― ¿Ni siquiera eres capaz de detener ese tipo de golpes? ―pregunta indignada, sintiendo que solo pierde el tiempo.
La idea de entrenar le agradaría más, sino tuvieran que estar enseñándoles a ellos también.
―Lo haría si fueras mejor explicando ―responde a la defensiva Pen, incorporándose mientras se frota la mandíbula. No le resulta sencillo leer sus movimientos. Son rápidos y precisos, lo superan por mucho, pero no está dispuesto a admitirlo.
―Ahora resulta que es mi culpa que seas un inútil ―dice con tono burlón, que lo irita.
― ¡Oigan! ―interviene Knut colocándose entre ellos― No quiero interrumpir, pero siento que hay un poco de tensión por aquí y eso no es bueno.
Ninguno atiende las palabras, continúan mirándose fijamente, sin desear ser el primero en ceder.
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La idea de ver a Gema convertida en uno de ellos, no le agrada. Por lo que pudo darse cuenta, ella parece estar de acuerdo con ello. Sin embargo, él no piensa quedarse de brazos cruzados.
― ¿Quieres repetirme porque tengo que ser yo quien te acompañe? ―pregunta Anisa siguiéndolo de mala gana. En realidad, tampoco le hubiera gustado que saliera solo, pero está segura que después de eso, se hará ideas equivocadas.
―Porque a todo el mundo le has dicho que soy de tu propiedad ¿no? ―responde con altanería. Anisa ignora su comentario.
―No soy tu niñera, así que date prisa. Porque te recuerdo que el señor Regan no autorizo tu salida.
Pen no responde, entra al edificio y llama a la puerta.
― ¡Pen! ―exclama Mai al verlo.
―Hola, Mai ―saluda dándole un abrazo―. ¿Cómo estás?
―Bien ¿y tú?
―Bien, gracias. ¿Y tu padre?
―Aquí, muchacho ―responde el hombre―. Me alegra verte ―comenta acercándose para estrechar su mano.
―A mi también. Necesito hablar con usted ―dice indicándole con la mirada que Mai no debe estar presenta.
―Claro. Pasa.
― ¿Sabes que lo que estás haciendo no está bien? ―reprocha Anisa al verlo salir. Ha escuchado la conversación de ambos. Donde él le pide que no permita que Gema acepte transformarse.
―Él tiene derecho a saber.
―Desde luego, pero tú no a intervenir ―dice mirándolo con dureza―. Y no lo digo porque este a favor. Sino porque es una decisión de ella, de nadie más.
―Supongo que lo dices por lealtad a tu "señor" ―comenta con ironía. Anisa esboza una sonrisa burlona y niega.
―No, no lo digo por él. Aunque claro ¿Qué puedes saber tú de lealtad cuando actúas a sus espaldas?
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― ¿Realmente pensabas darle tu sangre? ―pregunta sin mirarlo. Ambos caminan cerca, al final del grupo, que se dirige de regreso a Cádiz, después de enfrentar a Abdón.
―La necesitaba ―responde con indiferencia Pen. Sin pasar por alto la nota de reproche que su voz transmite.
―Creí que nos odiabas ―comenta con sarcasmo. Por alguna razón, le molesta que se ofreciera a hacerlo.
―Lo mismo pensé de ti ―responde Pen sin emoción alguna.
―Entonces... ―dice deteniéndose―. ¿Pensabas cobrarte del mismo modo que conmigo? ―pregunta molesta. En la mira sorprendido, no esperaba eso.
―No... ―Anisa sonríe y sacude la cabeza.
―En realidad, no importa. Eres libre de hacerlo lo que quieras.
―Te he dicho... ―antes de que pueda terminar, ella se aleja, dejándolo con la palaba en la boca.
― ¿Y ahora que le hiciste? ―pregunta Farah sacudiendo la cabeza. Pen lo responde, se mueve entre el contingente, intentando acercase a ella.
―Anisa... ―susurra acercándose a ella.
―No quiero hablar contigo ―gruñe sin mirarlo.
―Esc...
― ¡Desaparece!
Sin desear forzar las cosas, la ve poner distancia entre ellos. Suspira frustrado, sin entender porque ha reaccionado de esa forma.
Uriel anuncia que acamparan y todos comienzan a improvisar un campamento. Pen la ve moverse de un lado a otro, junto a Irina y otros de la guardia. Él ayuda a los heridos y a los niños, sin dejar de seguirla con la mirada. Esperando tener oportunidad de hablar con ella.
― ¿Vas a escucharme? ―pregunta cuando están un tanto apartados.
― ¿No entiendes que no quiero hablar contigo?
―Escucha ―dice sin atender su pregunta―. Creí que no te importaba que le diera sangre...
Anisa lo mira con expresión irónica y se acerca a él.
―Entonces ¿te daría lo mismo si bebo de Alain y él me pide lo mismo que tú? ―pregunta con malicia, provocando que su rostro pierda color―. ¿Es lo que intentas darme a entender? ―Pen no responde―. Si a ti no te importa compartir, a mí sí. no soy de las que les gusta convidar.
―Sé que no te gusta compartir y creo que todos tienen claro eso ―musita aun aturdido por el sentido de sus palabras. Ha sido muy clara y él no se había dado cuenta de lo que implicaba.
―No todos. Elina desea tu sangre y si tú, se la ofreces...
―Fue...
―No me importa ―dice zanjando el tema.
― ¿Es que nunca eres capaz de escuchar? ―pregunta al verla alejarse.
―No.
―Anisa, mírame.
―Tu no me das órdenes. Jensen ―gruñe y desaparece.