Un perro pequeño y negro, de largas orejas, y patas que se movían rápidamente se acercó a los pies de Arton y echó una buena meada amarilla. El animal se fue antes de que este pudiera darle una buena reprimenda. Arton no se había dado cuenta de que su pie derecho se iba a oxidar antes que el izquierdo, tenía cosas más importantes de las cuales preocuparse.
Arton tomó a Marc de la muñeca y lo obligó a ponerse de pie.
— ¡Vamos Marc! Tenemos que salvarla de las garras de ese dragón.
— Pero dijiste que no debemos intervenir, que la elegida debe luchar sus batallas por su cuenta.
Arton se hizo el desentendido, como si esas palabras jamás hubieran salido de su boca.
— Si, he dicho muchas cosas durante este viaje, pero es nuestra amiga. Tu amiga — Arton golpeó el pecho de Marc con su dedo metálico haciéndole daño —. No podemos dejarla sola. Necesita nuestra ayuda, aunque eso signifique nuestra muerte, y lo será. Prefiero morir en batalla y no aquí con los brazos cruzados. Será un sacrificio que estoy dispuesto a aceptar. Vamos a ayudarla.
Marc escuchó todo lo que Arton le dijo. Letra por letra. Con cada palabra que este le decía su piel se tornaba cada vez más pálida.
— Si, si, vamos a salvar a Giovanna. ¿Podrías soltarme la mano? Está empezando a ponerse morada.
Arton obedeció, apenas lo hizo Marc le arrojó un poco de tierra en la cara lastimándole los ojos. Arton se frotó los ojos con los dedos, Marc aprovechó esta distracción para irse corriendo. Marc quería mucho a Giovanna pero no tanto como para arriesgar su propia vida ante una bestia de enormes manos (hablaba tanto por Arton como por el dragón). Arton no reaccionó ante las actitudes infantiles de Marc, con mucha calma tomó uno de los cientos de cráneos que tenía en su alcance.
Lo arrojó lejos. El cráneo cayó en la cabeza de Marc partiéndose en dos, y puede que la cabeza de Marc también. Marc se desplomó en el suelo frotándose la cabeza. La sombra de Arton cubrió todo su diminuto cuerpo.
— Eres un patético cobarde y no hay nada que yo odie más que la cobardía — “eso y la avena fría”, quería añadir Arton, pero no era tiempo de hablar de comida.
Arton agarró el tobillo de Marc con fuerza, su agarre podía cumplir la misma función del grillete de una cadena sin problemas. Esta vez Arton ignoró las suplicas del joven ladrón.
— Vamos a luchar, y esta vez no será solo para salvarle la vida a tu única amiga. Será por algo más personal — Arton sonrió. Era una sonrisa lunática que solo aumentaban en intensidad gracias a los ojos carente de alma que se dejaban ver de su casco —. Ya he aceptado que voy a morir luchando, pero tendré el consuelo de no ser el único que muera en batalla.
Las palabras de Arton hicieron que la sangre de Marc se helara. Ahora más que nunca detestaba a Giovanna. ¿Por qué? ¿Por qué de todas las personas del bar tuvo que elegir a la mentalmente inestable? Arton se dio la vuelta y arrastró a Marc al interior de la cueva mientras tarareaba una canción heroica.