La hija de la Madre Luna

Capítulo 5

Conocer a los otros miembros del programa de Formación para la Excelencia ayudó a deshacerme de las dudas y desconfianza que tenía. Y es que a cualquiera le parece un exceso todos los beneficios que había recibido, ¡y ni un vestido había diseñado! Cuando me mudé al apartamento me encontré con Caroline y Matthias. Ellos vivían en los otros dos apartamentos que estaban en mi piso. Nadia, Patrick y Gustavo vivían en otros edificios.  Los seis elegidos formábamos un grupo muy unido, y eso que recién nos habíamos conocido.

Todos estaban en el tercer año de la carrera, excepto Caroline que estaba en mi clase, pero por problemas familiares llegó algo retrasada. Lo que llamó mi atención fue que, para no haber tanto chico estudiando diseño de modas, ellos tres parecían jugadores de rugby y no estudiantes del instituto. Por ejemplo, Gustavo era muy rudo, tenía mucha energía y paraba siempre en movimiento. Le gustaba hacer mucho ejercicio y mostrar los logros corporales que obtenía de su práctica deportiva porque a cada rato le enseñaba los músculos a Nadia, quien lo miraba completamente embobada. Cuando lo vi caminar por uno de los pasillos del instituto pensé que vino a buscar a alguien, seguro era un modelo que participaría en el desfile de alguna de las clases, pero estaba equivocada. Gustavo tenía arte en las manos. Quien diría que con esas enormes manos fuera tan delicado al dibujar. Sus diseños eran alucinantes, jugando con muchas formas y color. Y tenían una tan precisa idea del cuerpo femenino que cuando confeccionaba, su corte era perfecto.

  • Nadia me ayuda con eso -siempre decía y lanzaba una mirada lujuriosa a la mencionada, quien lo miraba sonrojada, pero feliz.

Como compartía las clases con Caroline, nos hicimos muy cercanas. Ella era tan alta como yo, de piel muy blanca y cabello tan rubio que parecía que fuera blanco. Sus ojos eran dorados. Aunque comencé a pensar que la tonalidad dorada de sus ojos era cosa mía, ya que cuando se la presenté a Solís y ella mencionó lo hermoso de sus ojos verdes le refuté.

  • Muchacha, ¿acaso eres daltónica? -me preguntó muy sorprendida-. Los ojos de Caroline son verdes -confirmó categóricamente.
  • Solís, ¿de qué color son los ojos de Nadia, Gustavo, Matthias y Patrick? -pregunté queriendo salir de la duda que generó al afirmar que los ojos de Caroline eran verdes.
  • Nadia y Matthias tienen ojos grises, Gustavo verdes y Patrick azules. No me digas que tienes problemas para diferenciar los colores. ¿Cómo vas a ser diseñadora de modas? -y me miró con cara de sorpresa y preocupación.
  • Solís, te digo la verdad. No puedo jurar porque las hermanitas siempre me dijeron que esos juramentos son en vano, pero yo veo los ojos de todos ellos dorados -le dije con un tono suplicante y preocupado-. ¿Recuerdas a Marianne Höller? ¿Qué color de ojos tiene ella?
  • Verdes. ¿No me digas que también los ves dorados? -preguntó ya con un tono de fastidio.
  • Sí, así es, los veo dorados. Y también los de Katha, los de Klaus, los de Adolph, los de Kurt Posch. Solís, ¿no tendré algún problema en la vista? -pregunté nerviosa, a punto de llorar.
  • No, Amelia, ¡déjate de esas cosas! -decía y me daba palmaditas en la espalda-. Tú estás bien, eres normal, tranquila. Sin embargo, vamos a solicitar cita médica con el oftalmólogo de la clínica que está cerca, así despejamos por completo las dudas y estrenamos el seguro médico de lujo que tienes.

(…)

Al día siguiente nos llamaron a la Dirección a los miembros del programa. Sentada con ellos puse mucha atención a sus ojos. Trataba de ver el gris en los ojos de Nadia y de Matthias; el verde en los de Gustavo y Caroline, y el azul en los de Patrick, pero nada, solo los podía ver dorado.

  • ¿Qué pasa, Amelia? -preguntó Patrick incómodo-. ¿Por qué me miras tanto? ¡No te puedo gustar! -me dijo muy nervioso, como asustado.
  • No es eso, es que creo que tengo un problema en los ojos –dije mientras me sobaba las vistas.
  • ¿Cómo así? ¿Por qué crees eso? -preguntó Caroline, y todos pusieron atención en mí y se acercaron a mirarme, tratando de encontrar alguna señal de enfermedad en mi mirada.
  • Es que Solís me dijo que tus ojos son verdes, así como los de Gustavo, que Nadia y Matthias tienen ojos grises y Patrick azules, pero yo veo sus ojos de un color dorado -dije y casi se me quiebra la voz al final.
  • No te pongas así, Amelia -dijo Caroline y tomó mi mano derecha con las suyas en señal de consuelo-. No creo que tengas nada malo, pero Solís tiene razón, esos son los colores de nuestros ojos. Quizás puedes tener un problema para identificar ciertos colores.
  • No sé. Siempre pensé que así era el azul, y así el verde, y de este tono el gris -dije señalando dichos colores en uno de los posters de la Semana de la Moda de Lima que decoraba la sala de reuniones de la Dirección.
  • Pero esos son los tonos que has descrito -afirmó Nadia mirando a los demás con expresión de duda y preocupación.

Cuando iba a comentarles que iré a la clínica el viernes, la puerta del salón de reuniones se abrió de par en par, dando paso a quienes faltaban para iniciar la reunión.

  • Hola, chicos, ¿cómo están hoy? -entraba saludando muy alegre Marianne, quien venía acompañada de Kurt Posch, Katha y de una mujer que no conocía.
  • Les presento a Marion Höller, mi hermana -la presentaba mientras giraba para que ella se adelante y pueda estar a la vista de todos-. Marion acaba de llegar de Seúl, en donde se encarga, junto a su esposo Haldir, de los negocios de nuestra familia -cuando dirigí la mirada hacia Marion pude ver sus ojos dorados mirándome fijamente, junto a una sonrisa que guardaba un sentir de esperanza, como si yo pudiera darle algo que ha estado buscando por años.
  • Marion, ellos son Gustavo, Nadia, Matthias, Caroline, Patrick y nuestra querida Amelia -el tono de la voz de Marianne cambió cuando me presentó, como si sintiera mucho orgullo.
  • Buenas tardes, chicos, es un gusto conocerlos -esas últimas palabras las sentí que eran en especial para mí porque me miró directamente a los ojos cuando las pronunció-. Marianne y Kurt me han comentado maravillas sobre sus talentos, y confío que sea así porque ambos tienen un gusto muy fino y selecto. Espero tener novedades de sus trabajos pronto, ya que en diferentes ciudades de Asia tenemos tiendas de nuestras marcas de ropa y accesorios de vestir, y sería genial ver sus trabajos en nuestros escaparates -mientras ellos se sentaban, Marianne continuó.
  • Chicos, les cuento que no solo ha llegado Marion con su familia, sino también mis padres. Creo que a más de uno le gustaría conocerlos, en especial a mi madre, que es conocida como “la emperatriz de la moda” -Marianne sonreía y volteó a mirar a Marion, quien le respondió la sonrisa con complicidad, como si el título que le habían ceñido a su madre en el mundo de la moda les hiciera gracia-. Por ello hemos planeado ofrecer una cena en la que daremos a conocer el programa y a sus miembros a nuestra familia y al directorio de Höller Textilien.
  • Oh, sería un honor poder compartir con la Familia Höller y el directorio -dijo Caroline obviamente emocionada.
  • Si, qué gran oportunidad. Gracias señora Marianne y señora Marion -complementó Patrick.
  • ¿Y cuándo sería la cena? -consultó Matthias.
  • Este viernes. La haremos en la Mansión Höller. La etiqueta manda que varones asistan con traje y mujeres con vestido largo. Imagino que lucirán algo de su propia creación -propuso Marianne mirando a Kurt.
  • Señora Marianne -interrumpí-, Caroline y yo aún no hemos tenido la oportunidad de diseñar y confeccionar algo para nosotras. Y, hablando por mí, no tengo ningún vestido para la ocasión -mencioné algo tímida.




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