La Herencia

Capitulo 3

Mientras conducía, de pronto Oscar sintió como la vista se le nublada y el corazón comenzaba a latir con cada vez más fuerza. El brazo izquierdo le hormigueo hasta que de pronto comenzó a dormírsele, al igual que la mitad de su cuerpo; eso le puso en alerta y es que creía saber lo que le estaba pasando. Por desgracia era demasiado tarde para hacer algo y es que su cuerpo no respondía, más no por eso dejo de intentar detener el auto antes de que algo fuese a peor. Sabía que debía hacerlo o podría tener un grave accidente y lo que era peor poner en peligro a alguien más. 
Infortunadamente todo esfuerzo fue inútil y pronto no tuvo control alguno sobre el auto, al igual que sobre su propio cuerpo y es que a esas alturas sentía como si un puño apretara con fuerza su corazón evitando que latiera con normalidad. Eso resulto sumamente doloroso.

Renée tomo la actitud de aquel conductor normal, en parte porque estaba lloviendo fuertemente y eso dificultaba un tanto la visión; además de que la calle estaba completamente desierta y aunque era una actitud un tanto imprudente, era entendible. Sin embargo, no lo vio mas así cuando el auto comenzó a zigzaguear con violencia de un lado a otro de la calle; hasta que de pronto se le fue encima. Apenas tuvo tiempo de quitarse para no ser atropellada por este. 
Justo cuando caía al piso escucho un gran estruendo a sus espaldas y es que el auto termino incrustándose en la parada qué estaba a unos pocos metros tras suyo. Más aún a pesar de la impresión inicial se apresuró a ver lo que sucedió y tal vez ayudar si es que le era posible. El auto quedó sin duda en muy mal estado; la parte delantera estaba destrozada, el parabrisas estrellado, más alcanzaba a ver qué las bolsas de aire se habían activado y esa era una excelente noticia para sus ocupantes. 
Entonces se apresuró a abrir la puerta del conductor, tratando de constatarse del estado de este. Ella no era enfermera o tenía conocimientos médicos, pero al menos quería estar segura de que continuaba con vida y sacarlo del auto si es que eso era lo más conveniente; sabía que debía ayudar.
Infortunadamente la puerta se encontraba cerrada por dentro, al igual que el resto. Sabía que el único modo que tendría para ayudar a sus ocupantes era rompiendo uno de los cristales, así que tomo un tubo de metal que se desprendió de la parada y golpeó la ventana del copiloto con fuerza. Por desgracia hicieron falta varios golpes para que el cristal se rompiera por completo y entonces pudo meter su brazo para quitar el seguro. 
Una vez la puerta estuvo abierta pudo ver el interior del vehículo, dándose cuenta de que solo estaba el conductor y en cierto modo agradeció que fuese de ese modo. Apenas reparo en nada más antes de entrar en el vehículo y tratar de ayudarlo, para su desgracia al revisar si continuaba con vida se dio cuenta de que no era así, él había muerto. No sabía si a causa del accidente o al contrario, eso era lo que había provocado este. Aun así no se dio por vencida y usando una de las esquirlas del cristal de la ventana rompió las bolsas de aire y lo saco a rastras del auto.
Era un hombre adulto, lo cual le hizo complicado el poder moverlo; pero aun así consiguió colocarlo en la calle para posteriormente marcar a emergencias. Lo hizo esperando le pudiesen guiar para poder hacer algo por él. 
Estos respondieron enseguida a su llamado y le dijeron lo que tenía que hacer para darle reanimación cardio pulmonar mientras la ambulancia llegaba hasta ellos, ya que esa era la mejor opción que tenían dado que según podía ver no tenía ninguna herida aparente. Aplicó compresiones al pecho en intervalos, entre los cuales le daba respiración boca a boca hasta que de pronto vio como su pecho se movía por sí solo. Estaba respirando el mismo, más esa aún no era una batalla ganada y lo sabía muy bien. No dejo de intentar despertarlo, aun cuando no parecía tener ningún nivel de conciencia.
Luego de algunos minutos comenzó a escucharse la sirena de la ambulancia, la cual fue haciéndose cada vez más fuerte hasta que al fin arribaron. Los paramédicos enseguida le colocaron un collarín y lo pusieron con sumo cuidado sobre la camilla, asegurándolo a esta para luego subirlo a la ambulancia, disponiéndose a llevarlo al hospital más cercano.
Estaban a punto de marcharse, cuando de pronto la voltearon a ver a ella.
  – Déjeme ayudarla – le pidió uno de los paramédicos.
  – Descuide, estoy bien. Yo no iba en el auto con él – le respondió sin ver la necesidad de que se ocupasen en ella, después de todo estaba perfecta.
  – Pero está sangrando – advirtió.
Renée entonces bajo la vista hacia sus manos, dándose cuenta de que sangraba en abundancia de una de estas y de un brazo. Tenía un par de profundas laceraciones, probablemente causados cuando tomo aquel trozo de vidrio para romper la bolsa de aire o cuando rompió la ventana; más no lo consideraba tan importante como para que la llevasen al hospital, en especial con la gravedad de la condición de aquél hombre.
  – Descuide, estoy bien. Esto no es nada – le respondió quitándole toda importancia a lo que había pasado.
  – Señorita, permítanos ayudarla por favor. Es más puede ir con nosotros en la ambulancia, pero debe ser ya mismo – insistió, pues no podían dejarla ahí, así como tampoco retrasar más su partida.
  – Está bien, gracias – accedió consciente de que solo les estaba dificultando el trabajo.
Este entonces le ayudo a subir a la ambulancia y emprendieron camino hacia el hospital. 
Durante este vio como los paramédicos se ocupaban enseguida de aquel hombre, conectándolo a los monitores cardíacos y de presión arterial, los cuales indicaban que aún estaba con vida. Su corazón latía con debilidad, pero latía y eso era lo más importante.
Por fortuna el trayecto fue corto y no surgió ninguna clase de contratiempo adicional.
Apenas arribaron al hospital los separaron; a él lo llevaron hacia los quirófanos, mientras que a ella la atendieron en urgencias por las heridas superficiales que tenía, mismas que por fortuna solo requirieron de algunas puntadas. 
Un rato después estaba bien y le permitieron marcharse, aun así no podía irse y es que aunque ya había hecho suficiente por aquel hombre sentía que no había terminado, que quizás aún podía hacer más. 
Se acercó entonces hasta la sala de espera, encontrándose con una enfermera.
  – Disculpe señorita – le dijo llamando su atención.
  – Si, dígame – respondió está con amabilidad.
  – Hace un rato trajeron a un hombre que sufrió un accidente automovilístico y me gustaría saber cómo se encuentra – esperaba que esta pudiera darle alguna información solo con eso, ya que no tenía la menor idea de cuál es que era su nombre. 
  – Déjeme revisar – le dijo está acercándose hasta una central de información, accediendo al computador.
  – ¿Es usted su pariente? – pregunto una vez encontró lo que buscaba.
  – No. Yo estaba ahí cuando sufrió el accidente y me gustaría saber si hay algo en lo que puedo ayudarle – opto por la honestidad, aun cuando corría el riesgo de que no le dijese nada; más no podía simplemente mentir.
  – El señor Greyson está siendo intervenido y eso es todo lo que puedo decirle de momento – le reveló siendo muy vaga al respecto como para decirle algo importante, pero también dándole más información de la que debería.
  – Está bien, gracias. Si no le molesta esperaré un rato – manifestó creyendo que eso no sería problema alguno.
  – Como guste – le respondió poniendo muy poca atención y es que debía continuar con su trabajó.
Renée se disponía a sentarse, dolorida por los golpes y tiritando de frio, pues aún llevaba la ropa empapada por la lluvia; por fortuna uno de los paramédicos le había dado una manta.
Estaba a punto de sentarse, cuando de pronto vio entrar con premura a la sala a un grupo de personas. Estos apenas repararon en ella y ella en ellos, fue así al menos hasta que preguntaron por el señor Oscar Greyson y se identificaron como su familia. 
Entonces fue que se dio cuenta de que ya no tenía más nada que hacer ahí, dado que su familia había llegado y ellos podrían ocuparse de él; así que se puso en pie y salió de ahí.
 




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