Fue de ese modo, hasta que luego de solo unos pocos minutos se recompuso respirando con profundidad para calmarse.
– Lo ciento, no quería hacer esto – aseguro limpiándose el rostro, el cual aún se encontraba bañado de lágrimas.
– Ahora bien, seguro no estás aquí para escuchar mis penas; ¿en qué puedo ayudarte? – cuestiono consciente de que su presencia ahí tenía que deberse a otra cosa.
– La verdadera pregunta es, ¿en qué puedo ayudarte yo? – respondió Max, tornando su pregunta de vuelta hacia ella.
– No es necesario que te preocupes por mí, que ya encontraré el modo de salir adelante; lo hice antes y lo aré ahora – le aseguro decidida a no dejarse vencer, no lo hizo antes y por supuesto que no lo aria entonces.
– Sabes que no necesitas hacerlo – le recordó siendo muy poco discreto con lo que pretendía hacerle ver.
– Si te refieres a la herencia del señor Oscar, de una vez te digo que no pienso aceptarla. Se muy bien lo que él pretendía que hiciera y no pienso prestarme a hacer algo semejante. Bastantes problemas tengo ya con mi propia vida, como para meterme en una guerra de la que no tengo parte – indicó bien consciente de que entrar en una batalla como esa solo le causaría problemas.
– Es tu derecho tomar posesión de toda la herencia de Oscar – le recordó.
– Yo no tengo ningún derecho, así que mejor dejémoslo por la paz; porque no tocaré ni un centavo de esa fortuna – sentenció con firmeza.
– Pero la necesitas, sobre todo ahora – mencionó haciéndole ver la difícil situación en qué se encontraba justo en esos momentos.
– Es verdad que ese dinero me aria todo infinitamente más sencillo, debo reconocerlo; pero también soy consciente de que me traería muchos otros problemas y estos serán aún peores – declaró sin dejarse cegar por algo tan banal como eso y es que era demasiado inteligente como para hacerlo.
– Si te refieres a la familia, no temas. Ellos... – trato de tranquilizarla Max, pero solo fue a peor.
– No les tengo miedo a ellos, se lo aseguro; pues mis temores son otros muy diferentes. De cualquier modo he tomado una decisión y no pienso cambiarla – opto por guardar para sí misma el porqué de su reticencia.
Renée entonces volteo a ver su reloj de pulsera, viendo la hora que era y es que el día de le había ido volando.
– Lo ciento, pero tengo que alistarme para el trabajo – le dijo sin afán de ser grosera, más tenía el tiempo justo para marcharse.
– Entiendo; pero al menos piensa en tomar posesión de tu parte de la casa, que ahí estarás más cómoda mientras logras ponerte en pie de nueva cuenta. Tómalo como un alojamiento – le pidió consciente de que eso le sería de gran ayuda.
Renée debía reconocer que el no pagar el alquiler y otros servicios le sería de gran ayuda, sobre todo hora que se había quedado sin absolutamente nada y su sueldo apenas le sería suficiente para ir reponiendo sus pertenencias perdidas y pagando deudas pendientes.
– Lo pensaré – le dio al menos esa satisfacción a Max.
– Eso es todo lo que deseaba escuchar – se conformó de momento con eso.
– Toma esto y llama siempre que lo necesites – le pidió entregándole su tarjeta.
– Te lo agradezco mucho – expreso con toda honestidad.
Este entonces se marchó un tanto decepcionado y es que habría deseado poder hacer más; Renée por su parte se dispuso a alistarse para el trabajo, todo sin haber logrado pegar el ojo en todo el día.
Una vez llegó al restaurante, entro por la puerta trasera como siempre, yendo directo hacia los casilleros para poner sus cosas en el suyo y alistarse para el largo turno que aún tenía por delante.
Entonces de pronto se topó con el gerente del lugar.
– Buenas noches, señor – le saludo brevemente para enseguida continuar con lo que estaba haciendo y es que estaba a punto de comenzar su turno.
– Renée, debemos hablar – le pidió llamando su atención.
– Claro, dígame – accedió está, acercándose a él para escucharlo con atención.
– Temo tener que informarte que tendré que prescindir de tus servicios – informó para su enorme sorpresa y es que jamás se esperó que le dijera algo como eso.
– ¿Por qué?, ¿acaso he hecho algo mal? – le cuestiono preocupada porque hubiese sido así y de ser ese el caso tratar de remediarlo.
– No, en realidad tu trabajo siempre ha sido excelente, eres de nuestras mejores empleadas – reconoció con total convicción al respecto.
– ¿Entonces por qué? – interrogo confundida por sus motivos, en especial si decía que era tan buena empleada.
– Se han quejado de ti ante la administración y han amenazado con dañar la reputación del lugar si continuas trabajando aquí. Entenderás que no podemos arriesgarnos a qué eso ocurriese, estás personas no se andan con nimiedades y no vemos otra opción más que dejarte ir – le revelo un tanto apenado con ella, más sabiendo que no tenía otra opción.
– Lo entiendo muy bien, de cualquier modo gracias por la gran oportunidad que me han brindado – expreso con toda sinceridad, pues entendía que no había otra cosa por hacer y es que no dependía más de él.
– Gracias a ti por tu excelente trabajó – le respondió tendiéndole la mano, ante lo cual esta se la estrecho sin rencor alguno; después de todo sabía quién era el verdadero responsable.
Este entonces le entrego su finiquitó, después de lo cual Renée vacío su casillero y salió de ahí sin más por hacer.
No podía creer lo que acababa de pasar, pues en un solo día lo había perdido todo. Sus pertenencias, sus ahorros y ahora también su trabajo; se sentía totalmente desprotegida, tal como años atrás lo estuvo y le dolía en lo más profundo volver a ese entonces. Había trabajado tanto para salir de ese lugar, que el volver a ese punto le resultaba extremadamente doloroso.
Caminaba con desolación por la calle rumbo a su hogar, cuando de pronto noto como una camioneta le seguía de cerca; hasta que de pronto se detuvo y de esta bajo un tipo alto y malencarado, el cual se le acerco con actitud amenazante.
– Esto es solo una advertencia – hablo de pronto y sin ningún preámbulo.
Renée no necesitaba ser una genio para saber a lo que se refería y es que claramente todo lo que le pasó estaba conectado.
– ¿De quién? – se olvidó por un momento de las recriminaciones hacia este y es que le era obvio que solo se trataba del mensajero.
– De alguien a quien hiciste enojar, así que más te vale tener mucho cuidado – le amenazó de forma intimidante.
Este entonces regreso al auto y ser marchó con rapidez; por fortuna sin ponerle ni un solo dedo encima, aunque eso no quitaba el gran susto que se había llevado. Aún a pesar de haber mantenido la calma todo lo posible, ahora que todo ese choque de adrenalina había desaparecido estaba temblando sin parar. Fue tanto el choque de emociones que le embargó, que sintió como sus piernas no le sostenían más y cayó al piso. Estaba consciente, pero infinitamente aterrada.
Entonces de pronto se dio cuenta de lo que esté le había dicho, le advirtió que había hecho enojar a alguien y creía saber de quién se trataba.
Esas palabras hicieron que muchas otras cosas cayeran en su lugar, el destrozó y robo de su apartamento, su despido del restaurante. Sabía bien quien había sido el culpable; después de todo no tenía más enemigos y aun así no podía hacer nada, ya que sencillamente no tenía pruebas al respecto, no más que lo obvio para ella. Aunque eso no quitaba el hecho de que sabía quiénes eran los culpables y no pensaba dejar que las cosas se quedarán de ese modo, eso jamás.
Se puso entonces de pie, respirando profundamente para recobrar el control; luego de lo cual saco su teléfono.
– Buenas noches, Max; soy Renée – expresó apenas se escuchó ruido al otro lado de la línea.
– Buenas noches, ¿pasa algo? – pregunto un tanto extrañado y es que le había visto solo un par de horas atrás y está se había mostrado recia ante su intención de ayudarla. Aunque también le preocupaba que alguna otra cosa hubiese sucedido, en especial después del destrozó de su hogar.
– He pensado en las cosas que hemos hablado y he tomado una decisión – le informo dejándose guiar por el impulso que le había embargado.
– ¿Puedo saber cuál fue? – exploró intrigado y es que de su decisión dependían muchas cosas, de hecho más de las que ella creía.
– Aceptaré la herencia que Oscar ha decidido dejarme. ¿Puede llevarme a la mansión está misma noche? – hablo antes de darse tiempo a cambiar de opinión.
– Claro, si te parece te veo en tu apartamento en un par de horas – le ofreció mostrándose servicial con ella y es que no quería que se arrepintiera de la que le parecía era una excelente decisión.
– Me parece perfecto, gracias – acepto, consciente de que necesitaría algo de tiempo para arreglar algunas cosas que tenía pendientes.
Su petición no se debía a qué no pudiese ir hacia haya ella sola, sino que necesitaba que fuese un mediador en la pelea que sabía que se desataría con su llegada. Necesitaba que amortiguara el impacto inicial, sobre todo porque no estaba en condiciones de enfrentarlos de momento. Tenía las emociones a flor de piel y podría complicarlo aún más si se les enfrentaba en ese estado, hecho que no le parecía convenirte si compartirían casa en adelante. Quería que la primera vez que hablasen fuese con la cabeza fría y un plan bien trazado, lo cual no pasaría entonces.