Por la noche después de ocuparse de todos sus asuntos Max acudió, tal como le había dicho a Renée. Al arribar no lo hizo como abogado, sino como un joven que iba ahí por un trago, como un cliente más; pues aunque no estaba habituado a acudir a ese tipo de lugares, esa noche lo aria.
Apenas entro se dio cuenta de que era sin duda mucho más tranquilo de los otros lugares a los que solía acudir con Derek en el pasado, pues hay la música no tocaba a todo volumen, las luces no cegaban y las personas no se amontonaban. Todo el ambiente era bastante tranquilo, de hecho perfecto para tener una conversación calmada, tal como la que le había llevado hasta ahí.
Al recorrer el lugar con la vista se percató de la presencia de Renée en la barra, acercándose a esta sin demora alguna.
– Ya estoy aquí, justo como lo prometí – le dijo casi al oído, llamando a su atención.
Renée volteo a verlo sin demora, quedándose un tanto sorprendida por lo que vio. Estaba acostumbrada a verlo siempre con sus trajes formales en tonos de toda la gama de grises, azules marino y cafés con corbatas simples y camisas blancas. Entonces en cambio usaba pantalones de mezclilla, botas de trabajo y una playera blanca, sobre la cual usaba una sudadera; mientras que su cabello rizado lucia mucho más desordenado que de costumbre e incluso su semblante lucia más juvenil y rozagante.
– ¿Te pasa algo? – le pregunto al notar la forma tan fija en que le observaba.
– No, en absoluto. Anda siéntate a mi lado – le pidió, indicándole el banco que ahí se encontraba.
Este decidió tomar asiento tal como le pedía, aunque algo nervioso y es que siempre lo estaba en su presencia. Había tratado de evitarlo, más se había vuelto algo imposible de hacer.
– ¿Pudiste averiguar algo? – se apresuró a cuestionarle al sentir como un pesado silencio se instalaba entre ambos.
– En realidad si y mucho – reconoció Max.
Saco entonces del interior de su chamarra un sobre de papel, dejándolo sobre la barra mientras sufría de una pequeña tos.
– Perdón por ser tan maleducada y no ofrecerte algo de tomar siquiera. ¿Quieres algo? – le cuestiono.
– Una cerveza estaría perfecta – admitió.
– En ese caso déjame pedirla y de una vez conoces a mi amiga – sugirió, deseando matar dos pájaros de un solo tiro como usualmente se dice y ante lo cual Max solo asintió.
Renee entonces volteo a su alrededor tratando de encontrar a Dalia, hasta que de pronto dio con ella a lo lejos.
– Dalia, ven – le grito poniéndose de pie sobre el descanso del banco y levantando la mano para que la viera.
Dalia por supuesto que la vio y reconoció enseguida, comenzando a acercársele sin demora desde el otro extremo del lugar. Acababa de llevar unas bebidas a una mesa de chicos universitarios, quienes para su sorpresa se portaron en verdad respetuosos con ella; fue así aun cuando más de uno intento sacarle su número de teléfono. Por fortuna cuando se negó de forma educada, estos lo aceptaron; después de todo sabían que ahí no podían andarse con ese tipo de cosas.
– Voy para haya – le respondió poniéndose en camino enseguida hacia la barra.
Para su desgracia no fue sino hasta que se encontró frente a Renée que se dio cuenta de quien era su acompañante y eso no le gusto en lo más mínimo, en especial pues no se podía echar atrás y es que este ya la había visto. Llevaba años alejada de esa gente y ahora de buenas a primeras comenzaba a encontrárselos uno tras otro, lo cual no le gustaba en lo más mínimo.
Max revisaba su teléfono, cuando de pronto levanto el rostro; viendo frente a sí a Dalia, lo cual le sorprendió en verdad y es que llevaba años sin verla o saber nada de ella.
– Tú… – fue todo lo que logro decir ante la gran impresión que sentía por su encuentro, ella en cambio no pudo decir ni una sola palabra.
Renée no era ninguna tonta o estaba ciega como para no darse cuenta de que algo estaba pasando entre ellos, las expresiones que dibujaban sus rostros así se lo hacían saber. Ambos parecían estar genuinamente sorprendidos y ella no alcanzaba a comprender el motivo.
– ¿Se conocen acaso? – decidió cuestionarles al ver como estos continuaban en estado de shock.
– No – se adelantó a asegurar Dalia, consciente de que la presencia de Derek y Max hay no era ninguna coincidencia, en especial si se encontraban ambos con Renée.
– ¿Es verdad Max? – trato de constatar y es que algo en esa situación no le dejaba del todo tranquila.
– Así es, solo es que creí que se trataba de alguien más, pero ahora sé que me equivoque – reconoció haciendo su mejor actuación para aparentar que todo estaba bien, aun cuando por dentro se moría de deseos de cuestionar a Dalia sobre lo que estaba pasando.
Renée no sabía que pensar al respecto, si era verdad lo que decían o es que había algo más. Aunque, si algo tenía presente es que no tenían por qué mentirle o al menos eso era lo que esperaba.
– De acuerdo, en ese caso te presento a mi amigo Max. Y tú Max, ella es Dalia – los presento.
Estos entonces fingieron que acababan de conocerse y estrecharon sus manos con gesto amigable.
– Ahora Dalia sírvenos una cerveza y tomate una con nosotros mientras hablamos – le ofreció, ante lo cual esta hizo lo que pedía.
Max entonces procedió a informarles lo que había descubierto con los documentos que le entregaron.
– Según pude ver no hay problema con que dispongas de la propiedad a tu antojo, solo habrá que poner unos documentos que faltan en regla y no habrá quien te niegue tu derecho a usarla. En realidad será muy simple – reconoció.
– En ese caso supongo que tu podrás ayudarla a lograrlo - sugirió Renée confiando en que accedería a hacerlo, después de todo le conocía y creía saber la clase de persona que era.
– No por favor, que no quiero ser ninguna molestia. Ya bastante han hecho por mi – les aseguro no solo por las dificultades que el asunto le podría ocasionar, sino que prefería mantenerse lo más alejada de ellos como le fuese posible.
– No será ningún problema para mí, créeme. De hecho iniciare con los tramites y en cuanto tenga algo te lo are saber – dijo Max para su desgracia y es que esperaba que al menos él entendiera su reticencia.
– Pero… – trato de argumentar en vano, ya que entonces se vio interrumpida por Renée.
– Deja que te ayude, él es un excelente abogado – le aseguro.
– Es que no tengo como pagárselos – trato de explicarse, esperando que su reticencia le hiciese ver que aquello no era una buena idea.
– No hace falta, te lo aseguro – respondió este para su mala suerte y es que sabía que no podía seguir negándose o terminaría resultando en verdad sospechosa por eso.
– En verdad no sería ningún problema para él – reitero Renée dejándola sin argumentos.
Dalia entonces decidió alejarse y dejarlos, mientras trataba de idear algo para alejarse. Era tal su desesperación que contemplo la posibilidad de tomar lo poco que poseía y escapar, pues a ese grado iba el temor que sentía por esa familia.
Luego de un rato decidieron marcharse, Renée había tomado un auto de la casa y Max traía el suyo, por lo cual solo se despidieron y se separaron.
Max en cambio tenía otros planes y no se marchó, sino que permaneció oculto en su coche hasta que el turno de Dalia termino. Cuando la vio salir del bar por la madrugada y comenzar a caminar sola por la calle es que decidió acercársele para hablar.
Esta caminaba un tanto temerosa, pues sabía que aquel lugar y hora no eran nada seguros para andar ella sola y aun así no tenía otra opción; además claro de que todas las emociones que le genero la aparición de Max aún estaban presentes. Era consciente de lo cercano que este era a Derek y lo que su encuentro podía ocasionar, en especial debido a que tenía bastantes datos suyos gracias a los documentos que había en su poder.