Étnicamente, los devlianos formarían parte de los eslavos orientales más primitivos, pues el auge de su civilización se dio entre los siglos II y I a.C., en las frías y extensas estepas de Siberia. Sin embargo, estando tan alejados de las civilizaciones que se alzaron en el oriente próximo, en Europa o en África subsahariana, se tenía muy poca información de ellos y en realidad, casi ninguna.
Cuando las tierras siberianas comenzaron a ser exploradas, concluyeron que, debido al clima tan hostil, era improbable, por no decir imposible, que algún ser humano hubiese podido vivir allí, pero como siempre, se asume más de lo que se conoce, porque ciertamente vivieron y alcanzaron un desarrollo igual o superior que civilizaciones más conocidas y antiguas como la hitita, la minoica, la micénica o la egipcia.
Los escasísimos estudios acerca de los devlianos, los mal situaban en el mismo lugar y época que los Escitas, pero existía un grave error en ello, pues los pueblos Escitas, si bien se extendieron por amplios territorios, su lugar de origen, Escitia, y según los autores clásicos, estaba ubicado entre el sur de Rusia, Ucrania, Kazajistán y el norte del Cáucaso, todo lo anterior muy alejado de las estepas siberianas. En lo que sí acertaban era en la época, pues coincidieron con la misma en la que los Escitas comenzaron su expansión, y era quizá por esto que eran confundidos con éstos.
Los primeros pueblos devlianos procedían y como ya se dijo, de muy al norte, pero no eran un pueblo unificado, sino que se trataba de varias tribus nómadas como la Yuk, Riur, Kadi y Devli, por mencionar algunas, y fue bajo el mandato de Ialen que comenzó primero la unificación y luego la expansión a gran escala. Fue Ialen quien tuvo la ambición de expandir sus dominios, pero entendió que, para ello, primero debía unificar a las tribus y convertir la suya en una poderosa maquinaria que lo llevase a conseguir lo que quería. Su tribu era la Devli, y de allí provenía el nombre con el que serían conocidos. No obstante, un plan tan ambicioso no se conseguía de la noche a la mañana, y por hábiles que fuesen, ninguno de ellos solía vivir mucho tiempo, porque si bien sus humanidades se habían adaptado a las inclemencias del ambiente en el que habían nacido, las enfermedades y la vida que llevaban, no garantizaban muchos años de vida. De manera que, aunque Ialen logró anexionarse varias tribus, lo que no vería sería hasta dónde llegaría su sueño. Los que sucedieron a Ialen continuaron la empresa, algunos tuvieron más éxitos que otros, pero sería a partir de Izan, el abuelo de Iziaslav, y cuando ya eran una tribu enorme y con fama de temibles, que comenzaría la verdadera era del terror que abarcaría cuatro generaciones una más temible y destructiva que la otra.
Otra de las características que hacía fácil la confusión con otros pueblos de la era del bronce de aquellas latitudes, fue su habilidad sobre sus monturas. Los niños devlianos aprendían a montar casi antes de aprender a caminar, y comenzaban a entrenarlos en el manejo del arco, principalmente, a tempranísima edad también, y de ahí que casi no tuviesen una infancia como la conocemos hoy en día.
En la época de Iolan, ya los devlianos eran no solo una tribu conocida, sino una muy temida, y si bien eran comunes los ataques e invasiones, escuchar que se acercaba la caballería devliana, era lo mismo que podía sentirse cuando se sucede un violento temblor de tierra, y los aldeanos comenzaban a gritar: ¡Nelik! o cualquier variante de la palabra demonio que era muy parecida para cualquiera de aquellos que compartían las raíces lingüísticas. Las mujeres y los que tenían tiempo, se encomendaban a sus deidades, pues sabían que por donde ellos pasaban, dejaban una estela de sangre y fuego y poquísimos sobrevivientes, pero en el caso de las mujeres, eran hechas prisioneras suponiendo que sobreviviesen a las violaciones en masa, y en el caso de los niños, solo si eran muy pequeños podían conservar la vida, pues en ningún caso les servirían si eran mayores, pues solo estarían albergando a un futuro enemigo.
Teniendo en cuenta que fueron guerreros salvajes y feroces, en la época de Iziaslav conquistaron una enorme extensión de territorio que llegó a abarcar alrededor veinte millones de kilómetros cuadrados, y dejaron a su paso un saldo de víctimas de entre 40 y 50 millones de almas. De manera que, cuando Iziaslav se lamentaba de las atrocidades perpetradas, no era un eufemismo, pues nacieron para la conquista y la destrucción, y aunque a día de hoy no estaba seguro de por qué, aquella había sido su realidad y habían dedicado sus vidas por entero a ello.
No habiendo desarrollado un sistema de escritura hasta mucho más adelante en el tiempo, su existencia quizá habría pasado desapercibida o se habría perdido su historia en el tiempo. Sin embargo, como sabemos, serían víctimas de la maldición que cambiaría el curso de la historia de su civilización, pero que también los obligaría a desaparecer sin aparente rastro, algo que resultaba inaceptable para aquellos historiadores acuciosos que sabían, que todas las civilizaciones, aun aquellas llamadas analfabetas por no haber dejado registros escritos, dejaban alguna huella de su existencia.
En la comunidad arqueológica había un reducido grupo que seguía sosteniendo aquella teoría, pero de ninguna manera exhibían la obsesión del grupo que había estado persiguiéndolos. Akad había asistido a muchas ponencias, seminarios o simples charlas al respecto, porque si bien en un inicio no había tenido un interés especial en aquella civilización, el mismo se despertó a raíz de la conversación que sostuviese con su abuelo, y no exactamente por la conversación, sino con lo que fue averiguando entre los estudiosos del tema. De acuerdo a la escasa evidencia arqueológica, muchos de ellos sostenían que no solo había sido una civilización adelantada, sino que había sido todo un imperio, lo que explicaba aún menos, cómo había desaparecido sin dejar rastro.
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Editado: 11.02.2023