La donante: extras

Elina y Rafael

"Llévala a su habitación". Ordena Danko mentalmente, apenas cruzan las puertas de la ciudad.

Rafael asiente y se dirige directo a ahí, seguido por los sirvientes personales de ella.

Elina lo mira inquieta. Una parte de ella sabe que ahora que están de regreso, las cosas entre ellos volverán a lo mismo de siempre. Indiferencia y distanciamiento. Como le gustaría poder regresar el tiempo, cambiar aquel instante, haber permanecido junto a Jadel y que nunca hubiera sucedido nada. Pues ahora que ella ha regresado, o mejor dicho, aparecido es consciente de que Rafael no podrá ver hacia ella.

Durante el regreso, intento ganar terreno y sacar provecho de su condición, pero él se ha mantenido ausente. Dispuesto a darle su sangre y algo más, pero su mente y corazón parecen muy ajenos y eso duele aún más que la herida que perfora su cuerpo.

―Gracias ―dice cuando la deposita sobre su cama. Con un asentimiento silencioso se marcha.

―Señorita ―susurra la sirvienta. Elina le sonríe y comienza desabrochar su vestido.

Es ajena a lo que las sirvientas hacen con ella. La lavan, curan y visten, para arroparla en su enorme cama.

―No me mires así ―dice con tono meloso, al ver a Danko aparecer―. Estoy bien.

―Estas pálida ―señala de malas. Ella pone los ojos en blanco y niega.

―Eres un exagerado, Edi. En unos días estaré como nueva.

―Nada de exagerado, Elina. Esto muy disgustado contigo. No solo rompiste mis órdenes, también permitiste que te hirieran. Sé que no eres una experta en pelea, pero nadie podría haberte herido tan fácil. Pudiste esquivarlo o usar tus habilidades.

―Fue...

―Por él ―dice con una mueca―. Nunca me he metido en tus asuntos y he respetado siempre tus acciones, pero ponerte en peligro no pienso tolerarlo.

―Ed...

―Escúchame ―dice con severidad, dejándola pasmada―. Le jure a tu padre que cuidaría de ti y tu no estas poniendo de tu parte...

―Es la primera vez que pasa.

―Y la última. Estarás recluida hasta que sanes por completo.

― ¡¿Qué?! No puede hacer eso...

―Lo que escuchaste.

―Pero...

―No hay peros. Y por tu bien, espero que dejes el asunto con Zayn de una buena vez...

―Danko. Tú no entiendes... ―susurra.

―La que no entiende eres tú. Él...

― ¡Lo sé! ―solloza― No tienes que repetirlo, pero... yo no puedo evitarlo...

―Tienes que hacerlo. Llámame tirano o malvado, pero no quiero verte sufrir. Me importas...

―Vete ―dice sin mirarlo. Danko suspira, sabe que no lograra convencerla.

―Descansa ―Ella no responde.

Desvía la mirada por la ventana. Lo sabe, se lo ha repetido hasta el cansancio, pero no puede ir en contra de lo que siente.

***

― ¡Danko! ―exclama agitado Rafael. Él suspira y deja la copa de vino― ¿Por qué la has encerrado?

―Por desobedecerme...

―Mientes. Es por mi culpa ¿verdad?

― ¿Quieres que te mienta? ―pregunta con gesto cansado.

―Danko...

―Es solo hasta que se mejore. Así que no hagas dramas, que bastante tengo con todo el asunto de Darius.

―Escucha...

―A mí es no es a quien debes darle explicaciones. No las quiero tampoco. Pero déjame decirte algo, Elina no es ningún juguete y si te atreves a lastimarla. No te gustara verme enojado, Zayn. Pocas cosas me importan como ella o Armen.

―Lo sé y no quiero lastimarla.

―Pues lo haces. Se sinceró conmigo, ¿qué piensas hacer ahora que sabes que ella sigue con "vida"?

― ¿A qué te refieres?

― ¿Olvidas que puedo leer tu mente?

―Estaba sorprendido, jamás imagine volver a verla. Pero desde luego que entiendo... que no es la misma que conocí.

―No lo es ―concuerda―. Pero tú, sí. Sea cual sea tu posición, deja fuera de esto a Elina.

― ¿Puedo verla?

Danko enarca una ceja.

―Algunos son demasiado masoquistas. Hazlo. Pero ya estas advertido.

La habitación está a oscuras, pero puede distinguir su figura sobre la cama, hecha un ovillo. Sonríe y avanza.

― ¡No quiero nada! ―grita enfurruñada. A pesar de que quisiera salir, conoce a Danko y sabe que no es bueno contradecirlo de nuevo. Pero esta resulta a dejarle clara su inconformidad por su proceder.

― ¿Segura? ―inquiere con voz amable Rafael.

― ¡¿Rafael?! ―pregunta sorprendida, intentando incorporarse.

― ¡Oye! ―protesta acercándose a ella, logrando detenerla. Elina aprovecha para lanzando sus brazos entorno a cuello.

―Viniste ―murmura.

Elina tiene algo que lo atraer, no es solo la tenacidad con la que se aferra a él a pesar de su indiferencia o mal temperamento. Sino la ingenuidad que demuestra con él.

―Lo siento.

― ¿Por qué? ―pregunta apartándose ligeramente para mirarlo.

―Te has castigado por mi culpa ―dice muy serio. Ella ríe y golpea la superficie junto a ella, pidiéndole que le acompañe.

―Fue yo la que no obedeció.

―Tampoco cumpliste tu promesa ―le recuerda y ella se encoge de hombros.

―Eso tampoco es mi culpa ―dice divertida―. Tú dijiste que pasarías la noche conmigo...

―Y lo hice.



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En el texto hay: amor, ladonante, extras

Editado: 16.03.2019

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