La herencia maldita

Capítulo 39.

Paola.

Toda la tarde estuve con muchas ganas de que volviera Felipe, para poder reclamarle cara a cara y comunicarle mi decisión no solo de regalarle, sino que no le iba a venderle mi parte de la herencia.

- ¡Querías engañarme como a una tonta, pero atacaste al equivocado! Nunca serás el único dueño de tu castillo en mierda. Esta será una buena lección para ti para el futuro, para que a otra chica estúpida no vuelvas la cabeza. - Pronuncié en voz alta las palabras que quería decirle.

Pero él no llegaba, el mal fervor por dentro empezó a calmarse en mí y me puse a ver los videos comerciales de otros balnearios para poder compararlos con el nuestro. Por alguna razón, realmente quería que esta comparación estuviera a nuestro favor. Durante esta semana, de alguna manera comencé a percibir el pueblo de una manera extraña, me encariñé con ellos. Por supuesto, no todos los habitantes eran de mi agrado, por ejemplo, no pude encontrar un idioma común con Magda todavía, pero me gustaron mucho aquellos con quienes me comuniqué. Eran honestos y bonachones, aunque un poco tercos, a diferencia de Felipe.

En ese momento, Ro y Cookie regresaron. El perro corrió hacia la cocina, ignorándome por completo, pero mi amiga se acercó a la mesa y cerró la tapa de mi computadora portátil.

- Dime, ¿Qué te enseñaron en la universidad? ¿Cómo trabajaste en esa fábrica, si no entiendes nada? ¿O has perdido la cabeza al escuchar la palabra "deuda"? - preguntó desafiante mi amiga.

- ¿De qué estás hablando? - No entendía.

- Todo sobre lo mismo! ¡No eres millonaria, eres tonta perdida! El balneario y la bodega no son la herencia tuya, son propiedad de la cooperativa. Tu herencia es esta choza con una cocina antediluviana, como la que tenía mi abuelo en los Perineos, y un montón de piedras por las que pagaras impuestos desorbitados, porque si no lo has olvidado, esto es Suiza. - gritó ella en mi cara.

- ¡No me grites! – pero yo le grité también. - Sé lo que pertenece a la cooperativa. Sé que hay que pagar los impuestos y la cuota por la deuda. ¿Por qué te metiste conmigo por esto?

- ¿Y de dónde sacarás el dinero para todo esto? Tus acusaciones contra Felipe son infundadas. No quería quitarte tu herencia, sino librarte de estos gastos y problemas. No tenía absolutamente ninguna intención de privarte de tu participación en la cooperativa, ni siquiera necesita la suya, porque tiene su propio negocio en Francia. Era el deseo de su padre. Lo dejó a ti, no a tu madre. - dijo ella, todavía en notas altas.

- ¿Cómo sabes lo que iba a hacer? - le pregunté, comenzando a comprender que tal vez ella tenía razón, porque Felipe no sabía que yo tenía dos millones de euros, pero sabía que estaba obligada a pagar un montón de dinero pronto.

- Me dijo que quería ayudarte, porque le conté de tu deuda en que te metió Jonathan, - respondió. - Simplemente no estoy seguro de si quiere hacerlo ahora.

- ¿Ayúdame? Ja ja. Se metió en tu cabeza también. Te engañó también. - Me reí, tratando de no pensar que había cometido un error. – No te lo dijo que yo podía vender mi participación en la cooperativa.

- Dijo. Sí,me lo dijo. ¡Pero tú primero encuentra a alguien quien lo compre y obtenga el permiso de los miembros de la cooperativa! – exclamó Ro.

- Me pregunto, ¿Por qué estabas hablando con él sobre ese tema?

- ¿A qué te refieres con por qué? Tú misma me dijiste que te iba a engañar, así que fui a hablar con él. – respondió ella. - No podía dejar que alguien te lastimara de nuevo.

- Sí, ¿quién te pidió que intercedieras por mí? ¿Crees que no puedo cuidar de mí misma? ¡Te invité aquí para relajarte y reflexionar sobre tus sentimientos a Rafael, no para meterte a mi vida! - Grité en su cara.

- Bien. Si es así, entonces me iré y no te molestaré más, pero al igual que Felipe, te aconsejaré que pidas ayuda a un especialista. Después de Jonathan, olvidaste por completo cómo confiar en la gente. Solo estas esperando a que te engañen y te incriminen de nuevo. Te convertiste en la sombra de la Paola que conocí. – dijo, cogió a Cookie en sus brazos y se fue.

Me quedé sola, dándome cuenta de que había ofendido a mi amiga en vano. Después de todo, ella tenía razón. Todavía no me he recuperado del golpe que me dio Jonathan. Y no fue por el dinero para nada, pagué casi todo, quedaban unos veinte mil. El punto era que no podía creer que alguien quisiera ayudarme así, gratis. Especialmente la persona a la que me atraía con una fuerza terrible. Me parecía que era simplemente imposible. ¿Dios, que he hecho? Mi vida era lo suficientemente buena, hasta que recibí este "regalo" de Paul Von Buol, hasta que apareció Felipe en mi vida.

Caminé de un lado a otro, pensando en ¿qué hacer ahora? Al darme cuenta de que ofendí mucho a Ro y con una llamada telefónica y una seca disculpa, no podía suplicar su perdón, por lo que decidí correr tras ella y devolverla. Pero cuando salí corriendo al camino del castillo, no la vi. "Ella no pudo llegar a la aldea tan rápido", - pensé. Un increíble sentimiento de culpa y miedo por Ro se apoderó de mí. Corrí por el camino gritando, "¡Ro! ¿Dónde estás?"

- ¿Por qué gritas, como si te estuvieran matando? - de repente escuché su voz.

- Oh, Ro yo tenía tanto miedo de no verte nunca más, - me tiré sobre su cuello y sollocé. - Pensé que te había pasado algo. Lo siento, no quería ofenderte, soy realmente estúpida.

- Cookie corrió hacia el bosque. – de repente dijo ella.

- ¿Cómo? - Pregunté, secándome las lágrimas con las manos.

- Se escapó de mis manos y entró corriendo al bosque. ¿Dónde buscarlo ahora?

- No te preocupes, lo encontraremos pronto. - La tranquilicé. - Definitivamente no hay lobos ni osos aquí, lo comprobé yo misma, y a otros animales Cookie no tiene miedo.

- ¿Puedo llevarme al perro de Alan? ¿Se hicieron amigos con Cookie? – sugirió Ro.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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