La realidad se escapa de mis dedos como polvo que vuela con la brisa. Me siento de cristal, siendo consciente de que en cualquier momento podía deshacerme en pedazos. La oscuridad cubre el lugar en donde nací y crecí, solo existían las pequeñas motas de luz de las dos velas que se mantenían encendidas.
Habían pasado dos noches desde la muerte de los dos, no podía salir de casa, solo pude poner las dos tapas de ambos ataúdes a cada lado de la puerta avisando la muerte de mis padres.
Pero aun así me he mantenido en la soledad de la casa.
Nuestras tradiciones funerarias están relacionadas con la vida después de la muerte. Se cree que cada persona tiene un destino predeterminado, llamado tchakatagi, el cual está grabado en su frente. De acuerdo con esto, el dia de su muerte un ángel desciende para llevarse el alma, el cual deja al cuerpo con el último aliento de la persona.
Todas nuestras tradiciones tienen la intención de conducir a las fuerzas del mal fuera de la casa, por eso es importante que se cumpla con ellas al pie de la letra. Luego del fallecimiento de la persona, se cubren todos los espejos y se atan las manos del fallecido, en este caso, de los dos.
Mientras aun el cuerpo está en la casa, nadie debe lavar ropa o trabajar en el jardín, ya que esto puede atraer la atención del Ángel de la Muerte.
También es peligroso dejar el ataúd solo hasta que haya sido trasladado de la casa, alguien debe sentarse cerca y asegurar que la vela encendida colocada en el cabezal de la cama siga ardiendo.
Es lo que llevo haciendo aquí durante dos días y dos noches sin descansar. No puede ser otra persona que un familiar… y yo soy la única familia que a mis padres les quedaba.
Disfruto de esa pequeña luz en la oscuridad que me rodea. Aun no creo que esta sea mi realidad, sigo luchando en contra de la corriente. Porque prefiero toda la rutina de años que llevaba sobre mis hombros, a esta terrorífica tranquilidad consumiendo mi alma.
Lloré, claro que lo hice, eran mis padres después de todo. Y a pesar de palabras hirientes, la huella queda marcada en el corazón, de alguien que a pesar del poco tiempo que fue, dio todo de sí por ti.
Mis mayores recuerdos son con mi madre, pero si me concentro, puedo encontrar algo más: me gustaba ver trabajar a mi padre en el campo cuando era niña. Y este, a pesar de no dirigirme la palabra en ningun momento, recuerdo como me daba de su comida para que no estuviera sin comer. Por pequeño que fuese, ese detalle fue lo que hizo que las lágrimas rodaran.
Creo que lo que en verdad me atormenta es el hecho de que no sé a qué me voy a enfrentar cuando cruce esas puertas. No sé qué ocurrirá cuando este silencio se acabe y me sienta abrumada, pero sin la sensación de soporte. Admitir es lo único que me queda, aceptar que mis padres eran los que me anclaban, eran la soga que me sostenían al suelo… y las palabras de Khazhak eran las que no permitían que me ahogara.
A través de la oscuridad puedo notar la puerta, y siento como si me fuera a caer encima en cualquier instante a pesar de la distancia que nos separa.
Me encojo en mi lugar en el suelo contra la pared, abrazo con más fuerzas mis rodillas cuando siento mi cuerpo temblar y no del frio. La noche estaba pasando y aún me quedaban largas horas, sentada en el piso. Luché conmigo misma cuando me puse en pie a prender dos velas más.
Sin atreverme a emitir sonido alguno cambio las velas, las cuales con un poco de mayor avidez, se tragan la oscuridad, pero no demasiado para calmarme.
Los veo tan tranquilos sobre la cama, sabiendo que no sufren ningun dolor, que ahora sus almas y cuerpos descansaban en paz. Pero puedo decir, que estoy feliz a pesar de todo, porque soy consciente de que los dos ahora mismo estaban juntos.
—Sus almas se volverán a encontrar en un futuro, de eso estoy segura—murmuro con un nudo en mi garganta, pero sin atreverme a volver a llorar.
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—¿Cómo te sientes?—me pregunta Herik, yo la miro sin poder disimular la expresión cansada de mi rostro.
—Estoy agotada Herik—murmuro con la vista aun en mis manos sin atreverme a alzarla.
Ya han pasado tres días de su muerte y he actuado al pie de la letra con todo lo reglamentado, pero siendo sincera… me estoy moviendo por instinto.
Ya habían pasado los tres días reglamentarios y ahora mi casa estaba llena de amigos y vecinos, para darles un último adiós a mis padres. Pero antes de eso el Padre Khazhak leyó unas plegarias en su nombre y bendijo el agua para su ablución. Nunca vi mi hogar tan pequeño como lo veo ahora con la presencia de todas estas personas. Que aunque conozco de rostros no me sé sus nombres.
Herik se quedó a mi lado y otras mujeres están esparcidas por toda la casa sentadas hablando en voz baja, mientras que los hombres se mantenían de pie. Ni siquiera podía pensar en lo que estaba pasando a mi alrededor, solo quería dormir y despertar de este sueño.
Respiro con profundidad y me pongo en pie luego de darle una mirada a Herik. Tomo un vaso de agua y me detengo escuchando unas voces.
—¿Escuchaste lo que dijeron en el pueblo?