꧁✧☾ 𝙰𝙴𝚁𝚈𝚂 ☽✧꧂
Llevo un tiempo aquí, soportando escuchar cómo intentan convencerme de aprovechar la situación, de quitarle todo al mal hombre de Romano, al miserable, como lo han estado llamando. Finjo bien, lo necesito. Sé que estoy entre una manada de arpías. La madre de Peter se llena la boca describiéndolo como el peor de los hombres. Evita mirar a mi hija con desprecio y, aunque lo intenta, no puede disimularlo.
Sabe lo que ella significa para sus planes, y es tan evidente que no le importa que sea una bebé.
No voy a negar que cierta satisfacción se asoma. Peter no disimula su rabia cuando Camely menciona que la fortuna de Romano ahora será para Defne. Y sí, ya lo tengo claro: ahora creo en las palabras de Romano, ahora sé que su plan desde el principio fue conseguir un heredero. Por primera vez en todo este asunto, siento satisfacción, porque voy a contribuir a destruir sus planes.
Para eso, debo mantenerme astuta y dejar de ser la víctima que me hicieron.
—No sabía que no era su hijo —Katheryn lleva rato tratando de convencerme de lo mal hombre que es Romano—. Fue mi primer hombre, yo… ¿cómo iba a saber que no era suyo?
La observo fingiendo pena. Camely se acerca a consolarla. Es abrumador ver cómo la ambición puede volver cómplices a personas como ellas.
—¿Dónde está el dueño del hotel? —Yery aparece de la nada con su hijo en brazos.
—Estoy a cargo —respondo sin interés.
—No pienso rebajarme a hablar con una sirvienta. ¿Te crees mucho ahora por quedarte con mi marido? ¿O es que tener la hija de su padre te hace sentir poderosa?
Katheryn la aleja con molestia, sé que le va a recordar que no debe arruinar sus planes.
Beso con calma la frente de mi hija. Me trago el orgullo y las ganas de sacarlos a todos de aquí, de mandarlos a prisión, pero me contengo. Les permito pensar que pueden usarme otra vez, que sigo siendo la misma ingenua de antes.
—Tengo que seguir trabajando. Me encantaría invitarles algo, pero…
—No hace falta, cariño. Al contrario, deberíamos invitarte nosotros —dice Camely, acercándose con una sonrisa fingida—. ¿Quieres que te ayudemos con Defne mientras haces tu trabajo?
Me obligo a contenerme una vez más.
—No, no es necesario. Nos vemos luego.
—Te ayudo —dice Peter, sin importarle la presencia de su molesta esposa e hijo.
—No… Es decir, gracias. A todos. Pero ahora quiero estar sola. Tengo mucho que pensar. Puedo con esto… lo he hecho antes.
Me marcho sin darles oportunidad de decir más. Estoy harta de fingir, de que me tomen por tonta. ¿Cómo podría dejarles a mi hija? ¿Cómo olvidar que alguna vez pensaron venderla? Defne es lo único que se interpone entre ellos y su codicia.
Beso su cabecita al cerrar la puerta tras de mí.
—Esto me sobrepasa, mi hada… Mamá es fuerte, pero creo que vamos a necesitar una mano de tu padre —acaricio su cabeza con suavidad—. Tal vez él pueda ayudarnos a protegerte.
—¡Papá-papá-papá! —se emociona y empieza a empujarse con torpeza. La bajo al suelo mientras miro el celular sin perderla de vista.
Quiero llamar a Grace. Quiero oír que todo esto valdrá la pena. Ya escuché suficiente de Peter y los demás como para seguir fingiendo que puedo sola. Sé que no. Y no importa si tengo que obligarme a aceptarlo… Mi hija lo vale todo.
Trago mi orgullo mientras marco a Grace con la esperanza de que me diga que funcionó, pero la puerta se abre de golpe.
Suspiro y cuelgo al ver que es Yery.
—¿Qué necesitas? —pregunto, sin dejar de mirar a Defne, que se acerca a mí con curiosidad.
Me observa de arriba abajo antes de hablar.
—¿Te crees mucho porque ahora tienes al padre y al hijo comiendo de tu mano? ¿De verdad piensas que otra vez me estás ganando?
Aprieto los dientes. Ya tendré mi momento.
—¿Necesitas algo relacionado con los servicios ofrecidos?
—Te odio, Aerys. Y así como ahora me estás quitando todo de nuevo, te dejaré sin nada. Voy a convencer al dueño del hotel, a esa vieja para la que trabajas, de que no eres confiable. Van a despedirte. No mereces estar aquí. Nunca has merecido nada.
—Ok. Mientras eso pasa, compórtate y habla. No tengo tiempo para perder. ¿Cuál es tu…?
—Vete al diablo —gruñe y sale, cerrando de un portazo que asusta a Defne.
Antes de sentarme, envío un mensaje a Grissom, para que este atento. Esta vez logro enfocarme en los asuntos del hotel, aunque cada vez que levanto la mirada y la veo jugar, pienso en él. Ojalá sirvan las pruebas.
Y sí, sirven, pero el proceso es lento. No ha sido solo una semana. Ha sido la peor de los últimos meses. He tenido que soportar los “detalles” de Peter, fingir interés para sacar algo útil. Ha soltado algunas tonterías que ayudan.
Su madre no deja de jugar a la mártir, tratando de convencerme de que Romano es lo peor. Y Yery… ella, junto a mi supuesta familia, ha puesto a prueba toda mi paciencia. He tenido que fingir más de lo que imaginé, forzarme a soportar escenas que agotan.
Grace no me dice mucho sobre Romano. Finjo que no me importa. Pero sí importa. No puedo negarlo: cada día su presencia se me hace más necesaria. Defne no deja de llamarlo, y el peligro se vuelve más evidente.
No saben que soy la dueña del hotel, pero sí que mi hija es la heredera de lo único que les importa. Klaus lo confirmó con una visita que los dejó aún más ardidos. Supongo que ya entienden a qué juegan. Me dice que nos están protegiendo, pero no menciona nada de él. Mi hija es la heredera, y por más que intente convencerme de lo contrario, aunque lo rechace, es la realidad. No solo heredará, se está convirtiendo en una amenaza para ellos.
Es sábado en la mañana. Estoy harta de fingir. Decido quedarme en casa y trabajar desde la habitación. Grace ha salido los últimos días, pero Grissom se mantiene al tanto. No soporto las visitas de Peter, pero las de Isra y su madre me lastiman más.