La Duquesa

XXII

¡Otra vez no! Aquella sensación de malestar era horrorosa, la angustia, el dolor de cabeza, de barriga y qué era ese amargo sabor de mi boca... Me incorporé en la cama... recordaba perfectamente todo lo que había ocurrido la noche anterior. Bueno, toda hasta que perdí la conciencia, por ello no pude evitar sobresaltarme al ver que solo iba vestida con mis enaguas.

-No te alteres sin motivo.-Dijo Toni. Ni siquiera había reparado en su presencia, se encontraba tendido junto a mi completamente vestido.

-¿Qué quieres decir con eso? ¿Cómo eres mi marido no tengo motivos para enfadarme?- mi voz sonó alterada y confundida ¿se habría atrevido a hacer algo sin mi consentimiento?

-Tú marido eee- dijo poniendo su habitual cara de seductor – He decidido que deberíamos darnos una oportunidad- me dijo hablando seriamente, pero al ver mi cara añadió- por lo menos ser amigos como antes...¿no?

-¿Por qué no estoy vestida?- dije ignorándolo muy enfadada.

-¿De verdad quieres saberlo?- dijo en tono burlón- Ayer te vomitaste encima. Mi madre me dijo que estabas muy enfadada y que habías bebido... por lo visto tienes esa mala costumbre- dijo sonriendo- Cuando llegué me pegaste y después te vomitaste el precioso vestido de novia. Supuse que no querrías que nadie te viera en ese estado, por ello, te quité el vestido... y siento decirte que he mandado que lo tiren. No pongas esa cara, a nadie le sorprenderá, muchos maridos rompen el vestido por las antias... así que tu secreto está a salvo- dijo entre risas.

-No se qué te hace tanta gracia- Toni se acercó más a mí- No te acerques Toni.

-Eres mi esposa... pero no me atrae mucho besar a alguien que todavía tendrá vomitado en su boca.

Me levanté de la cama muy malhumorada, pero pronto me arrepentí, ya que no pude evitar ruborizarme al ver la cara de satisfacción de Toni al poder contemplarme casi desnuda. Tire de las sabanas, me envolví en una de ellas y me dirigí a la puerta, pero él se interpuso en mi camino.

-Oh no, eso sí que no, no voy a permitir que mi esposa salga de nuestra habitación después de nuestra noche de bodas, hoy pasaremos el día aquí encerrados.

-Toni apártate, no pienso pasar un solo segundo más contigo.

-¿Pero qué pasa contigo? ¿Qué más puedo hacer para que no me odies...?- su pregunta se parecía más a una súplica.

-Te deje muy claro que podías estar con todas las mujeres del mundo, pero en ningún momento dije que me pudieras tenerme a mí, y menos después de que yo te viera con otra nuestra noche de bodas-Toni pareció sorprendido y yo aproveché aquel momento para salir de la habitación.

Terminaba de cerrar la puerta de mi habitación cuando Toni entró.

-Sira no te entiendo... Y realmente me estás empezando a cabrear.-Hablo firmemente. Yo me di la vuelta y comencé a enjuagarme la boca. Realmente me sabía fatal.-! No vas a decir nada!.

-No tengo nada que decir-dije indiferente.

-¡Me vuelves loco!- dijo al tiempo que se dejaba caer sobre la cama- Nunca había necesitado tanta paciencia con nadie.

-Quizás, nunca habías pasado tanto tiempo con una persona como para necesitarla-dije con superioridad-pero por mi no te esfuerces, porque lo de ir de aquí para allá es lo que se te da realmente bien.-Me puse detrás del parabán para ponerme algo de ropa, ya comenzaba sentirme fría. Cuando salí, me dirigí a la puerta, pero Tony me levanto por los aires y me tiró sin ninguna delicadeza sobre la cama.- ¿Pero quién te crees que soy? - le grité forcejeando con sus brazos.

-Por si aún no lo has asimilado, por lo visto Soy Tu parido- dijo poniendo énfasis en cada palabra. Toni estaba serio, pero yo sabía que aquella situación de resultaba de lo más entretenida. Yo era su nuevo pasatiempo, hasta que encontrara uno mejor. Giré mi cabeza para no mirarle a la cara, ya que el resto de mi cuerpo era prisionero del suyo. Móvil todo el cuerpo intentando liberarme de su agarre, pero fue inútil. Me sentía muy impotente.

-Sira...-Dijo Tony cariñosamente- ¿puedes decirme qué te pasa? - Ante mi ceño fruncido él sonrío y continuó hablando -Sé que crees que comportándote así me voy a alejar de ti, pero no lo haré. Ahora eres mi esposa- que dijera aquello mientras estábamos en esa posición, hizo que me pusiera rígida, y él lo notó-Sira, Sabina que no íbamos a consumar el matrimonio, y no pienso obligarte hacerlo. Sin embargo...-Dijo acercando su cara la mía-espero algo por tu parte... -Yo ya abrió mucho los ojos y él comenzó a reír-confianza y sinceridad Sira, hablo de confianza y sinceridad.

-Así que eso es lo que esperas de nuestra matrimonio e....

-Por ahora si-dijo en un susurro.

-Bien, pues deberías ser sincero conmigo, porque por ahora el único mentiroso que hay aquí eres tú.

-¿Yo? -dijo muy extrañado, liberando mis brazos de su prisión.

-Sí tú- dije empujándolo sin lograr que su cuerpo dejara de pensionar el mío.

De pronto la puerta del dormitorio se abrió y una de mis doncellas entró en la habitación, andaba tan distraída que no reparo en que nosotros estabamos en ella.



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En el texto hay: misterio, romace, epoca victoriana

Editado: 13.04.2019

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