La gitana ©

Capítulo sexto

En el medio de personas desconocidas traté de buscar respuestas -no sé a qué exactamente- pero sí buscaba algo en las visualizaciones que me ayudara a entenderlos, entender los problemas.

Todo con ellos eran dichos de sentido encubierto para que sea difícil entenderlos o interpretarlos.

Todos eran unos enigmatistas.

¿Por qué?

-Jofranka -había dicho un hombre detrás de mí.

El por siempre acompañante de Rebecca.

Ocupaba su mano derecha con el tambor que ejecutaba anteriormente.

Extendió su mano hacia mí, presentándose. Al tomarla, el contacto visual se sintió recargado, por quién sabe cuantos segundos de incomodidad. Su agarre no fue para nada amistoso, más bien había parecido una advertencia.

-Lukas -respondí, agobiante al sentir la desnudes de su inconformidad en cuanto a mí, a mi presencia, y a mi extraordinaria aparición inesperada con Rebecca sobre mí.

Rebecca sobre mí, irónico. Para mal sonaba esa oración de pensamiento en mi cabeza, aún así la utilizé. Por alguna razón, no descartaría esa frase.

-¿Qué le ocurrió? -pregunté, refiriéndome al reciente conocido llamado papá Tacho.

-No comprendería -había dicho, pasando de lado.

-Pruébeme -dije.

-Por su salud mental, no querría saberlo -agregó, en él se extendía una sonrisa taimada.

-Creo que he de decidir qué cabe y qué no en mí -respondí, y sin poder evitarlo -por mucho que quería-, la respiración normal forzada se expresó en mí.

Jofranka, ya con nombre, se encontraba tenso, con la misma dificultad respiratoria que la mía.

-Se llamaba mamá Pacha -dijo.

¿Mamá Pacha?

Yo conocía a mamá Pacha.

-¿Acaso ella? -fué lo que me permití decir.

Su rostro describió un sentimiento muy diferente al de la tristeza, estaba seguro de que sea cual haya sido su expresión, esa no era tristeza.

-El sonido de la música es ella -aclaró, volvió a repetir las mismas palabras del hombre anterior, -ella es el sonido del tambor -agregó mientras su mirada se quedaba reposando sobre el instrumento en su mano.

-Sí, ya lo había escuchado -dije.

-¿Por qué ahora sólo se refieren a ella como a un sonido si estamos hechos de cuerpo? -pregunté, desconcertado, no estaba pisando sobre la tierra.

-Por que éste es su cuerpo ahora -dijo, el ya nombrado Jofranka,   elevando su agarre junto con el instrumento que cargaba, -éste tambor está cubrido con la capa de lo que quedó de su cuerpo.

No había podido evitar mirarlo a los ojos para poder hacer legible su expresión.

¿Qué mierda había en la cabeza de todas estas personas?

-Éste parche está hecho de su piel -dijo finalmente, sus manos entraron en contacto con el material que anteriormente palmeaba para ejecutarlo. Sus dedos rozaron en una línea la superficie del mismo.

El cuerpo lo sentí pesado, no podía ser verdad, no de esa forma.

"¡Para de tocarla!"

Recordé las palabras del hombre de tercera edad.

"¡Que todos paren de escucharla!"

Recordé cada oración que pudo decir referente al sonido del tambor que todos escuchábamos.

Comprendí entonces, sólo entonces, que él estaba hablando de mamá Pacha, no del tambor.

Habló nada más que de la penosamente nombrada difunta Pacha.

Y nadie lo pudo haber entendido hasta ese momento.

Ese tambor era, en efecto, cuerpo en vida de Pacha.

Ella ya sólo era sonido, no cuerpo, mucho menos vida.

-¿Por qué? -pregunté, el sentido angustioso estaba alerta en todos mis movimientos faciales y cerebrales.

-Por que así lo quizo ella -fué lo que respondió.

-El ciego que caminó sin ver la luz por años también quizo morir -dije, acercándome a él, -pero no por eso lo mato -susurré.

-Si la mataron, fué por que ella así lo dispuso -habló.

-¿Por qué alguien querría que se le mate? -pregunté, en ningún momento se me ocurrió preguntarme si estaba preguntando más de lo que debía, yo conocí a esa mujer y estaba en todo el debido derecho de saber que fué de ella.

Y cómo.

Y por qué.

-¿Por qué alguien querría dejar de vivir? -volví a formular correctamente la pregunta.

¿Se había quitado la vida o se la habían quitado?

"Yo no quiero que nadie le escuche por que todos viven ahora de su vida".

Recordé la última oración que emitió Tacho. Era la oración más difícil de entender, la que no tenía explicaciones. Es que ¿como podía explicarse? ¿Que todos en ese momento vivían de su vida? ¿Cómo otros pueden vivir la vida de una persona? ¿Cómo carajo podría explicarse?

¿Qué le hicieron a mamá Pacha, gitanos? ¿Y por qué?

Me volví a recalcar la pregunta que respondería a todas mis dudas; ¿se había quitado la vida o se la habían quitado?

 

•••

Como de costumbre, todas las mañanas, el sol -cuerpo de luz- daba violentamente sobre mis ojos.

Ésta mañana llevaba conmigo a dos notables ojeras oscuras por debajo de mis párpados inferiores.

Tampoco había cambiado la camisa que llevaba puesta el día de ayer por haber llegado a dormir en horas de la madrugada.

Don Jasper, como siempre, abría la puerta mucho antes de que alguna persona la abra por sí misma.

-Buenos días, Sr. Lukas -había dicho. Mi respuesta fué un toque de hombro y una sonrisa genuina de boca cerrada.

Al cruzar la puerta de mi oficina, el escritorio se encontraba cargado de carpetas de lomo grueso de diversos colores para diferenciar los temas de los que tratan cada uno.

Azul, ventas a interiores y exteriores dividas por un separador.

Verde, carpeta de ingresos.

Negro, cuentas por saldar.

Ninguna de ellas me aterrorizaba hasta ese momento, esa era la única que producía sentimientos extraños revelándose por dentro mío, la carpeta blanca.

Blanca, próximo lanzamiento.

Un próximo lanzamiento significaba un próximo proyecto, es decir, nuevos diseños de abrigos con otros tipos de pieles.



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En el texto hay: misterio, mistica, romance adulto

Editado: 03.07.2020

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