Horas después de haber encontrado el auto abandonado en una calle bastante marginal, Dione y otros periodistas se encontraban en el lugar para dar la noticia. La policía aseguró que hasta el momento no había huellas ni nada que pudiera revelar la identidad de los homicidas.
En su casa, Constantin veía las noticias, enfurecido llamó a los encargados y les pidió una explicación. Las autoridades habían encontrado el auto y pronto sabrían que ellos eran los autores de los hechos.
Los hombres muy asustados no supieron que responderle a su jefe y este los mandó a matar. Más tarde se deshicieron de los cuerpos dejándolos tirados al interior de una fábrica abandonada en la zona limítrofe de la ciudad. Constantin seleccionó a tres hombres para hacer sus labores y ordenó no hablar al respecto.
Para tranquilizarse y pensar en algo, el peligroso criminal salió a caminar en el enorme jardín de su casa. Tenía miedo de ser descubierto, por eso había asesinado al sacerdote. Constantin no quería que su secreto de confesión saliera a la luz: el hombre había asesinado a un político que aspiraba a llegar a la presidencia. Si ganaba, sería una amenaza para Constantin.
Su esposa Paulette podaba las plantas y jugaba con las flores cuando se dio cuenta de que Constantin estaba inquieto por algo. La mujer suspendió por un momento lo que hacía y se acercó a él para preguntarle si había surgido algún problema.
—Encontraron el auto, por lo tanto, sabrán que fui yo quien envió a esos hombres a matar al sacerdote.
—¿Qué hiciste con ellos?
—Lo que siempre hago cuando no hacen bien su trabajo.
La mujer regresó al jardín y siguió con lo que poco antes estaba haciendo. Mientras tanto, Constantin pensaba en algo para evadir a las autoridades. Repentinamente subió a su recámara y allí se quedó la mayor parte del día.
Pensaba en contactar a Dione, pero sabía que no era conveniente hacerlo desde su casa. Asi que, decidió salir y llamar desde otro lugar. Dione se encontraba en su oficina revisando algunas notas para la próxima emisión de las noticias cuando su teléfono sonó.
—Bonjour.
—Salut, Dione.
—¿Quién es? —Dione pensó que se trataba del sujeto que la llamaba de nuevo —¿Eres tú, Silvain?
—No sé quién sea Silvain. Hablas con alguien que se es escabulle entre las sombras de Paris, alguien de quien muchos hablan estos días, cuyo nombre causa temor en muchos parisinos mientras que otros lo admiran.
—¡Constantin! Malnacido cobarde —Dione sintió enojo al descubrir que se trataba de aquel despreciable hombre que causaba terror en las calles de su ciudad —¿Cómo te atreves a llamar a mi oficina? ¿Quién demonios te dio mi numero?
—Eso no importa, te llamo porque te vi en las noticias.
—Temes que te agarren y te encierren por el resto de tu patética vida ¿Verdad?
—Jamás podrán encontrarme, Dione. No hay forma de que tu amigo el agente Robert y su grupo de ineptos pueda atraparme.
—Eso lo veremos. —Exclamó la periodista —¿A qué estás jugando, Constantin?
—Yo no estoy jugando, simplemente no quiero dejar cabos sueltos ¿Entiendes? Pero, no estoy llamando por eso —Constantin comenzó a reír y continuó diciendo —Al verte en la televisión recordé la última vez que te vi y me preguntaba si podríamos encontrarnos para conversar un poco.
—No seas iluso, yo no salgo con criminales. Años atrás habría aceptado tal vez, pero ahora viendo en lo que te has convertido, lo correcto es rechazarte una vez más. Asi que lo mejor es que te conformes con verme a través de una pantalla. —Dione colgó el teléfono y caminó hasta el puesto de Octave —Constantin acaba de llamarme.
—¿Estás segura que era él?
—Conozco su voz, era ese desgraciado. Le enviaré el número a Normand, será de gran ayuda para atrapar a ese maldito.
Octave se sentía nervioso por Dione, el hecho de que su compañera había sido contactada por el criminal más buscado en Paris los últimos días no lo dejaba tranquilo.
—Dione, deberías quedarte en casa un tiempo —sugirió el periodista —Hablaré con Monsieur Chevalier para que te autorice unas cortas vacaciones.
—Agradezco mucho tu intención, pero no creo que sea necesario. Antoine no aceptará y créeme que estaré más segura al interior del canal.
Horas más tarde Dione regresó a casa, ordenó algo de comer y veía la tele mientras llegaba el pedido. El timbre sonó minutos después y la mujer recibió su encargo. Al cerrar la puerta, Dione escuchó que su celular sonaba al interior del bolso. Puso la caja de pizza en la mesa y rápidamente buscó entre los bolsillos hasta encontrar el teléfono.
—Salut, Normand.
—Bon soir, Dione. Encontré a alguien que nos puede averiguar si el tal Silvain es alguien cercano a Constantin.
—Ah, la prostituta. Me imagino que pidió algo a cambio del favor que le pediste.
—Vamos, Dione… No empieces.
—Solo decía, igual no es mi problema. Pero, ¿Cómo sabemos que esa mujer es de fiar?
—Naomi me dijo que la buscara, Adrienne va con frecuencia al club donde asisten los hombres de Constantin. Además, asi será más facil hacerles inteligencia.
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Editado: 06.08.2021