La herencia maldita

Capitulo 46.

Paola.

A la mañana siguiente me desperté de dulce susurro de Felipe y vi su cara llena de amor y un poco de preocupación.

-Amor mío, - comenzó con cautela, acariciando mi cabello con la mano, - te diré algo ahora, pero no me mates. ¿Bien?

Después de estas palabras, me tensé y traté de alejarme, pero él no me lo permitió.

- Estás casado, ¿verdad? – dije con voz baja.

- No. No estoy casado. Pero pronto lo haré… - no pudo evitar reírse al ver como intentaba hacer funcionar mi cerebro.

- ¿Tienes una novia? - Pregunté de nuevo, sintiendo el dolor llenando mi corazón.

— Por supuesto que la tengo. - Respondió alegremente, - y la tengo en mis brazos. Y también, quizás tengamos un hijo, no usé protección y no voy a hacer eso más adelante, porque tengo muchas ganas de tener otra Monti cerca de mí, preferiblemente dos o tres.

Suspiré y envolví mis brazos alrededor de su cuello.

-Es una forma muy interesante de proponer matrimonio después de una noche, - sonreí, tratando de llevar esa confesión a un modo de broma.

- No, mi amor, esto ya no es una propuesta, es una declaración de hecho. Yo te amo y tú me amas. Sé que eres la única mujer que quiero, que sea mi esposa y madre de mis hijos, así que después de que hayamos resuelto los problemas de la cooperativa, nos encargaremos de preparar nuestra boda. - dijo con confianza y muy serio.

- ¿No crees que es un poco precipitado? - pregunté.

- Entiendo que te confunda, cariño. Es verdad que nos conocimos hace apenas una semana y nuestra relación se desarrolla a un ritmo vertiginoso en condiciones similares al combate, pero lo que sentimos el uno por el otro, es tan fuerte como la avalancha que voló este castillo en pedazos. Es como la naturaleza misma, no se puede detener ni prevenir. Nuestro amor estaba destinado a suceder, entonces, ¿por qué deberíamos retrasar algo?

Tenía razón en una cosa, nuestra relación se desarrolló a una velocidad increíble, pero en ese estado de enamoramiento que nos volvía locos, simplemente no podíamos parar, pensar con calma y sopesar los pros y los contras.

- Por otro lado, - continuó. - Soy lo suficientemente mayor, detrás de mis hombros hay la experiencia de otras relaciones. Nunca he sentido lo que siento por ti. Sé exactamente lo que quiero para nuestro futuro y espero que podamos resolverlo, si nos amamos tanto. Solo confía en mí y nunca dudes de mis sentimientos, - dijo.

- Yo te creo. - dije, dándome cuenta que nunca nadie me había dicho tales palabras.

Me acerqué a él con el deseo de confirmarle una vez más que yo también lo quiero, pero una llamada a su teléfono no se me permitió completar mi confesión. El alcalde llamó y pidió reunirnos con los miembros de la cooperativa. Resulta que les inspiró tanto mi discurso de ayer, que decidieron aclarar algunos puntos, interrumpiendo nuestro deseo de seguir con las cosas más interesantes e ir al balneario.

- Señorita Monti, ayer usted dijo que este mes todos los socios recibirán su parte de las ganancias de la cooperativa. ¿De dónde vendrá? - preguntó el alcalde.

- Lo siento, pero me entendisteis mal, no dije que todos los miembros recibirán la parte de ganancias, porque no las hay por ahora. Dije que los que trabajarán en el balneario recibirán el salario mínimo este mes. - le corregí, dándome cuenta que ayer cometí un error al revelarle mis planes a Anchen.

Un rugido de insatisfacción atravesó la multitud que se había reunido frente a la entrada. Felipe me acercó a él y susurró:

- No tengas miedo, Paola, estoy contigo.

Con ese susurro, la confianza volvió a mí y continué.

- Tenéis que entender, que en un balneario y en restaurante, diez personas no pueden dar un servicio adecuado a trescientos clientes al mismo tiempo. Necesitamos camareros, limpiadores, técnicos de mantenimiento, masajistas, un socorrista, en fin. - Traté de explicar. - Por eso cancelé la inauguración. Los primeros días son los más duros e importantes. La forma en que nos las arreglemos dependerá todo el trabajo posterior. Vosotros mismos visteis ayer que la bomba del jacuzzi falló repentinamente. El restaurante también estaba en completo caos.

- No. No hubo ningún caos, - dijo Bernard indignado.

- No me refiero al trabajo de la cocina, señor Bernard. La comida fue por encima de todo elogio. Estoy hablando del servicio, del caos en el buffet. Y esto sin mencionar la limpieza de las habitaciones, porque solo dos están ocupadas y los huéspedes las limpian ellos mismos. ¿Qué haremos, cuando se lleven todas? ¿Quién las limpiará?

- Yo, - respondió Anchen.

- Está bien, - estuve de acuerdo. - ¿Qué hay del lavado de ropa de cama, toallas, manteles del restaurante?

- También puedo hacerlo en casa. – respondió ella.

- ¿Y quién crees que contestará llamadas, venderá boletos de la entrada al balneario, anunciará el restaurante y mucho más? - la pregunté. – Tienes familia, que también te necesita. Aparte disponemos de tres salas de masajes. ¿Quién trabajará allí?

- Tan pronto como llegaran los turistas, mi hijo dejará su trabajo en Ginebra y vendrá aquí con su familia. Es un buen masajista, - respondió el hombre de mediana edad, cuyo nombre no me recordaba.

- ¡Maravilloso! Pero este es un masajista, ¿y con quién llenaremos dos salas más?

- Puedo alquilar uno para mi salón de belleza, - De repente escuché la voz de mi amiga.

Por supuesto, me sorprendió mucho su decisión, pero no me concentré en ella en ese momento.

- Entendéis que nosotros solos no podemos rentabilizar el balneario. Necesitamos personal, pero no lo tenemos. Aunque aquí, - sequé una lista de todos los miembros de la cooperativa, - están inscritas cien personas. ¿Dónde están? No los veo.

- Muchos vendrán en una semana para vendimia. Se toman un tiempo libre de sus trabajos cada año para ayudarnos con la cosecha. - respondió el señor Portman.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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