—Sara, han pedido el plato especial.
Sonrío limpiando mis manos con un trapo acercándome a la meseta de la cocina para comenzar con mi trabajo. Llevo unos días trabajando aquí y debo afirmar que mi padre me abrió muchas puertas cuando puso a Micol en mi camino. La chica apenas tenía 19 años y vivía junto con su esposo… Abishai, quien tiene 30 años. El hombre tiene el pelo castaño oscuro, tiene una musculatura bastante notoria, al igual que su altura.
El día que Micol me trajo-casi a rastras-a la posada pidiéndole permiso a su esposo que me diera alojo. Él no estuvo muy seguro de aceptarme cuando no tenía nada con lo que pagar, yo tampoco tenía muy seguro como pagar. Por eso quise retirarme asegurándome de agradecerle a la chica su amabilidad… pero ella no se rindió. A cambio del techo y la comida que me brindaban yo trabajaba para ellos, era un trato justo al principio, hasta que cociné.
Mientras era humana no tenía mucha oportunidad de cocinar mi propia comida porque no tenía un lugar propio en donde vivir, además no tenía los recursos suficientes para hacerlo, por eso nunca supe si sabía cocinar… yo también me sorprendí cuando lo descubrí.
Abishai quedó encantado porque mi comida estaba atrayendo muchos nuevos clientes, que no solo se quedaban en la posada, aunque Micol asegura que no es solo por la comida.
La posada no es tan grande, aunque es de dos pisos. En el primer piso está el recibidor, el comedor junto con la cocina. Por la puerta trasera de la cocina había un callejón que daba a la calle principal, pero si ibas a la dirección contraria te encontrabas con el pequeño huerto que Micol había hecho. A la chica le gustaba la jardinería desde que era muy niña, y le pidió a su esposo que construyera ese pequeño huerto también para ayudar en el negocio.
Al final del patio había una choza que era destinado a que todas las personas que residieran en la posada, incluidos nosotros mismos pudiéramos tomar un baño. En el segundo piso había siete habitaciones, una para la pareja y otras seis para los huéspedes, pero con mi llegada solo había cinco disponibles.
Había una escalera afuera que bajaba del pasillo del segundo piso hasta el baño para mayor comodidad. Con respecto a mi ropa Micol me ayudó mucho, pero cuando recibí mi primer pago cumplí mi promesa, las dos juntas fuimos a la vendedora de telas y compré para las dos variedades de esas maravillas.
Abishai estaba un poco abrumado con mí llegada al principio, porque solo cinco habitaciones para una posada no era nada bueno. Pero cada día se anima más, porque mientras más cocino más clientes hay, lo que significa a más dinero. Incluso ha mencionado que necesitamos más personal, y hasta que puede aumentar un poco más la capacidad de la posada.
Comienzo a cortar las zanahorias viendo a Micol tras de mi revisando lo que cocinaba al fuego. La chica era alegre, eso se notaba a simple vista, con un corazón muy puro y dispuesta siempre a ayudar a quien lo necesitara.
Abishai en cambio es más tosco y un poco más receloso en confiar en los demás, a veces no es nada amable y se pone furioso con facilidad. Pero he visto que entre los dos hay muy buena relación, se casaron cuando la chica tenía 14 años y desde entonces han estado juntos.
Micol ha expresado sus deseos de ser madre, pero él le dice que espere un momento más. A pesar de lo tosco que puede ser noto a simple vista que su carácter se ablanda un poco cuando ella le habla. Y aunque no le da demostraciones de cariño frente a mi puede ver como se queda mirando la sonrisa de la chica un poco más antes de darse la vuelta sin decir nada.
Ambos se casaron sin amor, su padre la obligó para pagar una deuda de él, pero Micol me asegura que está contenta, porque ha tenido más suerte que la mayoría de chicas de su edad.
Además, con los años han aprendido a quererse, ahora pocas veces se separan y la idea de tener una familia juntos, los alegra a ambos, pero también comprende que es mejor esperar un poco. No me hizo falta mucho para saber que la razón de la “espera” era la falta de dinero.
La puerta de la cocina se abre sacándome de las vacilaciones de mi mente. Abishai viene con varios platos en la bandeja. Cuando llegué era tan poca la clientela que Micol podía sola con la cocina y el comedor, pero todo ha cambiado. Ahora él también tiene que trabajar junto con nosotras, excepto en la cocina.
—¿Ya han pedido el especial?—me preguntó cuándo me vio preparando la masa de garbanzo para freírlas.
Su esposa se voltea a verlo con una sonrisa—Sabe que es el favorito de muchos clientes.
Él asiente mientras lleva los platos sucios junto a su esposa para limpiarlos—Pues me pidieron tres especiales más y un cuscús israelí.
̶—Pobre Sara tiene mucho trabajo, si yo tuviera la magia que posee en las manos para la cocina pudiera ayudarla, pero creo que no ayudo mucho—solté una carcajada divertida al igual que ella sin dejar de moverme en la cocina—Quiero conocer su secreto.
̶—No tengo secreto—dije mirándola sobre el hombro.
̶—No importa su “magia”—interrumpe Abishai—tenemos que mantener esta clientela—su voz sonó como una orden, pero su esposa con una dulce sonrisa lo contradice.
—Me hizo saber que le gusta mucho cuando hace Hammin.
Sonrío divertida cuando él en voz baja la regaña por haber revelado ese secreto. Mientras aún hacia mi trabajo fingí no escuchar nada de lo que la pareja decía, era casi hasta divertidos verlos de esa forma. Reviso que las bolas de masa de garbanzo se estén cocinando a fuego lento y decido ya llevar el cuscús israelí.