Los ojos llenos de sorpresa de los demás al verme me paralizan, sé que llego en el momento equivocado y que mi pregunta es indebida. Le falte el respeto a los soberanos y a todos los invitados, pero sobre todo le falte el respeto a mis padres que me observan desde el trono del faraón con una profunda decepción reflejada en sus ojos.
—¡No es posible que no respete al dios rey entrando de forma improvista y no solo eso sino que también al dios Amón! —me reta la gran sacerdotisa Safira acortando el silencio del palacio, —sumo sacerdote no puede educar a su hija.
La gran sacerdotisa Safira, una gran devota de Amón y señora de los vientos de Egipto, admirada por los pobladores de las tierras vecinas como la gran hechicera del aire. Todas las sacerdotisas del templo la admiran pues ella es la encargada suprema del templo del dios Amón. Su padre fue el sumo sacerdote del dios Seth, el señor Pentefres, conocido por la construcción de varios templos y por el gran poder cósmico que controlaba antes de su muerte años atrás cuando la guerra de templos ocurrió. La gran Safira no es más que la personificación de una gran diosa cósmica, verla enfadada me causa vergüenza por mi parte, ya que no estoy a la altura de ella.
—Disculpe gran sacerdotisa, ahora mismo Alana será reprendida por esto —antecede mi padre por mí.
Me mira fijamente señalándome que me forme con los demás para la iniciación, sé que está decepcionado por avergonzarlo delante de reyes, príncipes y nobles. Pero el rostro que no puedo ver es el de mi madre, que está al lado de la esposa real. En silencio, sin decir nada pero sé que siente lo mismo que mi padre.
—No hay problema, yo fui como ella y ahora estoy sentado en el trono. Quizás porque era el único sucesor al trono que había en ese momento —dijo el faraón en un tono alegre —. Pero mejor prosigamos con la ceremonia.
Los príncipes se sentaron alrededor de su padre, mientras que yo me reúno con los próximos sacerdotes al costado derecho del faraón donde se ubican las estatuas de los dioses. No paso un segundo, y los reyes trajeron sus regalos ante el faraón. Cada rey se presenta de forma pacifica mostrando sus exóticos obsequios.
—Es un placer para mí, rey de Perk, darle estos presentes y desearles un prospero reino.
—…
—El honor de entregarle estos presentes es inmenso, pues espero que sean de su agrado. Las hermosas telas de mi reino, el reino de Efeón, serán de ayuda tanto como las monedas de oro.
—…
—Yo, rey de Nubia, le otorgo estos presentes y que la paz prospere en nuestros reinos.
Y así, rey tras rey le dio una decena de presentes haciendo que la ceremonia sea larga y aburrida. Pues, no soy la única que esta aburrida, sino que los escribas y otros funcionarios se notan cansados por tantos elogios. Pero al fin al cabo, solo dos reinos quedan para terminar con la horda de regalos.
—Me presento ante usted como la reina de Berekel. Vengo a darle estos presentes que serán de su agrado — se presenta una joven reina vestida de un hermoso vestido rojo y una corona radiante como los rayos de Ra.
—Para mí es un honor conocer a la reina Aisha, viuda del difunto rey King. Hace dos años que no ha venido nadie en representación del reino de Berekel. Hasta creí que habían perecido por algún otro reino. Pero verla ahora, me deja perplejo —dice el faraón sin dejar de ver con asombro a la reina.
—Es que con la muerte de mi marido, hubo un gran conflicto interno en mi reino. Por ende, al estar a cargo no podía hacer ningún otro acuerdo con ningún reino sin tener el apoyo de mi pueblo, los berekelitas —aclara la reina mostrando firmeza.
Aquellas palabras me mostraron que los hombres no son los únicos para gobernar sino que hay mujeres que muestran ser capaces de poner aun reino pobre a la cima. Yo quisiera ser como ella, quisiera estar en los escritos de Egipto como una mujer que se destacó en su fuerza y agilidad en la guerra como en el sacerdocio.
Un reino más, y la ceremonia de iniciación dada inicio. Me padece de mal gusto que me hagan esperar tanto. Solo queda la emperatriz china, otra gran mujer que fue capaz de controlar un gran ejército y llevarlo a nuevas tierras para la conquista.
—Me presento ante usted como la emperatriz Mijo de China, pues estos presentes exóticos provienen de tierras alejadas de Egipto.
—Es un honor para mí que una emperatriz venga ante mí a darme tan magníficos regalos que en mis tierras no hay —dijo el faraón mientras abría un cofre cubierta de telas finas de china.
El señor de las dos tierras ordena que los regalos sean llevados a las bodegas. Luego, se levanta dando inicio al ritual.
—Futuros sacerdotes y sacerdotisas vengan ante el señor de las dos tierras y arrodíllense —ordeno mi padre mientras colocaban las estatuas de los dioses al lado del faraón. Pero para Semerjet, Amón es el gran dios de Egipto. A sí que lo colocan al centro de los demás dioses como Maat o Anubis.
Los demás sacerdotes traen unas joyas y otras cuantas cosas que nunca entendí para que servían. Recuerdo que mi padre me dijo una vez, que aquellas joyas son los accesorios sacerdotales, los cuales están bendecidos por los dioses y son los que nos separa de los demás, ya que somos los encargados de rendir culto a las divinidades de Egipto.
Cada futuro sacerdote hace el juramento ante los dioses, mi padre repite una y otra vez la misma frase: “Juras ante los dioses ser leal, respetando las tradiciones y rindiéndoles culto a cada uno…”. Y cada uno dice si a tal honor.
El ritual término para los ahora sacerdotes; el ritual de las sacerdotisas daba comienzo y solo falta un solo paso más para que sea sacerdotisa de Amón. El ritual es diferente para las sacerdotisas, solo se nos permite rendir culto a un dios, no podemos hacerle culto a ninguna diosa. La traducción destaca que las sacerdotisas tienen que vivir en los templos del dios asignado. Pero para eso cada una tiene que renunciar a sus sentimientos por cualquier otro hombre, porque se unirán al dios que elijan para ser su esposa aceptando los placeres que le ofrece dicho dios. En el caso de mí, yo iría al templo de Amón rindiéndole culto como su esposa.