lo alto de las escaleras que estamos subiendo. Lorenzo. Ese hombre no me da buena espina, tampoco es como si el resto fuera diferente, pero él... Hay algo que me hace querer huir en dirección contrario cada vez que lo veo.
El asesino de mi espalda le hace una señal para que se aparte y me deje pasar, pero su mirada sigue analizándome con rabia y, podría atreverme a decir que odio. ¿Qué me estoy perdiendo?
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Editado: 29.10.2024