La donante: extras

Celos de Uriel (parte 1)

― ¡Sujétate con fuerza! ―ordena Irina golpeando con los talones al caballo, el cual sale disparado.

Alain cierra las manos entorno a su pequeña cintura. Puede escuchar los gruñidos de los vampiros y el sonido que sus movimientos, indicando que están muy cerca.

Ve uno a un costado, pero ella usando un brazo, golpea evitado que lo derive.

―No vas a quitármelo ―farfulla Irina con determinación. Cosa que lo hace sonreír.

Alain la mira admirado por su fuerza y coraje. Aunque sea una de ellos, nunca antes una chica lo ha defendido, no de ese modo tan sobreprotector. Mira hacia tras descubriendo que no es el único, Pen viaja en los brazos de la otra vampiresa.

De pronto uno de los vampiros comienza a arder, tomándolo por sorpresa. Ella sonríe lanzando una mirada divertida al otro lado del río, donde un serio Uriel la observa. No sabe definir su expresión, pero era evidentemente no le agradaba la manera en que el chico se adhiere a ella. El caballo cruza el río y ella tirando de la cuerda lo detiene. De un salto baja y luego toma del dorso al chico, depositándolo en el piso.

―A salvo ―dice mirándolo con una sonrisa.

"Deja de sonreírle". Lo escucha protestar, pero no lo mira. Irina acaba de descubrir algo al señor Haros, la competencia no parece agradarle.

***

Nota sus ojos sobre de ella de nuevo. Desde que se reunieron, lo ha visto en un par de ocasiones mirándola. Pero lo que más la descoloca es que la cercanía que habían tenido durante su cautiverio ha desaparecido por completo.

Una parte de ella quiso creer que él se había resignado y que dejaría de ver en su dirección, pero acaba de comprobar que no es así. Se distrae mirando al amigo de Gema. Alain, así se llama y ahora que lo mira con detenimiento descubre que no es la primera vez que lo ve. No obstante, no le había prestado atención. De rostro varonil, ojos claros y una escasa barba. Le sorprendió que él también hiciera lo mismo, verla.

"¿Que estás haciendo?". Lo escucha preguntar mentalmente, pero ni se inmuto. Sonríe para sí misma, pero mirando al chico, quien responde su gesto. "¡Irina!"

"Yo también se ignorar, señor". Dice poniéndose de pie y alejándose de ellos. Necesita pensar

Uriel la observa sin insistir. Es cierto que se ha distanciado, pero ahora no están solos y lo que menos quiere es darle pie a Rafael para que se mofe de ella. No obstante, ella esta molesta.

Aunque no es la única molesta. No puede entender porque miraba a ese tipo y le sonreía de modo coqueto. Nunca antes se sintió así y no le gusta.

****

No espero que designaran guardias, ordeno a Irina acompañarlo y se alejaron de la fogata. Ella no protesto, lo siguió en silencio. No habían cruzado palabra, ni miradas desde que se alejara esa tarde. Lo ignoraba y eso le reventaba. ¿Cómo se atreve esa pequeña a ignorarme?

―No creo que debamos ir tan lejos para vigilar ―murmura ella notando que estaban alejándose cada vez más.

― ¿Te gusta? ―su pregunta la sorprende. De pronto lo tiene sobre ella, mirándola con malestar.

―Quizás.

―Te lo prohíbo ―dice tirando de su ropa― No te puede gustar ―jadea hundiéndose en ella, quien se aferra a sus hombros y cierra los ojos―. No sigas jugando con ese ―gruñe mordisqueando su hombro.

Ama y odia su modo posesivo de tratarla, pero no puede evitar responder a sus caricias. Sus dientes rozan su cuello, desencadenando mil sensaciones que la hacen gemir.

― ¿Me entendiste?

―Sí, señor ―gruñe buscando su boca.

Lo cierto es que su presencia llena todo, su vacía existencia. Muchas veces creyó que lo mejor era simplemente desaparecer. No tenía un motivo hasta que lo vio cruzar aquella puerta y su existencia giro entorno a él y mientras se mueve sobre ella, mientras su lengua recorre su boca y sus manos estrujan su trasero, sabia con exactitud el porqué. Lo amaba, amaba a ese vampiro pretensioso y egoísta. No es solo un capricho como lo pensó, no es un juego como lo que había intentado.

****

Uriel cierra la puerta y deja a Irina, quien lo mira molesta.

― ¿Por qué ha dicho eso? ―pregunta molesta. Acaba de exponerla delante de todos, dándole órdenes y diciendo que era suya.

―Porque es la verdad ―dice lanzándose sobre su boca.

Sus manos responden tirando de su pelo y aferrándose a su cuello. En una cadencia conocida para ambos, se desnudan y tumban sobre la suave manta. Él la reclama con posesión sigue notando como ella mira al chico y eso le molesta. Ahora que están ahí podría volverse íntimos y no está dispuesto a permitirlo.

―Eres mía, Irina ―jadea mordiendo su oído. Ella cierra los ojos y suspira―. Di que eres mía.

―Lo soy ―responde― dime ¿eres mío? ―Uriel se queda inmóvil pasmado ante su pregunta.

Irina abre los ojos y ve el desconcierto. Sonríe y lo empuja, quitándoselo de encima. Sin esperar una respuesta entra al baño.

―No lo eres ―dice para ella misma. Se moja el rostro, fingiendo una sonrisa y regresa a la habitación. Toma su ropa y se la pone de prisa, sin mirarlo.



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En el texto hay: amor, ladonante, extras

Editado: 16.03.2019

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