Suspiro con fuerza limpiando el sudor de mi frente mirando hacia el Sol. No ha avanzado mucho el día, acierto sin mucho esfuerzo que aún no llegamos a la mitad del día, pero aun así las horas me pasan eternas. Estoy cansada y me atrevo a afirmar que no es físicamente.
—¡Sara!—alzo la vista ante el grito y sonrío cuando veo a mi amiga Herik. Quien tiene un hermoso y rizado pelo negro luciendo también unos ojos del mismo color.
Ambas crecimos juntas y somos muy buenas amigas. Ella es la menor de seis hermanos, y se casó con 25 años con Nver quien en ese entonces tenía 30 años. Ella vino corriendo hacia mi alzando su falda sobre la siembra para venir a mí.
—¡Cuidado Herik!_grite alarmada, no por la siembra, si no por esta alocada que podía hacerse daño.
—Sabía que te iba a encontrar aquí—dice ella como si nada mientras me da un beso en la mejilla y yo niego con la cabeza sonriendo.
—¿Qué haces aquí tan temprano?
—Vinimos a traer algo para que comieran.
—¿Segura de eso?—hago que voltee la cabeza a donde se encuentran todas las mujeres dándoles comida a los hombres que trabajan en la siembra… menos a mí. Por la simple razón de que yo no debía estar haciendo el trabajo pesado de un hombre.
Luego de que mi padre enfermara, el cual era el sustento de la casa mi padre se dedicó a cuidarlo mientras yo tejía. Pero rápidamente me di cuenta de que eso no era suficiente, así que además de tejer decidí trabajar en el campo.
No lo aceptaron, se burlaron de mí diciendo que no iba a lograr mucho. Bueno… hice todo lo contrario. En una noche sembré lo que ellos se habían demorado días en hacer. También la palabra del Padre Khazhak me ayudó mucho y me aceptaron.
Pero aun así los comentarios no faltan, y cada vez que las mujeres traen comida se olvidan de mí pensando que de esa forma me van a hacer cambiar de idea. Herik es la única que trae comida aun cuando ella misma está en contra de lo que hago.
—Sara no te molestes con ellas.
—No lo hago Herik, pero no me digas eso cuando no es cierto.
—Ellas no están molestas contigo, solo no le gusta lo que haces.
—Lo que hago por mi familia—resalto esas palabras porque sin poder evitarlo un sentimiento crece en mi pecho recordando que a pesar de mis años, de mis vidas, a pesar de todo… soy una humana. Y sabía que ese pequeño sentimiento que crecía en mi era la molestia—Esas mujeres saben que mis padres están enfermos y si no trabajo no tenemos para comer.
—Puedes casarte—sugiere ella como si lo dijera por primera vez, cuando ha repetido esas palabras más veces de las que puedo contar—Después de todo el trabajo de un hombre es mantener la casa mientras que la mujer trabaja en el hogar.
—No voy a casarme cuando no estoy enamorada—declaro con firmeza.
—Sabes que el amor viene después, así me pasó ahora con Nver—afirma ella con igual de firmeza—antes estaba aterrorizada y ahora no puedo estar sin él.
_Pero no siempre es así—suspiro cansada de siempre tener esta conversación con ella—paremos por favor, no pienso en lo que el pueblo puede decir pero no quiero discutir contigo.
Ella me da una suave mirada entendiendo mi cansancio anímico y asiente—Está bien lo siento, ven—toma mi mano entrelazando nuestros dedos—la comida está deliciosa.
Camino en silencio sin soltar su mano. Es muy común entre nosotros que se saluden con un beso en la mejilla a familiares y amigos. Por lo tanto tampoco está fuera de lo normal que dos mujeres tomen sus manos, esto demuestra su amistad. Así que la sorpresa de los presentes no es porque nos tomemos de la mano, es porque Herik me llevó a comer.
Casi se me sale una sonrisa pero no hago mucho cuando Herik me da un plato con tres dolmas. Se trata de lentejas, tomate, calabacín, ajo, berenjena, perejil, menta, pimiento rojo, cebolla, cilantro y arroz envueltos en hojas de col si es verano, pero en invierno se envuelven en hojas de uva.
Pero de cualquier forma son deliciosas y un gran sustento en un día de trabajo. Aun manteniéndome en silencio me siento en el suelo con las piernas cruzadas dispuesta a comer mis dolmas y seguir con mi trabajo.
—¿Otra vez en silencio Sara?
Alzo la vista y me topo con los ojos castaños de Pargev. Mientras yo y Herik teníamos 35 él lucia sus 37 aun estando soltero, siendo uno de los hombres más guapos del pueblo—Hola Pargev.
—¿Puedo comer contigo?—asiento aprovechando la ocasión de que tengo la boca llena para no hablar—Luego de tantos años me sigo preguntando como una mujer puede hacer tan bien el trabajo de un hombre.
Siendo sincera me costó un poco tragar la comida porque sabía que sus palabras iban a llegar a ese punto tan desagradable. Lo miré de reojo viendo la sonrisa un poco desagradable que tenía en sus labios. A pesar de todo es muy cierto que no se puede negar lo apuesto que es, pero momentos como estos es cuando yo misma me cuestiono que le ven las mujeres además de sus gran porte masculino.
Bebí un sorbo de agua que me dio Herik y lo miro—¿Aun no encuentras la respuesta?
—Es que tu no me la quieres dar—habla como si él fuera tan audaz.