La Herencia

Capitulo 17

No tenía la menor idea de lo que podía estar haciendo Derek en aquel sitio, pues se trataba de alguien a quien pensó no volvería a ver en toda su vida y el hecho de encontrárselo hay fue algo que la descoloco por completo. Ocurrió de ese modo, en especial cuando se dio cuenta de que se dirigía a la barra y aunque estaba al otro extremo, su sola presencia era capaz de alterarla en verdad. Fue de ese modo, en especial cuando sonrió y es que ese gesto era exactamente el mismo que la había enamorado.
Infortunadamente la distancia no le calmaba en lo más mínimo, pues no existía espacio suficiente para mantenerlo lejos; no cuando continuaba despertándole todo un cumulo de sentimientos y por desgracia no todos eran de odio. No todo lo que había sentido por él en el pasado estaba muerto y jamás lo estaría.
  – Si me disculpas tengo que volver al trabajo, pero fue un verdadero placer el conocerte – se despidió deseando evitar que Derek le viese a toda costa.
  – Claro y lo mismo digo, me encanto el poder conocerte y espero que podamos volver a vernos – deseo, decidiendo no hacer referencia al cambio brusco que tuvo su expresión y es que no le conocía lo suficiente como para hacérselo notar.
  – Yo también lo espero – afirmo mientras se alejaba a toda prisa. 
Por desgracia, Dalia sabía que no podría evitarlo, no mientras permaneciera en el bar y eso le asustaba, porque no tenía idea de cómo reaccionaría al topárselo de frente. Había soñado una infinidad de veces con ese momento, ahora en cambio que había ocurrido no sabía lo que aria.
  – ¿Te sucede algo? – le cuestiono una de sus compañeras, quien la había visto más pálida de lo normal. 
  – No – negó lo obvio. 
  – Bueno si, ¿te puedo hacer una pregunta? – le cuestiono aceptando que no se encontraba del todo bien y tal vez ella podría ayudarle a solucionarlo.  
  – Claro, adelante – le insto.
  – ¿Conoces a ese tipo de ahí? – le pregunto señalando directo hacia Derek.
  – No, ¿porque lo preguntas? Porque si ha hecho algo para molestarte solo tienes que decírselo a Carlo, que él lo sacara de aquí antes de que pueda saber siquiera lo que paso. Él nos cuida mucho – le aseguro consciente de que jamás permitiría que alguien la insultara o aún peor. 
  – No, descuida – afirmo, pues aunque le encantaría verlo siendo echado a la calle como un vil despojo; sabía que no podía meter en problemas a Carlo, en especial conociendo de lo que este y su familia eran capaces.
  – En ese caso, ¿qué pasa con él? – cuestiono intrigada.
  – Nada, solo es que no me parece del tipo que suele venir por estos sitios – reconoció tratando de ocultar sus verdaderos motivos y por fortuna parecía hacerlo muy bien.
  – De hecho así es y respondiendo a tu pregunta, no tengo la menor idea de quién es él. Jamás lo había visto por aquí, ahora si me disculpas tengo que bajar a la bodega a ver qué es lo que falta para el inventario. Eso solía hacerlo Renée, pero ahora me toca hacerlo a mí y lo odio en serio – le confeso.
  – En ese caso permíteme tomar tu lugar, que yo puedo hacerlo encantada – afirmo de pronto.
  – ¿Estas segura? – indago confusa por su decisión.
  – Claro, solo explícame lo que necesitas – le aseguro consciente de que mientras más lejos estuviera de la barra sería mejor.
Esta enseguida le entregó el portapapeles que tenía en sus manos. 
  – Es muy simple en realidad, solo debes contar cuánto hay de cada producto y anotarlo en la lista. De ese modo Carlo sabrá lo que debe comprarse, solo que no me gusta estar ahí abajo sola – le confesó.
  – Para mí no será ningún problema, así que deja que yo lo haga – pidió una vez más, convencida de que eso era lo mejor.
  – En ese caso te deberé una y muy grande – aseguro mientras se alejaba.
  – Descuida, más bien te la deberé yo – respondió una vez la vio alejarse.
Lo hizo echando un último vistazo a Derek, quien en esos momentos se acercaba a Renée tratando claramente de engatusarla, lo cual era algo de lo más clásico en él. Lo conocía muy bien, de hecho mejor de lo que creyó en un inicio y es que ahora la venda que tenía en los ojos había caído. 
La verdad es que no soportaba verlo haciéndolo, así que se apresuró hacia la bodega deseando con todas sus fuerzas que aquel encuentro no fuese más que fruto de la casualidad. No podía permitir que volviera a entrar en su vida bajo ningún motivo y no solo por ella.

No fue hasta que Derek la vio quedarse a solas que decidió acercarse a Renée.
  – Hola – saludo acercando el rostro a su oído para hablarle.
Al escucharlo esta se sorprendió mucho, pues si a alguien no pensó encontrarse jamás en aquel bar, ese era Derek.
  – ¿Qué diablos haces aquí? – cuestiono sin poder evitar que su tono fuese más grosero de lo que pretendía.
  – ¿Como dices?, pero si es que creí que esté lugar era público – respondió con actitud un tanto arrogante.
  – Lo es, en efecto; solamente que no solemos tener el honor de recibir muchas visitas de tu lado de la ciudad – dijo haciendo una clara referencia a la clase alta, aun cuando no lo dijese con todas sus letras.
  – Esté lugar no suele ser mucho de su estiló – aclaró.
  – ¿Y cuál sería ese? – continuo Derek, recargándose en la barra para acercársele un poco más. 
  – No lo sé, tal vez los clubes más populares de la ciudad. Esos donde se les sirven bebidas con nombres estúpidos y los vasos brillan con luces, donde la música es más plástica que los implantes de las mujeres que acuden a ellos. Cómo podrás ver este no es nada de eso, así que te aconsejo que te largues de aquí antes de que pierdas algo más que ese caro reloj que traes en la muñeca – le advirtió solo volteando a verlo para darle mayor peso a sus palabras.
  – Valla, pues tienes razón. Lo cierto es que creí que tú también eras ahora de ese tipo de sitios – reconoció, guiándose con lo que había supuesto mientras le seguía. 
  – No sé qué te pudo hacer creer algo semejante – en verdad no encontraba que cosa en su persona le pudo dar una idea como esa.
  – Ahora tienes tanto dinero como para ir a cualquier sitio que desees, pero aun así decidiste venir aquí y me siento muy intrigado al respecto – reconoció tomando asiento en el banco a su lado.
  – Te lo diré, pero solo porque quiero que salgas de aquí lo antes posible – le volteo a ver entonces de frente.
  – Solía trabajar aquí antes de que toda esta locura comenzara y el que ahora mi situación económica sea diferente no cambia quién soy y los sitios a los que suelo acudir – este solo asintió dando la apariencia de entenderlo, aun cuando no era así y es que no veía atractivo alguno en ese lugar.
  – ¿Y tú qué haces aquí? – le cuestiono Renée sin dejarse engañar por este, pues no creía que hubiese ido hay por propia voluntad.
  – Si te soy sincero, te he seguido – reconoció para el asombro de esta, pues había creído que necesitaría de mucho más para sacarle la verdad.
  – Valla, no me espere tu sinceridad, pero... ¿Como porque querrías seguirme hasta aquí? – esperaba continuase con su honesta actitud.
  – Quería ver a dónde ibas, pero al ver qué entrabas en este lugar me preocupe por tu seguridad; pues este parecía tratarse de un lugar nada ideal – respondió viendo a su alrededor con cierto desagradó.
  – En ese caso puedes estar tranquilo y marcharte de una vez, que no me ocurrirá nada – le aseguro con total convicción al respecto.
  – ¿Tan segura estas? – Derek en cambio estaba reticente a creer algo semejante.
  – Lo estoy y es que en este caso me encuentro mucho más segura aquí que tú, eso tenlo por seguro – le dijo tomando la copa que había frente a ella, dándole un pequeño sorbo.
  – ¿Así lo crees? – cuestiono Derek con cierta incredulidad y es que aunque no estaba acostumbrado a esa clase de sitios, creía que podría hacerle mayor frente que ella.
  – En realidad si, así que mejor vete – respondió Renée para su asombro, pues había esperado que accediera a irse, que se diera cuenta de la locura que era estar en ese lugar y es que si bien antes podía no tener otra opción, ahora la situación era muy diferente.
  – No lo creo, lo mejor será que me quedé y te lleve a casa; así podrás tomar y divertirte tranquilamente – le ofreció, aparentemente haciéndole un favor.
  – No me hagas reír, por favor – pidió está, soltando una sonora carcajada.
  – ¿Por qué te causaría alguna gracia? – Derek se sentía un tanto confundido por su actitud y hasta ofendido, pues no entendía lo que le causaba tanta gracia.
  – Porque no necesito ninguna ayuda de ti, ni de nadie; estoy perfectamente bien sola – estaba convencida de que sería de ese modo.
  – Perdón si lo dudo, pero es así – reitero Derek, viendo la clase de personas que se encontraba en aquel bar y lo peligroso que podía ser para ellos.
  – En ese caso permíteme demostrártelo – ofreció Renée, bajando del banco de un salto.
  – ¿Y cómo propones hacerlo? – cuestiono dando vuelta en el banco para continuar viéndola.
  – Ahora lo verás – le aseguro con una sonrisa un tanto maliciosa.
Fue entonces a hablar con el barman.
  – Carlo, este tipo cree que necesito de su ayuda, que está aquí para protegerme. Ayúdame a demostrarle que no es así – hablo en voz alta para que todos la escucharán, ante lo cual más de uno soltó una carcajada.
  – ¿Qué quieres que haga? – preguntó este mostrándose dispuesto a hacer lo que pidiese.
  – Lo de siempre – respondió con simpleza.
  – En ese caso anda, ahora lo llevo todo – le aseguro.
  – Gracias.
 




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