~Uriel~
Observo cerrarse la puerta, tras la partida de Irvin. El sonido del viejo reloj, colocado al fondo de la habitación, es lo único que rompe el silencio. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia tras, sobre el respaldo del sillón.
Este sitio es demasiado silencioso, demasiado aburrido. Creo entender porque ese par ha optado por conseguirse juguetes. Pero no, jamás lo consideraría, eso no va conmigo. Los humanos son molestos, lloran, gritan, son muy dramáticos y por lo tanto, resultan demasiados cansados. No los toleraba antes cuando era uno de ellos, ahora mucho menos.
Abro los ojos, un tanto sorprendido, ante la presencia de su imagen en mi mente. Una sonrisa involuntaria se forma en mis labios. Esa humana es tan ordinaria y simple. Tenía curiosidad por el interés que Armen ha mostrado por ella, pero no tiene nada particular. De hecho, es demasiado respondona y molesta. Tengo que admitir que a diferencia del juguete de Rafael, que no es más que una habladora e interesada, esta parece tener agallas. Divertido. Creo que sería divertido jugar un poco con ella.
Por otro lado, también esta esa pequeña. Irina. ¿Cómo olvidar su nombre? Abiel no se cansó de repetirme lo buena peleadora que era y que consideraba se convertiría en una de las mejores rastreadoras. Sin embargo, parece que se equivocó, ahora no es más que una sirvienta. A pesar de eso, parece ser alguien bastante retadora. Interesante.
***
― ¿Qué? ―Pregunta Armen al percibir mis pensamientos. No entiendo su afán de expresarnos en voz alta, aunque supongo que lo hace por ella. En realidad, me da igual.
―Nada. ―Me encojo de hombros―. Sigo creyendo que sería interesante ponerla aprueba, por lo que deberías aceptar mi propuesta ―Se gira directamente hacia mí. Por su expresión deduzco que no le gusta mi insistencia, pero soy yo quien no logro entender que ve en ella. Es una simple humana.
― ¿Cuál es exactamente tu propósito? ―Cuestiona de forma contundente. No puedo evitar sonreír. Armen tan arisco como siempre. Me cuesta creer que a pesar de todos estos años, siga sin confiar en mí. Soy su mejor aliado.
―Ya entendí que te interesa esa niña ―digo en voz baja― por eso mismo deberías escuchar mi consejo. Recuerda lo que ocurrió con Rafael. ―Lo está considerando, puedo verlo en su mirada―. Ten en cuenta los últimos acontecimientos en la ciudad. Además, tú la viste. No parecer ser tan débil.
Me mira fijamente, seguramente intentando leer mis intenciones, pero salvo entretenerme un poco, no tengo otras. Además es claro que van tras él y esa niña esta en medio de todo este conflicto.
―De acuerdo, pero si te atreves...
― ¡Tranquilo! ―Lo interrumpo levantando las manos en señal de rendición. ¿Por qué le preocupa eso? ― No tengo esos gustos.
―No me refería a eso ―Afirma inclinándose ligeramente, aunque noto que le inquieta la posibilidad― No pongas su vida en riesgo ―La frialdad de sus palabras resulta aterradora, sumada a su intensa mirada.
Armen tiene algo que lo vuelve peligroso, muy peligroso y me queda claro cuán importante es esa simple humana. Pero sigo pensando que está cometiendo un error. Henryk le ha heredado además del poder, la mala manía de enredarse con las humanas. Menudo lío. ¿Por qué no prefiere las vampiresas? Ellas son más intensas, aunque demasiado frías. Tengo que admitirlo.
―Entendido, señor ―Afirmo con tono sacaron, imitando un gesto de obediencia.
―Hablo en serio, Haros ― ¡Vaya! No parece estar de humor. Bueno, no lo culpo. Las cosas no están bien últimamente. Más exactos, desde que ella llego y él lo sabe.
―Yo también ―Aseguro con expresión seria.
Parece que no podre divertirme a sus costillas. Ni modo. Pero sin duda, acaba de despertar más mi curiosidad por esa niña. ¿Qué tiene que le interesa tanto a Armen?
***
Mientras avanzo por el pasillo no dejo que intentar comprender. Pero me resulta complicado descubrir que es lo que ve en ella. Dejo de lado mis pensamientos y empujo la puerta. Ahí está ella junto a esa pequeña, como me anticipo Armen. Tal vez, pueda divertirme después de todo.
―Hola juguete de Armen ―Digo con malicia, levantando ligeramente la mano. Sus mejillas se tiñen de rojo y frunce el ceño. Evidentemente no le ha gustado mi saludo― Espero que tu brazo este bien, porque a partir de hoy comenzaremos tu entretenimiento.
Ella cuestiona mis palabras y mira a Irina buscando una explicación.
"Por favor, señor Haros. Sea amable con ella" Pide la pequeña mentalmente.
La miro y noto que a pesar de hablar con esa chica, me observa con detenimiento. ¿Por qué no se intimida? ¿Intenta retarme?
***
Finalmente, salimos de la casa y nos dirigimos a la sala de entrenamiento. Pero puedo sentir sus ojos en mi espalda. ¿Qué le ocurre a esta subalterna? Le dedico una mirada de soslayo y curva sus labios de forma coqueta. ¡Ja! ¿Qué pretende?
Al parecer, sigue siendo la misma. Su forma de verme es exactamente igual que hace 100 años cuando me presente delante de la guardia de Cádiz.
Supongo que debería sentirme irritado ante su osadía, pero es todo lo contrario.