–Necesito la cotización de todo el mes próximo. Altaír viajará a Londres para cerrar la negociación– dijo Alan abriendo la puerta –en seguida señor– respondió la secretaria al tiempo que Alan regresaba a su oficina. Se acercó a su escritorio y sobre él miró la foto de su esposa. Sonrió y tomó e portarretratos mirándolo fijamente – ¡hoy hace un año que nos casamos!– recordó exaltado, tomó el teléfono y la llamó.
El teléfono de Altaír sonó –no contestes– dijo Dante abrazándola por la cintura cuando ella se incorporó sobre la cama para responder –debo contestar, es Alan– respondió ella estirándose y cubriendo su cuerpo desnudo con las sabanas – ¿hola? – Dijo ella – ¿comemos juntos? – Preguntó Alan sentándose en el sofá de su oficina que daba hacia el ventanal que ofrecía vista de la ciudad –lo siento, la cita con el cliente se prolongó– respondió cubriendo la bocina del celular pues Dante no podía contener la risa. Al escucharla, se borró la sonrisa del rostro de Alan –ok, no sé por qué razón te llamé, creí que por ser nuestro aniversario sería diferente– replicó Alan y cortó la llamada. Altaír se encogió de hombros y soltó una carcajada junto con Dante –a veces me exaspera– dijo ella abalanzándose desnuda sobre el cuerpo de él.
A ella su matrimonio le importaba nada, no amaba a Alan y todo le parecía una farsa, se había casado con él por presión de su padre y por imagen. Alan era un hombre exitoso, un ingeniero informático, propietario de una empresa desarrolladora de software y aplicaciones. A pesar de tener tantas cualidades, a pesar de ser guapo, varonil, tierno, amoroso y dulce, no había logrado el amor de su esposa. Él la amaba tanto, hacía todo pensando en ella, pero en los últimos meses, ella ya no era la misma con la que se había casado. Parecía como si ella se hubiera quitado una máscara y hubiera mostrado su verdadero rostro.
Alan, sufría en silencio el abandono de su esposa. A pesar de saber que él daba todo por ella, en ocasiones, sentía que había hecho algo mal, que era su culpa que ella cambiara tanto. Para entonces, él se refugiaba en su trabajo, ya no tenía una vida conyugal normal, se sentía solo y desesperado, quería encontrar algo a que aferrarse, algo que lo hiciera sentir vivo.
Después de la llamada fallida a Altaír, Alan llamó a Carlo, su mejor amigo, – ¿man? ¿Comemos juntos? – Preguntó un tanto melancólico – ¿Qué? – Preguntó Carlo –se supone que hoy es tu aniversario de bodas–dijo extrañado –pues sí, pero al parecer para mi linda esposa, todo es más importante que yo– dijo Alan suspirando –lo siento bro, tengo un asunto pendiente– respondió Carlo – pero podemos cenar– agregó –ok, a las ocho en donde siempre– dijo Alan colocando la fotografía de Altaír en uno de los cajones del escritorio –ok bro, nos vemos entonces– respondió Carlo y ambos cortaron la llamada.
Eran las 3:00 de la tarde cuando Alan decidió salir a comer –bien, parece que una vez más me toca comer solo– se dirigió al perchero, tomo su saco y abrió la puerta –no voy a regresar, cancela todo lo que haya quedado pendiente y nos vemos mañana– dijo seriamente Alan al tiempo que se dirigía a la salida sin darle tiempo a la secretaria de decirle que estaba una chica esperando hablar con él para la vacante de asistente personal. –Lo siento, tendrá que ser otro día, como escuchaste, mi jefe no va a regresar– explicó Lucy a Dara.
Dara salió apresurada de la oficina –es un pedante, mandón, pesado y egocéntrico, quizá fue mejor que no me entrevistara– pensaba ya un tanto alterada. Llevaba meses buscando empleo y hasta ahora no había encontrado nada lo que la sometía a un alto nivel de estrés –no puedo regresar a casa sin empleo, necesito ayudar a mi mamá– seguía pensando caminando sin rumbo. De pronto sintió hambre –pues a comer, y después a buscar nuevamente– dijo para sí misma iluminando su rostro con una sonrisa. Buscó en el interior de su cartera viendo con aflicción que no le quedaba mucho efectivo –bueno, para algo habrá de alcanzar– se dijo a sí misma y entro a un restaurante de comida rápida.
Alan ya se encontraba en el restaurante preferido de Altaír – ¡feliz aniversario! – se dijo a si mismo dando un sorbo a su copa de vino tinto mientras esperaba que el mesero regresara con su orden. Jugaba con su celular entre sus manos, se notaba triste, decepcionado y enojado –su orden señor– dijo el mesero colocando el plato en la mesa –gracias– respondió Alan mirándolo. Cuando éste se retiró Alan miró hacia la ventana, dio un suspiro profundo y empezó a comer. Mientras degustaba su platillo, pensaba en Altaír, en todo o que ya les había sucedido durante los anteriores seis meses. Día a día las discusiones incrementaban a pesar de que él ponía todo de su parte para salvar su relación.