Emily puso el agua a hervir en la tetera mientras sentía como los ojos inquisitivos y críticos de Cranberry recorrían todo el pequeño departamento.
Había sido puntual. Cinco y media le había dicho y cinco y media ya estaba tocándole la puerta. Sin embargo, la puntualidad no le quitaba que siguiera siendo cerrada y poco comunicativa.
Tomó dos tazas y le colocó un sobrecito de té a cada una, buscando el azúcar mientras la tetera comenzaba a silbar con impaciencia.
—¿Cómo diste con Jamie? —Le preguntó exaltándola, se había acostumbrado tanto al silencio de ultratumba que ofrecía la otra chica, que escuchar su poderosa voz casi le provoca un síncope—. No creo que seas su tipo… o el tipo de chica con la que la gente famosa se junta.
Emily sintió que debía ofenderse con el comentario, pero de hecho no lo hizo; esa era una pregunta que ella misma se hacía siempre.
¿Por qué Jamie la buscaba?
Siendo que no era el despunte de la diversión loca y que eran más las veces en las que ella se negaba a concurrir a las fiestas a las que él solía invitarla. Eso sin mencionar el hecho de que carecía de dinero con el cual seguirle el ritmo a su estilo de vida acaudalado.
—Pues, lo conocí dándole clases de apoyo escolar para costear mis estudios, hace varios años atrás…
—Ya —murmuró para que dejara de hablar, sin cambiar su semblante en ningún momento.
Emy exhaló con fuerza y le pasó la taza ya llena junto a la azucarera, agradeciendo a tiempo que la puerta de su departamento se abriera para dejar pasar a Jamie y Murdock.
—Llegan tarde —masculló Cranberry—. Si van a seguir haciéndolo avísenme, tengo mejores cosas que hacer.
—Estuvimos buscando la maldita música —explicó de mala gana Jamie—, y la conseguimos.
—Ah… genial —murmuró Emily sintiéndose aterrada.
Estaban otro paso más cerca de concretar sus planes y eso no hacía más que aumentar su ansiedad. ¿Qué otras cosas tendrían planeadas para ella?
—Sí, le pregunté a mi manager —comenzó a relatar Murdock dejando una pila de cds sobre la mesa, se lo notaba algo cansado, con sus ojerosos ojos entrecerrados—, dijo que no recordaba mucho, pero que su esposa había hecho muchos videos del set en el 97, principalmente en los camarines de cada uno. Pasé siete horas viéndolos y por fin di con la canción.
Emily sintió miedo. No conocía los gustos musicales del señor Lane.
¿Y si le gustaba la samba? ¿El tango? ¿O, de hecho, cualquier cosa con la que se necesitara coordinación corporal completa?
Una de las razones más apremiantes por la cual no iba a fiestas era porque, de hecho, no sabía bailar… nada.
—Danton estaba obsesionado con el disco The Bends de Radiohead —prosiguió señalándole la cajita que al parecer habían saqueado del repertorio personal del mismo, para constatar sus palabras, quizás—. En el video él decía que Planet Telex era su canción favorita, pero yo digo que guardemos esa para otra ocasión. Ahora usemos la homónima The Bends.
¿¡Otra ocasión!? Chilló Emily en su fuero interno, ¿habrá más de una ocasión?
—¿The Bends? —cuestionó Cranberry parándose de la silla en la que había estado sentada—. No la conozco, déjame oírla.
Mur sacó su teléfono y escribió con rapidez en el mismo, dejando el aparato sobre la mesita con dejo pensativo.
—Es una canción que nunca había oído —comentó Jamie dirigiéndose a la alacena en busca de galletas. Emily siempre tenía un paquete de las galletas favoritas del chico a mano, por si venía de visita—. Mi padre siquiera la tiene en su celular, lo que significa que lo va a sorprender mucho.
—¿Y si ya no le gusta? —preguntó Emily acercándose a Cranberry y Murdock, quienes rodeaban el celular con rostros analíticos, como si se tratara de la formula de la bomba atómica más que de una canción.
—Emy, los noventa fueron sus mejores años —le explicó Mur apretando por fin el botón de reproducir—, amará cualquier cosa que lo lleve allí… por eso tú lo llevarás.
Un rock suave salió del parlante, lento y agresivo, pero no bailable bajo el punto de vista de Emily. Parecía de esas que se oyen en los bares para góticos e inadaptados en las películas, y no pudo más que confirmarlo luego de escuchar apenas si las primeras estrofas.
Danton Lane no daba el perfil a esa música, lucía bastante petulante y seguro de sí mismo como para escuchar algo tan desalentador y taciturno como lo era The Bends. La única parte donde la canción tomaba un ritmo agradable para los pies, hablaba del inconformismo por la monotonía de la vida. Era una protesta tras otra y un dolor existencial que a Emily le costaba procesar…
¿Cuánto le costaría bailarla entonces?