Iziaslav estaba de pie al lado de la ventana mirando al lago que ya se comenzaba a cubrir de hielo. Había transcurrido más de una semana del último enfrentamiento, pero todavía no habían podido reunirse, pues Yves seguía en el Haigala, aunque había recuperado el conocimiento, pero su debilidad era tanta, que ni siquiera su terquedad había sido suficiente para conseguir levantarse.
El caso de Iván era más crítico, pues sus funciones parecían haberse detenido por completo, y de no ser por el debilísimo latido de su corazón, podría decirse que estaba muerto.
Lucía parecía estar mejor que los dos anteriores, pero todos los veldekys habían coincidido en que había una extraña desestabilización en su organismo, razón por la cual no la habían dejado salir del Haigala.
Pero el caso más grave, y el que más preocupaba a Iziaslav, era el de Dylan, porque, aunque él no había sido herido por aquellas criaturas, se veía terriblemente enfermo. Si bien iba a diario a ver a su hija, el resto del día lo pasaba en el Adgylknel, no comía y prácticamente no dormía, así que Iziaslav, Iyul y Lucien, por primera vez estaban todos de acuerdo en que Dylan parecía más un cadáver y casi podían asegurar que intentaba con todas sus fuerzas en verdad convertirse en uno. De manera que habían unido fuerzas para encontrar el modo de sacarlo de aquel pozo en el que se había hundido.
Por todo lo anterior, y aunque la amenaza de Viorica había desaparecido, y aun cuando todavía tenían otros asuntos por resolver que podían considerar de menor importancia, nadie parecía ni feliz ni satisfecho.
Alexander, que era el habitualmente más optimista, ya parecía haberse dado por vencido en su cruzada por mantener a flote a todos, y de lo único que estaba seguro, era de que la rueda del destino seguía girando, y que él tenía que seguir de pie como lo que era, un heredero de la sangre Siglair.
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Editado: 11.02.2023