El tiempo me hizo una broma… una que me costó mucho. Un amor distinto experimenté… nunca había pensado que existiera uno con tal intensidad. Pensé que era más fuerte, pero sabía que más fuerte era el corazón, era consciente de que contra él iba a perder la batalla. Todos mis planes fueron desbaratados, todo se hizo añicos cuando vi su sonrisa, cuando él me dejó en claro su promesa de volver a vernos.
No pude irme, aunque lo intenté más de una vez no pude irme. Aun cuando sabía que el tiempo no iba de mi lado, no pude dar un paso fuera de la ciudad… solo por Ruh. No tenía idea de cómo quedarme en la ciudad sin revelar quién era en verdad, en especial a Micol y a Abishai, sabía que ellos me reconocerían al instante, era imposible. Pero a pesar de que todo se ponía en mi contra para que no me quedara… no podía irme, y no me fui.
Hice lo imposible por quedarme, pensaba que tal vez podía confundirse con el egoísmo… pero no lo veía de esa forma. Yo no le quiero hacer daño, yo dejo que sea libre, que ame a quien anhele su corazón… solo no quiero dejar de verlo. Ese se convirtió en mi mayor temor, no verlo más, no ver sus ojos avellanos.
Tomé una manzana entre mis manos y antes de sacar el dinero para pagarla.
—Es gratis Mi señora—asiento con la cabeza en forma de agradecimiento.
Caminé por el mercado como aquella vez hace años y seguía viendo el mismo movimiento, y seguía disfrutando de esa sensación de constante bullicio.
Me saludan gritando “Mi señora”, yo solo los saludaba con la cabeza. Ese fue mi precio cuando decidí quedarme. Olvidé mi nombre, dejé atrás mi voz para poder estar aquí, solo se ven mis ojos, siempre estoy vestida de blanco y de esa manera evito que cualquiera me reconozca. Otro precio es no volver a ver a las personas que me acogieron, los que me abrieron las puertas de su casa y se convirtieron en mi familia.
Pero debo admitir que mi curiosidad fue mayor. Me acerqué a la posada por otra calle que no da a la puerta principal, o lo que quedaba de la posada en la que viví. Abishai no solo había logrado su meta, superó sus sueños. Consiguió otros tres terrenos y construyó en ellos también.
Sonreí bajo la tela cuando Abishai salió gruñendo porque uno de sus trabajadores no había hecho bien su trabajo. A pesar de que no paraba de gruñir era gracioso verlo, y me aliviaba el corazón.
Pero me sentí mejor cuando la vi a ella. Regresaba del mercado, según la canasta que veía en sus manos. Venía con cinco niños a su alrededor con al menos 12 o 11 años, es el tiempo que había pasado desde que me fui. Tres niñas y dos niños, al parecer una de las niñas era la mayor de todos. Los niños venían peleando y su madre con una barriga un poco prominente les decía que no siguieran peleando. Cuando Abishai vio eso se acercó a quitarle la canasta.
—¿Adonde fueron?
Micol sonrió como ella siempre lo hizo—Estaba aburrida y quise ir al mercado.
̶—Estas embarazada, no puedes caminar tanto—Abishai intentaba verse rudo e intimidante con su esposa, pero era imposible cuando Micol lo conocía tan bien.
̶—Perdona, pero caminar un poco no me hará nada con tan poco tiempo.
Los veía discutir y no pude evitar estar contenta por ellos. Mi padre y mi abuelo me escucharon, cumplieron mi rezo, ellos son felices y no han pasado tristezas. Una lagrima se escapa de mis ojos al verlos tan alegres, con su familia. Decidí irme porque no era mucho el tiempo que me quedaba.
En ese momento no noté como Micol por instinto volteó su mirada y vio a una mujer vestida de blanco alejarse de la posada.
Ha escuchado de ella es muy famosa en muchos lugares, hace años apareció de repente curando a las personas, despojándolas de todo dolor. Muchos la llaman “mujer santa” o “mi señora”. Dicen que es muda, nunca se ha escuchado su voz, siempre está cubierta de pies a cabezas con telas blancas, solo se ven sus ojos, nada más eso.
—¿Qué ocurre?
Micol reacciona ante el llamado de su esposo—Nada, que vi a la mujer santa.
̶—Esa mujer es un misterio—murmura Abishai y toma a la mujer de la muñeca—Vamos adentro, no puedes salir más.
̶—Querido, es mi sexto embarazo—dice ella divertida pero cuando escucha el gruñir de su esposo decide que es mejor ya no provocarlo. Pero sin pensarlo sus pensamientos se desviaron a otra persona—Esa mujer me recuerda a Sara.
La pareja se detuvo en la recepción y cuando ella dijo eso Abishai se quedó mirándola—Hace años Sara se fue, ella tenía que buscar su camino, lo más seguro es que ahora es feliz cuando encontró una razón para seguir.
̶—De eso estoy seguro, ella merece ser feliz.
̶—Mamá, vamos a comenzar a cocinar la cena de la noche—se acercó la hija mayor de ellos. Con un hermoso y largo pelo castaño claro, trenzado para mayor comodidad de la adolescente.
̶—Sara, es muy temprano—le dice su madre y ella niega con la cabeza.
̶—Cuando llegan los clientes sabemos lo que van a pedir la mayoría, y aunque somos muchas no damos abasto en la cocina—salió corriendo en dirección a la cocina y los padres sonríen con cariño.
—Se parece a ella—murmura Micol con la mano en su barriga. Siente como su esposo pone la mano en el mismo lugar que ella.