Un martes como cualquier otro, Julia estaba atendiendo a sus últimos pacientes. Cuando abrió la puerta para despedir a uno de ellos, vio a un hombre que le llamó la atención. Le pareció atractivo nombró el apellido Morales y era ese hombre uno de sus pacientes. Cuando el hombre entró, la miró y la saludó amablemente. Julia sabía que era la clase de hombre que ella buscaba. Él era parecido a uno de los streppers que había en la fiesta. Un macho alfa bien vestido y con barba.
—Tengo que sacarme sangre, es para un análisis.
—Bien, ponga el brazo acá.
El hombre le hizo caso. Julia le pinchó el brazo con la jeringa y comenzó a extraer la sangre. Marcos no quería ver nada. Cuando terminó la tarea, Julia le dijo:
—Ya está. Eso es todo.
Marcos se alivió y se colocó el pullover. Miró a los ojos a Julia y le dijo:
—Qué lindos ojos tiene enfermera.
Julia un poco sorprendida, le respondió.
—Gracias.
—Vengo muy poco al hospital.
—Claro, en casos de urgencia y cuando hace falta no.
—Exacto.
—¿Mucho trabajo hoy?
—No tanto por ahora. Hay días, digamos tranquilos y otros agitados.
Marcos se colocó la campera de cuero marrón y luego sacó una tarjeta.
—Me llamo Marcos y me dedico a la refrigeración y aire acondicionado. Te quiero dejar mi tarjeta.
—Gracias si me hace falta algún día lo llamo.
Un martes Julia llegó del trabajo y vio sobre la mesa la tarjeta de presentación que le había dejado ese hombre que una vez fue a sacarse sangre en el hospital. Había pasado una semana de aquel encuentro. Miró la tarjeta y tuvo ganas de llamarlo, pero no tenía ningún motivo para hacerlo porque el aire acondicionado funcionaba bien y la heladera también. Esa noche Julia decidió no llamar.
Faltaban veinte minutos para que a Julia se le cumpla el horario de salida de su trabajo. Escuchó el sonido de un mensaje en su celular. Vio que era su amiga Virginia. El mensaje decía[w1] [w2] :
—¿Cómo estas, Julia? ¿Todavía estás en el trabajo? Sabes que tengo un problema con la heladera de mi casa.
Julia comenzó a escribir:
—Todavía estoy en el trabajo, en veinte minutos salgo. Conozco a alguien que puede ayudarte con el problema que tenés con la heladera.
—Qué bueno, ¿y quién es? Me podes pasar el número.
—Cuando llegue a casa te paso el número. Es un hombre que conocí acá en el hospital, se dedica a la refrigeración.
—Bueno Julia. Cuando llegues a tu casa, pásame el número. Por favor.
—Está bien, te escribo más tarde.
Cuando Julia llegó a su casa, lo primero que hizo fue ver el número de la tarjeta. Luego seleccionó contactos en su celular y buscó el número de Virginia. Presionó llamada.
—Hola Virginia como estas. Recién llegué del trabajo. Tenés una lapicera para anotar.
—Hola, Julia. Sí, tengo para anotar, solo dame un minuto.
Julia, espero en línea.
—Ya está dictame el número.
Virginia notó el número. —Y luego dijo Gracias, ya lo anoté.
—Qué bueno. Podes llamar cuando quieras. ¿Desde cuándo que tenés problema con la heladera?
—Desde hoy.
Al otro día, cuando Julia estaba en el trabajo, recibió un mensaje de su amiga que decía:
—Como estas, Julia. Te escribo para que sepas que ya me arreglaron la heladera. Llamé al número que me diste y el hombre fue hoy a casa y me solucionó el problema de la heladera.
Julia se sonrió cuando vio el mensaje. Y luego escribió:
—Me alegra saberlo. Me parece muy bien que te haya arreglado la heladera. Más tarde te llamo cuando llegue a mi casa.
—Julia llegó a su casa; se sacó la campera y la colocó en una silla. Buscó la tarjeta que le había entregado ese hombre y marcó el número.
—Hola, buenas noches ¿quién es?
—Soy Julia la enfermera a la que le diste tu tarjeta de presentación hace unas dos semanas.
—Ah sí, me acuerdo; me sorprende un poco tu llamado.
—Te conseguí. Una clienta es una amiga a la que se le rompió la heladera.
—Sí, hoy la estuve arreglando. Ella me dijo que una amiga le dio mi número, pero yo no sabía que su amiga eras vos.
—La amiga soy yo sí. ¿Qué tal estuvo ese trabajo?
—Estuvo bien; digamos que fácil. Gracias por recomendarme.
—¿Y qué tal va el trabajo de enfermera?
—Va muy bien por suerte.
—Me alegro conocerte ese día.
—Bueno, gracias.
—¿Tendrías tiempo para salir a comer algo al restaurante este sábado?
—Me toca trabajar. Te aviso; depende a qué hora salga.
—Entonces espero tu mensaje o tu llamado.
—Si yo te aviso que tengas buenas noches.
Un viernes por la mañana, Julia comenzó con su trabajo de enfermera. Entró en una de las habitaciones y vio que a uno de los pacientes se le estaba acabando el suero. Lo sacó y luego regresó con otro. Lo colocó en el portasueros. y luego le puso la manguera en el brazo. Se acercó a otro de los pacientes de la misma habitación y le preguntó
—¿Tomo hoy la pastilla que le recetó el médico?
—Todavía no. Me toca tomarla a las ocho de la mañana.
—Está bien; a esa hora acuérdese de tomarla.
Fue a otra de las habitaciones a controlar los medicamentos. Sentado en la cama estaba un hombre de unos 50 años. Julia se acercó y le preguntó.
—Buen día ¿tomó anoche la pastilla?
—Sí, a las once de la noche, enfermera.
—Está bien.
—Y la otra pastilla.
—La voy a tomar ahora.
Fue hasta la sala a revisar unos informes y escuchó los pasos de uno de los médicos. El médico entró en la sala y le dijo:
—Julia, tenés que salir en 5 minutos; hay una emergencia.
—Bueno, ya me preparo y subo a la ambulancia.
Julia subió a la ambulancia. Estaba preparada para emergencias; comenzó a conversar con uno de los enfermeros. Cuando la ambulancia se detuvo, Julia bajó acompañada de dos enfermeros y un médico. Entraron a la casa de uno de los pacientes. El médico comenzó a revisar a un hombre mayor de unos 60 años.