DEBRA
FLASHBACK
La sed de venganza y hambre de muerte solo tienen una forma de ser saciadas: sangre.
Ese hijo de puta no debería haber sido concebido. Su sola existencia ya es un problema en si mismo. El oxígeno que consume podría ser el sustento vital de otro humano, así que por qué dejar que siga desperdiciando ese oro gaseoso cuando no merece ni una mísera gota de agua.
Una sonrisa se forma en mis labios cuando pienso en las cientos de formas con las que puedo hacerle daño.
Es tu fin. Hoy seré yo quien se ponga cachonda con tu sufrimiento.
Mi reflejo en el espejo hace que una mueca de disgusto se apodere de mi cara. Una camiseta blanca, vaqueros y americana roja visten mi cuerpo.
«¿Por qué tanto color? ¿Es necesario lucir como un arcoíris para esconder el dolor?»
Me deshago de las prendas, sustituyéndolas por un precioso -y muy ajustado- vestido negro que abraza mis curvas hasta las rodillas. Me aseguro de que el arma letal queda perfectamente sujeta a la pierna y, tras comprobar que pasa desapercibida, salgo de casa.
Trato de disimular mi sorpresa cuando el coche negro que lleva todo el día siguiéndome, me espera al otro lado de la calle. Con una rápida ojeada entiendo que no es el rubio que intenta tanto no ser visto que canta más que una almeja. En su lugar, el moreno con aire oscuro vigila todos mis pasos.
«¿Quieres saber quién soy? Adelante.»
Subo al coche dejando que la tela negra que cubre mi piel se levante lo suficiente como para que vea el cuchillo.
«¿Estás seguro de querer seguirme?»
Una sonrisa se forma en mis labios cuando veo la suya a través del retrovisor. Algo me dice que no le teme demasiado a la muerte.
Su mirada llena mis venas de adrenalina y no puedo evitar sentir curiosidad por el adonis moreno que sigue mi coche en la distancia.
«¿Quién eres? Y más importante aún, ¿por qué me sigues?»
Niego con un rápido movimiento de cabeza y me centro en lo realmente importante: llegar hasta el hijo de puta y asegurarme de eliminarlo de la faz de la Tierra.
Mis manos tiemblan ante la expectación mientras mi mente perversa no deja de planear formas de acabar con él.
Río.
Se dice que Vlad Tepes hizo talar un bosque entero para empalar a más de veinte mil personas. Clavaba una larga estaca en el suelo que luego era introducida por el ano de los condenados. Esto no solo supone una tortuosa y horripilante forma de morir sino que es el propio peso de la persona lo que le lleva a una muerte segura.
No diré que no me parecía una buena forma de acabar con ese trozo de mierda pero es demasiado... llamativa. No obstante, el dolor que sentirá podrá ser comparable a cualquier tortura del loco Tepes.
Aparco el coche frente a su piso, situado en un maravilloso edificio en el centro de la ciudad. Compruebo que el arma está cargada, la meto en el bolso y ajusto el agarre del cuchillo a la pierna. Tras coger todo lo necesario, bajo del coche.
Aarón 09:45 pm.
¿Te falta mucho?
Andrea 10:00 pm.
Ya estoy aquí.
Puedo imaginar la sonrisa de suficiencia que le habrá provocado mi mensaje. Qué asco.
Hay muchas formas de ser un monstruo y ese es el principal problema. No podemos temer a lo que no vemos, no podemos escapar de la ausencia de peligro ni activar nuestro instinto de supervivencia cuando pensamos que todo va bien. Ahí radica el peligro. Damos por hecho que el monstruo de debajo de nuestra cama se esconde en las sombras de la noche, asumimos que la maldad es algo excepcional y olvidamos que absolutamente cualquiera puede ser un monstruo de dimensiones incalculables.
Aarón 09:45 pm.
Ático B, preciosa.
Ruedo los ojos, es tan predecible.
Después de tantos años supuse que me constaría algo más encontrarlo y poder hacerle pagar por todo lo que me hizo, pero supongo que en su mente enferma esto es más excitante de lo que había imaginado.
Observo mi reflejo en el cristal del coche y mis ojos se van directos a las cicatrices del pecho que aún son visibles.
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Editado: 29.10.2024