En dos días tuvimos instalada una antena de telefonía celular e internet en el recinto de custodia de las piedras de luna. El equipo de Bastian Heinz se había encargado de realizar los ajustes necesarios para que el intercambio de información se realice siempre por líneas seguras con datos encriptados, ya que no solo íbamos a utilizar esa conexión para que Catalin y Thomas estén en contacto, sino para asuntos de seguridad de la manada.
Cuando tuvimos los equipos conectados en la residencia de las piedras de luna, pudimos hacer la primera videollamada. Sumamos al equipo de Thomas a un especialista en Telecomunicaciones para que se encargue de dar mantenimiento y resolver inconvenientes técnicos de las conexiones y equipos. Cuando la imagen de Thomas apareció en el LED de la biblioteca, Catalin llevó sus manos hacia su cara, tapando su boca para no gritar de emoción.
Thomas era un hombre que no parecía mayor que Stefan. Al tener una compañera que se quedó para la eternidad en la edad de veinte años, el desarrollo corporal de Thomas no superó los veinticinco. Era rubio castaño de ojos verde olivo. Usaba barba y el cabello lo tenía un poco largo, desprolijo. Su sonrisa se tornó muy cálida al ver a Catalin. Las ojeras que tenía comenzaron a desaparecer tras saber de su predestinada. Se notaba que la había pasado mal durante los últimos días.
Comenzaron a hablar. Lo hacían en alemán, ya que Thomas no tenía el hechizo de lenguas que Ravi puso en Catalin. Aunque no entendía la conversación, era obvio que verse y oírse el uno al otro aminoraba el suplicio de estar en diferentes continentes. Stefan entendía todo lo que decían, así que reía a la par que escuchaba hablar a la pareja, pero de un momento a otro su rostro se enrojeció y me pidió salir, dejando sola a Catalin. Los amantes separados habían comenzado a expresar sus deseos sexuales, y, aunque a los licántropos la vergüenza no les afecta, creo que tener una compañera humana muy penosa estaba haciendo que Stefan adopte una postura más respetuosa de la intimidad ajena.
Media hora después volvimos a ingresar y ellos seguían conversando. Stefan interrumpió porque quería saludar a Thomas, a quien había visto por última vez el verano europeo pasado. Thomas le felicitó por ser el Alfa y agradeció por cuidar de Catalin, ella ya le había comentado lo que hicimos para conseguir su alimento. Stefan pidió que me acerque, Thomas quería conocerme y ofrecerme sus saludos y veneración. Hablaba en alemán, y Stefan tradujo cuando terminó.
Stefan dijo algo en alemán que hizo a ambos alegrarse mucho, sonrió y me dio un guiño. Iba a preguntar cuando él se adelantó a informarme que Thomas vendría para nuestra boda.
(…)
La idea de trasladar a Thomas y las piedras de luna no fue del agrado del bisabuelo Karl. Todo lo gracioso, divertido y bonachón huyó de él cuando Stefan le dijo que ya había tomado una decisión y no la iba a cambiar.
Los padres de Stefan nunca entendieron por qué Karl Höller se alejó de Thomas Häus. Maximiliam no despreciaba a Catalin, más aún cuando ella fue quien rescató a Stefan, de apenas tres años, de unos vampiros renegados que escapaban de la masacre que el Clan Kusanović cometió contra el suyo. Sin embargo, nunca hizo nada por mejorar la vida de ella o la de su predestinado, simplemente continuó con la tradición impuesta por su abuelo.
El enojo desapareció del rostro del bisabuelo Karl para que llegara la sorpresa junto a la tristeza. Thomas había sido su Beta, su estratega, su mano derecha, su amigo hasta que llegó Catalin. Al principio era complicado para toda la manada convivir con ella. Los licántropos emiten un olor que para los vampiros es muy desagradable, por lo que a Catalin se le hacía difícil compartir espacio con ellos, excepto con Thomas, cuyo olor la excitaba. Además, muchos le temían por los actos bélicos que cometió contra las manadas, así que muchos miembros se quejaron y no querían tenerla como parte de ellos. Para Karl Höller fue más práctico sacrificar a uno que a varios, así que separó a Thomas del puesto de Beta y le dio una tarea lejos de la manada. Pasaron unos años, y cuando Catalin ya controlaba su sed y tenía mejor carácter, la hicieron entrenadora de los guerreros, empezando con la labor de preparar al abuelo Hugo y su séquito, pero ese encargo no cambió para nada el trato lejano que Karl Höller le daba a su ex amigo.
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hombre lobo alpha y luna, huerfana hija de la divinidad, sobrenaturales entre los humanos
Editado: 22.12.2023