La Dinastía (libro 11. Vannya)

Cap. 64 No es posible

 

En los días que siguieron al drama Janos-Amaranta, Dylan y Sergei tendrían mucho trabajo, porque si bien Avitzedek podía estar incurso en un delito grave al haber atacado a Lucien, el mismo Lucien y una vez que se había recuperado, y estando no solo más tranquilo, sino mejor informado de cómo habían estado las cosas el último año con Janos, se opuso a que Avitzedek fuese enjuiciado por lo sucedido. De más está decir que si Iziaslav podía mostrarse dispuesto a escuchar a su hijo, no era el caso de Lucía, por ejemplo.

  • ¿Qué sucede contigo, rybik? ¡Ese hijo de perra quería matarte!
  • No, no quería hacerlo, o al menos no a mí – y en este punto miró a Janos que estaba más de acuerdo con Lucía que con él
  • ¡Athayr! – exclamó Lucía
  • Hija…
  • No estoy hablando contigo, brari, así que cierra la maldita boca – ordenó interrumpiendo a Dylan

Alexander se frotó la frente con cansancio. Él sabía desde la aparición de Lucía en las condiciones que lo había hecho, que no sería fácil la tarea que tenían por delante, pero a diferencia de aquellos que habían conocido y sufrido a Mikha, y aunque él también lo había hecho en su existencia como Seren, su relación había sido más bien lejana, y como ya se ha dicho muchas veces, información no es lo mismo que conocimiento. De manera que, en la actualidad, estaba convencido que nada más se podía hacer, y aunque a él menos que a nadie, le gustaba la idea de tener que matar, sabía que hasta tanto encontrasen a Viorica y se asegurasen su muerte, su hermana no regresaría, y a menos que viviesen apaleándola, o que la encerrasen en un calabozo hasta que sucediese lo primero, tendrían que aguantarse sus barbaridades.

Dylan por su parte había tenido más dificultades para siquiera entender todo aquel embrollo, pero ni antes ni ahora, él habría sido capaz de gritarla siquiera, así que se paralizaba cada vez que ella lo trataba de aquella manera.

El resto parecía menos sorprendido y más resignado, y salvo por Iziaslav, Lucien y Radek, que al menos en un inicio podían haberse sentido felices de tener a Mikha de vuelta, a nadie le gustaba en realidad tener que aguantarse otra vez al anárquico príncipe absolutista que había sido Mikha. Sin embargo, la tensión se apoderó de la concurrencia al ver que Lucien se había puesto de pie y ahora estaba zarandeando a Lucía.

  • Escucha muchachita, si vuelves a gritar a tu padre, en mi presencia, terminarás en un calabozo y sin posibilidades de salir muy pronto
  • ¡Él no es…!
  • Sí, sí lo es, aunque no te guste en este momento – puntualizó

Iyul se sintió muy preocupado, porque los ojos de su hermano eran dos rubíes encendidos, y como sabemos, eso no ocurría con frecuencia y significaba que estaba a punto de sacarle el corazón a alguien, mientras que Alexander, que a diferencia de Iyul, estaba seguro que Lucien primero encontraba la forma de hacerse matar antes de que hacerle algún daño a Lucía, agradeció su intervención, pues como se dijo, él estaba sufriendo de un enorme cansancio emocional con respecto a la situación con Lucía.

Y la señorita en cuestión, debió recordar lo mismo que Iyul estaba pensando, porque dejó de gritar a Lucien, pero lo que diría no sería mucho más agradable.

  • No puedo creer esto, nuestra madre en verdad consiguió lo que se proponía, porque eres débil – dijo en forma venenosa y luego miró a Janos – ¿Este es el rybik que sostenías te quería más? ¿Este al que no le importa si era a ti a quien querían matar?
  • Lucía basta – pidió Dylan inútilmente pues ella continuó, aunque ahora con Iziaslav
  • En verdad tu desgracia es mucha, athayr, porque no solo estás rodeado de cobardes, sino que tú mismo…
  • ¡Lucía! – exclamó Alexander y ella lo miró con ira
  • ¿Qué? Todos ustedes lo son, porque permitieron que nuestro imperio fuera pisoteado por quienes no tenían ni el derecho ni la habilidad suficiente para hacerlo ¡Mírense! Éramos los malditos dueños del mundo y ahora solo somos títeres de unas leyes que son una estúpida mentira
  • Las leyes son las que nos permiten vivir en paz – dijo Iyul
  • ¿Paz? ¿En verdad dijiste, paz? – preguntó y rio con desagrado – Dirthàyr, la paz es algo que se consigue después de la guerra, pero solo si eres tú el que la gana – sentenció y luego paseó la mirada por todos los presentes – Me dan pena, pero ya me cansé de todos ustedes y lamento que esa perra desgraciada me haya sacado de mi conveniente muerte, porque no estoy hecho para vivir entre ustedes – pero antes de irse, se acercó a Iziaslav – Nunca te fallé, y siempre estuve a tu lado no solo porque eres mi padre y te amo, sino porque yo era el único dispuesto a hacer lo que fuera necesario por preservar lo que tú y quienes te precedieron habían conquistado, así que lamento que siendo yo el único que podía salvaguardar aquello que por derecho nos pertenecía, esté muerto

Dicho esto, abandonó el recinto a la velocidad de la luz, dejándolos a todos con un pésimo sabor de boca, pero, además, aquello sería mucho para Dylan quien se desplomó. Afortunadamente estaban presentes no solo los veldekys, sino Armand, quienes se ocuparían con rapidez de él evitando que los daños previsibles fuesen muchos.




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