Susana
¡Los alcancé!
Estando a medio paso del elevador, el murmullo de sus voces me guio hacia el piso inferior. Corrí tan rápido que mis muslos dolieron. Fue una suerte no tropezar en las escaleras. ¿Qué le pasaba a mi resistencia física?
¿Qué importaba eso ahora? Tenía que enfocarme en una elección de palabras adecuadas para no parecer una estúpida. Hacía unos minutos, lo había echado del departamento que ni siquiera era mío, sino de su hermano. A veces, puedo ser tan…
—¿Susana, pasó algo? —preguntó Ray.
Lamí mi labio superior por un inexplicable nerviosismo. Nunca me acostumbraré a pedir disculpas, pero el rostro de Aníbal me decía todo. Ni siquiera miraba en mi dirección.
—Solo quería…
—Ray, puedo ir solo. Regresa junto a Susana. Nos vemos otro día —pronunció Aníbal ante mi silencio y nos dio la espalda.
—¡Solo quería disculparme! —grité y presioné mis puños. Tranquila mujer, era disculparse, no pelear—Discúlpame, Aníbal…
Él volteó y me regaló una sonrisa cálida —No tienes por qué disculparte, Su. Mañana hablamos con tranquilidad. Tengamos una cita como antes, ¿está bien? En el mismo café de siempre. Allí nos ponemos al día.
Lo dude por un segundo porque ya había hecho una promesa tácita con el Gelado.
—No puedo —dije firmemente sin sonar pedante ni grosera—. Solo nos quedan tres meses, Runin y yo tenemos que estudiar porque vamos a ingresar a la universidad. Gelado ya contrató a nuestros tutores particulares y tendremos clases intensivas desde mañana.
—¿Qué? ¿Tendremos tutores particulares? —sonó sorprendido y emocionado.
—Sí, Runin. Desde mañana perderemos la libertad.
Sabía lo mucho que mi abuela había influenciado en él. Conocía ese sentimiento de impotencia e inferioridad. Seguramente, además de estrés, Runin, todavía no superaba las palabras amargas de una anciana como ella.
Ann Mery maneja una autoconfianza inmensurable, eso le otorgaba a las frases que pronunciaba un efecto navaja, horripilante para alguien que era su presa por primera vez. Yo era su nieta, estaba acostumbrada, pero si Runin hacía esto solo podría no lograrlo. Algo en mí, lo sabía: que ambos alcanzaríamos esa meta si nos esforzábamos juntos.
No solo Ray tenía cosas que demostrar, yo también las tenía.
—Comprendo ¡Los felicito por su esfuerzo! Para el próximo año, nos veremos en la universidad, no lo dudo. Ya que las cosas, son así, de ninguna forma te importunaré, pero, en cuanto tengas tiempo, llámame, Su. Vendré, aunque esté ocupado, ¿okey?
—Sí, no te preocupes —Un pensamiento fugaz cruzó mi mente, en realidad, no era como si tuviéramos mucho de qué hablar.
Al final, nos despedimos con mayor tranquilidad. Al menos, nos vimos las caras de una forma más amigable y fue una sonrisa la que se nos quedó grabada en nuestras mentes.
Ya dentro del departamento. Le pregunté a Ray solo por precaución qué asuntos había hablado con Aníbal. En el fondo temía que Runin no sea capaz de guardar un secreto, pero nos desviamos del tema rápidamente a algo más importante: la situación de Gustavo.
Mientras Ray me preparaba un aperitivo ligero, yo le puso al tanto de la situación. Gustavo seguían en problemas y, de nuevo, terminó en el hospital. No pude evitar contarle el desastroso estado en el que lo encontramos y lo grave que se veía todo.
El Gelado me había comentado que podría ser un ajuste de cuentas porque el cuerpo de Gustavo tenía quemaduras de cigarro, golpes y rastros de ataduras en sus muñecas, es decir, signos de tortura.
—No sé en qué se metió esta vez ese muchacho —suspiré con pesadumbre en el pecho.
—Pensé que él solo consumía… —dijo Runin—. Si es por ajustes…, ¿quiere decir que el también comercializa?
—Ni idea. Cuando despierte le sacaremos la verdad.
—Susana, perdóname por la pregunta, pero no se supone que él es de una familia con prestigio y no le falta nada, ¿por qué el terminó así?
Al escuchar esa pregunta tuve ganas de tirarle el plato en la cabeza. El dinero no tenía nada que ver en estas circunstancias.
—Eso no puede comprar tranquilidad —solo atiné a decirle con rabia contenida—. Ya lo había dicho una vez. Gustavo es una persona atormentada, pero a diferencia de mí u otras personas, no tuvo a nadie quien lo guiara… Y tampoco se dejó guiar cuando le dimos la mano.
Ser víctima de abuso sexual lo marcó para siempre. No podemos juzgarlo por eso y eso no puede ser motivo para seguirlo si quiere destruirse.
—Es tan complejo, Runin. Él hace tantas estupideces, siempre quiero golpearlo. No escuchó mis consejos; sin embargo, cuando él quiera ser ayudado todo cambiará. Mientras tanto, solo observaré, como la amiga que fui y estaré pendiente desde las sombras.
Ray no preguntó nada más y comenzó a ordenar los trastes con un rostro pensativo, pero sin perder esa diligencia de amo de casa que lo caracterizaba. También se tomó el tiempo de guardar un aperitivo para el Gelado.
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Editado: 16.02.2024